Pocas palabras, ningún plan
El discurso económico que viene llevando el gobierno nacional desde sus inicios representa fielmente los rasgos y la estructura de un discurso plenamente populista que no invita a la confianza ni a generar mayor inversión ni empleo.
En los dos discursos dados ante el Congreso en las aperturas de sesiones del 1° de marzo, tanto de 2020 como de 2021, se puede apreciar que la inflación –el mayor problema de la economía argentina de los últimos 80 años– fue mencionado solo en once oportunidades, sumando ambas exposiciones. O también que solo en cinco ocasiones se utilizó el término crecimiento, como si el país no estuviera transitando un estancamiento económico desde 2011.
¿Y sobre la libertad? Tan lejos quedamos de las palabras de José de San Martín que la ausencia de este concepto en el discurso gubernamental lleva a pensar que “todo lo demás falta’”.
La esencia populista del discurso no solo está en el léxico o en la oratoria, sino también en su estructura. Una estructura compuesta por tres ejes: sacarse la responsabilidad de encima, consignar una batería de programas con nulo o mínimo impacto en la economía y la ausencia de un plan sólido. Veamos punto por punto.
Sin reconocerse como responsable después de un año y casi tres meses de ejercicio del poder, el Presidente le sigue echando la culpa de los problemas al gobierno de Cambiemos. La culpa de todo la tiene la “deuda heredada” como caballito de batalla, olvidando mencionar que durante 2020 el endeudamiento aceleró el ritmo, superando largamente al del gobierno precedente. Tampoco parece haber un deseo real de atraer inversiones: por eso el primer magistrado no dudó en plantear una querella judicial sobre el financiamiento del período 2015-2019. ¿Quién se animaría a convencer a los inversores de traer su dinero a la Argentina, apostar a dar trabajo en semejante contexto? Esto se suma a la selectiva negación de la fuerte caída de las inversiones durante 12 años de gobierno kirchnerista.
La Argentina es uno de los países que menor nivel de ayuda otorgaron al sector productivo. El problema es que las medidas económicas estuvieron desconectadas de la realidad. Al respecto, el Presidente mencionó que el programa estrella del Gobierno, los ATP, alcanzaron al 70% de las empresas radicadas en nuestro país. Sin embargo, la realidad nos muestra que esto no tuvo impacto, ya que solo llegó a las cuentas bancarias del 1% de los trabajadores registrados y no registrados.
Para el Gobierno el plan es no tener plan. No tienen la menor idea de cómo van a encarar el futuro. Siendo la caída de la economía argentina de un 10% (el doble que el promedio latinoamericano), los anuncios económicos se limitaron a los aumentos que vendrán en las tarifas y a procrastinar las negociaciones con el FMI. ¿Inflación, quién la conoce? Ni rastros de una propuesta para resolver este flagelo, aunque nuestro país ocupa el quinto puesto entre las naciones con mayor inflación del mundo (con tarifas congeladas).
Estos son los tres ejes del populismo: no reconocer los problemas, no hacerse cargo de ellos, no proponer soluciones. Ejes que nos remiten a los discursos del fascismo europeo del siglo XX; especialmente a los propios del nacionalsocialismo, donde se apuntaba a un enemigo externo y a una vasta enumeración de logros y programas desconectados de la realidad.
Como hemos visto: un discurso económico vacío, lleno de la peor toxina anticrecimiento: la incertidumbre.
Magíster en Finanzas y economista, profesor en UBA y UCA, exsubsecretario administrativo del Ministerio de Seguridad de la Nación