Plan global versus medidas aisladas
Pasados 3 meses desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, es indudable que el clima tanto político como económico ha cambiado. Se terminaron los discursos desde el atril y por cadena retándonos y se pasó al diálogo.
Por otro lado, los profesionales nombrados en el área de Economía no van a actuar como Kicillof, Moreno y compañía, lo cual disminuye el grado de incertidumbre de los agentes económicos.
El discurso del presidente Macri el 1° de marzo ante el Congreso, de unos 60 minutos, hizo una necesaria descripción de la herencia recibida de los 12 años del populismo k. Seguramente no fue todo lo extensa que debería haber sido y, posiblemente con razón, porque describir la destrucción económica del kirchnerismo hubiese insumido demasiadas horas. Sigo creyendo que la gente todavía no tiene conciencia o desconoce la profundidad del destrozo económico institucional de estos 12 años. En 30 minutos Macri describió, a grandes rasgos, la herencia recibida. La segunda media hora la dedicó más a formular algunas propuestas de reforma electoral, de la justicia y educación.
Entre las declaraciones de estos 3 meses y el discurso del 1° de marzo uno puede concluir que el nuevo gobierno no parece tener en mente presentar un plan económico global
Entre las declaraciones de estos 3 meses y el discurso del 1° de marzo uno puede concluir que el nuevo gobierno no parece tener en mente presentar un plan económico global, anunciado de una sola vez de manera de orientar el rumbo económico. No estoy diciendo que todo tiene que ser anunciado y aplicado en 24 horas, me refiero al rumbo económico que va a aplicar el gobierno. Qué se va a hacer en materia fiscal, tanto por el lado del gasto como de la carga tributaria y el mismo endiablado sistema impositivo hoy vigente, la integración económica al mundo, cómo se va a reducir la inflación, etcétera.
Que el ministro de Hacienda diga que el gasto va a disminuir 1,8 puntos del PBI no dice demasiado. Primero, porque dudo que alguien sepa cuál es nuestro real PBI, segundo porque no se explica en qué rubros se va a reducir el gasto y tercero porque, tomando el PBI que uno imagina que están tomando, luce bastante poco para el nivel de descontrol fiscal que se heredó del kirchnerismo, lo cual conduce a pensar que no es tan claro que la inflación pueda ser dominada durante el año en curso.
La estrategia del gobierno parece apuntar a ir anunciando medidas aisladas. Atacando problemas puntuales de la economía. Por ejemplo, anuncia un aumento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias para los que trabajan en relación de dependencia, pero desconocemos si se piensa permitir el ajuste por inflación de los balances de las empresas dado que siguen pagando impuestos sobre utilidades inexistentes y si los autónomos van a seguir siendo explotados impositivamente como hasta ahora. No son temas menores porque con esta carga tributaria y con este sistema impositivo no es fácil imaginar ese flujo de inversiones en el sector real de la economía que tanto le hace falta a la Argentina y al que apuesta el gobierno de Macri.
No creo que el camino para salir del desastre heredado consista en medidas puntuales. Es más, considero que pueden llevar a contradicciones. Por ejemplo, se aumentan las tarifas de energía y el gasto público bajará unos $ 100.000 millones en subsidios, pero, al mismo tiempo, la ausencia de un plan fiscal consistente se traduce en un aumento del stock de LEBACs que tomando una tasa promedio del 30% anual se traduce en un gasto público de $ 120.000 millones. En todo caso el costo político de corregir la distorsión tarifaria que dejó Cristina Kirchner se diluye en un aumento del gasto cuasi fiscal. Por eso insisto que tratar de dominar la inflación con endeudamiento del BCRA vía LEBACs aumenta el gasto público y genera un problema adicional a futuro además de los heredados y eso se debe a la ausencia de un plan en el flanco fiscal que corrija estructuralmente el déficit.
La ventaja de anunciar un plan económico en su conjunto y de una sola vez consiste en evitar este tipo de contradicciones dentro de la política económica y, al mismo tiempo, despeja el horizonte de los agentes económicos. Además, si es bien comunicado y tiene consistencia, el cambio de expectativas puede acelerar la recuperación económica disminuyendo el costo social de pagar la cuenta que dejó el kircherismo. Dicho de otra manera, es más duro para la gente soportar una política gradualista como la que parece proponer el gobierno que una política de shock que muestre un camino concreto, adoptando medidas más rápidamente, en forma coordinada, con mayor profundidad y en forma global.
La estrategia del gobierno parece apuntar a ir anunciando medidas aisladas. Atacando problemas puntuales de la economía
Insisto, creo que la receta gradualista y sin un plan concreto tiene un costo social mucho mayor a un plan económico de shock, entendiendo por plan de shock anunciar en una sola vez todas las medidas que se irán tomando.
Las variables económicas no funcionan en compartimentos estancos. Están todas relacionadas y, si uno toca una variable, inevitablemente impacta en el resto. Un buen plan económico tiene que contemplar justamente esa interrelación, algo que no se logra anunciando medidas aisladas.
Por supuesto que se podrá argumentar las restricciones políticas que puede tener Macri, restricciones que uno no puede ignorar. No obstante a veces las restricciones políticas son más temores a adoptar ciertas medidas económicas que restricciones reales.
Como dicen Willam Hutt en su libro El Economista y la Política: "Muchas veces los economistas terminan asesorando a los políticos en base a la supuestas restricciones políticas, para que los políticos terminen actuando como si no los hubiese asesorado un economista". Cuando los economistas terminan aceptando un alto grado de "restricciones políticas" el plan económico que arman es una serie de parches con medidas inconsistentes.
Por otro lado, suponer que la política prevalece por sobre la economía implica no recordar que los gobiernos que han fracasado en Argentina, fracasaron por comprar el argumento de lo políticamente incorrecto y naufragaron por la economía.
En síntesis, no está en debate la incomparable mejora que hay en los funcionarios públicos y el mismo presidente comparando con lo que tuvimos en los 12 años. Lo que está en debate es si las medidas que se están adoptando responden a un plan global y si tienen la suficiente intensidad y profundidad como para dominar el enorme destrozo económico heredado.
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