Piñera ante los estudiantes
Los estudiantes chilenos andan alborotados. Piden educación de buena calidad, igualitaria y gratuita. Como siempre, la adolescencia recordándoles a sus padres que lo imposible es el motor de la historia.
El papá mayor chileno, el presidente, además de mandarles la policía para zamarrearlos y ratificar la autoridad del pater , intentó hacerlos reflexionar con realismo: "Todos quisiéramos que la educación, la salud y muchas cosas más fueran gratis para todos. Al fin y al cabo, nada es gratis en esta vida y alguien lo tiene que pagar". Y a esta verdad incuestionable agregó otra contundente: darle educación gratis al 10% más pudiente implicaría que el resto, con sus impuestos, estaría financiando a los más afortunados. ¿Por qué será entonces que los chicos y las chicas no quieren entender y siguen a sus líderes que, para peor, se dice que son comunistas?
Como muchos argentinos, estamos sensibles al tema porque, más allá del manto de retórica "progresista", vivimos la misma tendencia desigualante en nuestra sociedad, me puse a reflexionar en dónde estaba el error de un pensamiento que de dos afirmaciones ciertas deducía una conclusión equivocada. Y la primera ocurrencia que me trajo claridad fue entender que mucho dependía de quién pagaba y a través de qué procedimiento lo hacía. ¡Me hubiera encantado comunicarle enseguida al presidente esta iluminación!
Porque parece que si los que ganan más pagan también más impuestos y tasas, y todos reciben un servicio de calidad, de-saparece la injusticia de que los pudientes lo reciban gratis. En tanto que si éstos lo gastan sólo en sí mismos, comprándolo como un servicio más de mercado, no beneficia al conjunto de la sociedad porque induce dualidades inexorables. Y por esta vía llegué a la conclusión de que, en una sociedad armoniosa, es bueno que los ricos e intermedios reciban algunos beneficios gratis como los pobres, entre otras cosas porque favorece la cohesión social y el espíritu de cuerpo. Debe ser por eso que hasta los ingleses ricos se atienden en el Servicio Nacional de Salud, y no cito a Cuba porque no tiene ricos. Pero también parece que la democracia chilena, al igual que la argentina, no ha logrado todavía llegar al mundo de los impuestos.
Imagino la respuesta del presidente, ratificada por noticias de la prensa: reforcemos el presupuesto del Estado para subsidiar a los pobres y mejorar su educación, aunque resulte de segunda categoría.
¡Pero, señor, está bien que estamos en una sociedad libre y plural de economía capitalista, que naturalmente genera ciertas desigualdades, pero no desvirtuemos sus virtudes y acentuemos sus defectos con vouchers o créditos para que la gente compre la educación que puede, construyendo así islas de población y dinamitando los puentes! Eso sí, nada de facilismo populista, ¡exíjales! Pero algunas cosas deben quedar fuera de la competencia rigurosa del mercado y constituir derechos universales, igualitarios y fraternos (¿se acuerda de la Revolución Francesa?); hasta en el país más injusto, un banco del parque público alberga indistintamente a ricos y pobres. Buen tema para meditación de argentinos y chilenos. ¿No le parece?
© La Nacion
El autor, médico, fue ministro de Salud y Acción Social (1983-1986) y diputado nacional
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