Petros Márkaris. "La literatura no cambia el mundo, pero ayuda a comprenderlo"
Militancia. Días antes de su llegada al país, el escritor griego, creador de las novelas policiales del inspector Jaritos, critica a la política europea -falta de solidaridad y de coraje- y a una izquierda "en crisis" y sin respuestas
PARÍS
En una Grecia que comienza a experimentar misteriosamente una súbita recuperación económica, un funcionario de la secretaría de Turismo aparece muerto en su casa, atado a una silla y con un disparo en la cabeza. Todo apunta a un robo, pero el comisario Kostas Jaritos no descarta que se trate de un ajuste de cuentas. Cuando las indagaciones lo llevan a descubrir que la víctima estaba ligada a tráficos ilegales, dos inmigrantes detenidos confiesan ser los autores del crimen. Pero entonces se produce un nuevo asesinato: el de un célebre armador griego.
Así comienza la nueva novela del griego Petros Márkaris: Offshore (Tusquets), que acaba de publicarse en la Argentina. Un título explícito que, después de su celebrada "Tetralogía de la crisis", pone el acento en esos nuevos poderes "que tienen atados de pies y manos a Grecia y al resto del mundo", explicó el escritor a la nacion en una entrevista realizada en vísperas de viajar a Buenos Aires. Márkaris dialogará con la escritora Claudia Piñeiro el miércoles próximo, a las 18, en la Fundación OSDE (Leandro N. Alem 1067).
Convertirse en fértil creador de novelas policiales puede parecer extraño para este autor de piezas de teatro, admirador de Brecht, traductor de Goethe y de Wedekind, y guionista cinematográfico. En su momento, sólo algunos cinéfilos atentos hicieron la conexión entre el creador del comisario Jaritos y el libretista en la mayoría de las películas de Theo Angelopulos desde Días de 36 (1972) hasta La mirada de Ulises (1995). Sin embargo, fue precisamente esa actividad la que lo condujo a su profesión actual. Mientras escribía en 1995 un libreto para una serie de televisión, Márkaris se dejó obsesionar por la vida de una familia griega de clase media. A tal punto que, para evacuarla de su imaginación, decidió transformarla en los personajes de una novela policial.
¿Por qué policial?
Los dentistas son gente muy simpática. Pero como no representan ningún interés dramático, deduje que se trataba de un policía.
Como militante de izquierda durante muchos años, Márkaris reconoce que no tenía ninguna simpatía por los policías. "En Grecia, habían sido sinónimo de fascistas... Pero de pronto, por primera vez, caí en la cuenta de que esos pobres policías son pequeños burgueses, que también sueñan con que sus hijos puedan estudiar para convertirse en doctores o abogados", agrega.
En poco tiempo, la perseverancia tranquila del comisario Jaritos, tironeado entre una familia desbordante de energía y un trabajo que no le deja respiro, se convirtió para toda Europa en espejo de la sociedad griega. El comisario tiene una mujer, Adrianí, inigualable cuando cocina sus tomates rellenos y saca conclusiones sobre la sociedad que los rodea; una hija, Katerina, joven jurista que lo llena de orgullo, y una pasión, los diccionarios, igual que su autor.
El primer libro de esa serie fascinó por su atención a lo banal, a esas pequeñas cosas que hacen los días de la gente común. En 2010, Con el agua al cuello, primer capítulo de su "Tetralogía de la crisis", los efectos de la política de la Unión Europea (UE) y el FMI en la vida cotidiana de los griegos estuvieron en cada línea de su obra, un manual para comprender la dramática situación que vivió el país. Márkaris, como otros autores policiales, está convencido de que la novela negra es la mejor forma de hablar de la realidad social y de la política.
"Cuando Grecia estalló, los políticos decían que la situación no duraría mucho tiempo, que tomarían algunas medidas y se arreglaría todo. Pero yo sabía bien que no era así, que esa crisis se instalaría. Siempre quise hablar de esa crisis a través de la literatura", explica.
Con Hasta aquí hemos llegado, el cuarto opus, Márkaris puso punto final a la serie sobre la crisis. "Me agoté. Hoy en Grecia no existe una sola familia que haya salido indemne. Entre mis allegados, muchos sufren las consecuencias como el resto del país. La verdad es que escribir sobre la crisis y vivir sumergido en ella es agotador", asegura.
¿Pero Jaritos no se jubiló?
No. Para cambiar de tema decidí escribir Offshore, donde el dinero evaporado vuelve misteriosamente a Grecia. Donde los crímenes no son los cadáveres, sino de dónde viene el dinero, un tema fundamental en el mundo actual. Quiero decir: el problema actual es la falta de transparencia, el dinero opaco que rige todo.
¿Y no le parece que es una forma de seguir hablando del mismo tema?
(Risas) Es absolutamente correcto. Hay otra cosa extraordinaria: al día siguiente que entregué el manuscrito a mi editor, se publicaron los resultados de la investigación sobre los Panamá Papers.
Sin ser sectario, a los ochenta años Márkaris es un hombre de convicciones ideológicas inamovibles. Sobrados motivos tiene, después de haber vivido en carne propia todas las tempestades que atravesó su país en casi un siglo. "Cada vez que me preguntan si siempre fui de izquierda, respondo que aún sigo buscando esa izquierda", bromea. "Pero ahora es peor. Estamos ante una crisis de la izquierda europea. Y eso se debe a que no hay un partido que la englobe y represente", dice.
Es verdad que la izquierda no sólo se ha dividido, sino que además ha terminado por transformarse con el tiempo en social-liberalismo.
Ésa es la razón del desapego de la gente. Sobre todo después de la crisis. La gente que sufre, finalmente termina por decirse: "¿Para qué voy a votar a una izquierda que aplica políticas de derecha si tengo el original que sabe hacerlo mucho mejor?" Desde la caída del Muro de Berlín, la izquierda está en crisis en toda Europa. Y todo ese sector de la sociedad está tan desesperado que se acerca a cualquier partido que se llame de izquierda.
Ese proceso de desideologización y sus peligros son precisamente lo que Márkaris plasma en Offshore, ambientada en una Atenas a la que regresaron todos aquellos epígonos de Onassis y de Niarchos que escaparon a Londres durante la crisis y ahora navegan por el Pireo con la bandera griega flameando en sus yates. Una Grecia con los restaurantes llenos y el dinero corriendo como el agua, gobernada por un curioso "Gobierno de los Cuarenta" de unidad nacional, que llegó al poder con un programa electoral constituido por un solo eslogan: "Los otros prometieron tanto y no consiguieron nada. Déjennos probar durante tres meses. ¿Y si lo conseguimos?". "Era imposible no reflexionar sobre ese tema. Aunque teniendo en cuenta la realidad actual de Grecia, mi novela parece más bien una obra de ciencia ficción; esos nuevos gobiernos han comenzado a surgir aquí y allá", señala. Idealista, europeísta convencido, eternamente indignado contra las políticas de una UE "inspiradas únicamente en directiva económicas", Márkaris tampoco se deja engañar por los cantos de sirena de esa autodenominada nueva izquierda que, para él, no lo es tal.
Usted es durísimo con Syriza y la coalición que gobierna su país. No sólo lo es ahora; también antes de que llegaran al gobierno. Explíqueme.
Hay una diferencia entre un partido de izquierda y un partido populista. Cuando analizamos el giro político de Syriza, que durante la crisis griega terminó aceptado las exigencias económicas de la troika (la UE, el FMI y el Banco Central Europeo), nos damos cuenta de que se trata de populismo.
Enemigo de cualquier forma de populismo, "tanto de izquierda como de derecha", para Márkaris no existen los milagros, ni las respuestas sencillas a problemas complejos. "Cuando aparecen las respuestas fáciles, comienza el desastre", reflexiona.
De eso también conoce gracias a su historia personal. Petros Márkaris nació en Turquía en el seno de una familia cristiana, hijo de un padre armenio y comerciante, y una madre griega que se ocupaba de la casa. Hizo la escuela secundaria en un colegio austríaco de Estambul, estudió Economía en Grecia, Turquía, Alemania y Austria antes de especializarse en la cultura alemana y dedicarse a la traducción de autores como Bertolt Brecht, Thomas Bernhard o Arthur Schnitzler. "Tres capitales contaron en mi vida: Estambul, mi ciudad natal. Viena, donde estudié. Y, por fin, Atenas. Cuando vivía en Viena, hablaba el alemán mejor que el griego. Pero un día decidí escribir en mi lengua materna, el griego. Es por esa razón que ahora vivo en Atenas", relata.
Como miembro de la minoría armenia que vivía en Grecia, durante muchos años no tuvo ninguna ciudadanía. La obtuvo, junto con el resto de su pueblo, después de la caída de la dictadura de los coroneles y el retorno a la democracia, en 1974.
Desde entonces, hace cincuenta años, vive en la capital griega. Cuando se aleja, se aburre. Igual que su personaje, Kostas Jaritos. Márkaris habla y escribe el alemán, se expresa correctamente en francés y en inglés, y es capaz de describir con la misma sutileza a sus compatriotas como a los migrantes que inundan desde hace unos años su país. Lo que lo convierte en un autor universal es, precisamente, el humanismo de la mirada que posa a su alrededor.
Pero además, Márkaris es un inveterado analista político, involucrado en la realidad del mundo. "Cuando me dicen que soy un escritor comprometido, respondo que es al revés, que es la política que se ha comprometido conmigo", ironiza. Y agrega: "No puedo aislarme de la realidad. Me entristece y carga de tensión, pero es inevitable, porque pertenezco a una generación que creció inmersa en la política".
¿Eso es lo que justifica la existencia de Jaritos y, sobre todo, las cuatro novelas sobre la crisis en Grecia?
Exactamente. Quería que mis lectores comprendieran cuáles eran los verdaderos problemas. Quería plantearles preguntas y llevarlos a encontrar, por sí mismos, las respuestas. Al comienzo de su carrera, todo escritor cree que la literatura puede cambiar el mundo.
¿Y no es así?
No. Es una ilusión. El mundo no cambia. Pero la literatura ayuda a comprender mejor y a hallar respuestas útiles.
Hablemos de la crisis de los refugiados.
Un motivo más para reprochar a Europa su ausencia de solidaridad, su falta de visión. Angela Merkel fue el único líder europeo capaz de comprender las ventajas de acoger a los migrantes. Y ahora está pagando las consecuencias, con una sensible pérdida de popularidad y el ascenso de la extrema derecha. En Grecia, la población se muestra hasta ahora más bien amistosa con los miles de refugiados que estacionan en todas partes. Pero si el gobierno no enfrenta con seriedad la realidad, los turistas huirán y la desesperación de la gente se amplificará. Como en el resto de la UE, nadie parece tratar el problema con profundidad.
¿Por qué?
La política, tal como la conocimos en el pasado en Europa occidental, tuvo el objetivo de guiar a la gente hacia mejores posibilidades y un mundo más justo. Los políticos europeos actuales sólo se preocupan por la forma de satisfacer a los electores que están contra la inmigración y los extranjeros. Ninguno tiene el coraje de decirles: "Esto es necesario y debemos hacerlo".
Otro de los países que usted conoce perfectamente es Turquía. ¿Qué piensa de la situación y de la política del actual presidente Erdogan?
¡La situación en Turquía es un desastre! Ese país, que era ejemplo de laicismo y de progreso, se ha transformado completamente. También es cierto que esa evolución social prooccidental siempre se limitó a una élite educada, con medios económicos, urbana y que podía viajar. La gran mayoría de la población, durante aquellos años, se sintió marginalizada. Ahora, el gobierno de Erdogan sabe perfectamente explotar ese sentimiento. Como todos los autócratas.
Y el resultado...
El resultado es que las mujeres están cada vez más sometidas, las minorías cada vez más amordazadas y la sociedad cada vez más dividida.
Hablando de una sociedad dividida, ¿qué piensa del futuro del mundo con la llegada a la presidencia en Estados Unidos de un hombre como Donald Trump?
Y bien, no sólo estoy preocupado. La verdad es que tengo miedo. Temo que el mundo no haya visto todavía lo peor. Nos guste o no, Estados Unidos es la potencia dominante y si se equivoca, si falla, todo se desmoronará. Todos pagaremos esas consecuencias.
Para terminar con una nota positiva, después de Offshore, ¿cuándo leeremos el próximo Márkaris?
Hace apenas dos semanas comencé una nueva novela que, como siempre, terminaré en el verano.
¿Por qué en verano?
Porque en esa época del año no necesito salir de Atenas y me puedo concentrar. Durante el invierno no dejo de viajar Acabo de regresar de Israel, ahora voy a Buenos Aires, luego viajaré a Montepellier y a Córcega. Eso es muy malo para trabajar.
¿Podemos tener una idea sobre el tema de esa novela?
No, es demasiado prematuro.