Pese a todo los líderes siguen soñando
Hay constructores -inconexos al parecer- de un clima de psicosis social. Hay otros constructores -más coherentes menos imprevisibles- para edificar la continuidad de Menem en el poder extendiendo el límite que le lacró la ley. Entre tales antípodas contradictorias y aisladas se balanceó una sociedad extenuada por otros conflictos.
La ola de amenazas a figuras públicas busca a todas luces recrear el pavor público que suele suceder periódicamente en la Argentina. Esta vez la marea de la intimidación se sostuvo en un hecho concreto: el deplorable atentado contra el médico Bergés acusado de muchos tormentos a personas indefensas durante el gobierno militar; el delito se lo atribuyó una extravagante organización la ORP con más pinta de sello que de célula.
Las andanzas de esa organización tuvieron presencia por la publicación de un artículo poco serio sin firma ni fotografías en el diario uruguayo La República que dio cuenta de sus presuntas fechorías. El documento en el que la ORP informó aquí del atentado a Bergés parece más un prontuario policial que un manifiesto subversivo: habla del "proceso militar" y no de "dictadura" y no se priva de mencionar a Bergés como "doctor". Voceros militares aceptaron que Bergés podría haber sido víctima de sus turbios manejos actuales.
El otro hecho real que sucedió entre tantas inexistencias fue el frustrado atentado con bomba al Hospital Naval donde Bergés está más cerca de la muerte que de la vida. Fuentes oficiales expusieron su asombro y no su interpretación por ese episodio; en efecto en el alto nivel del Gobierno llamó la atención que un organismo militar se encontrara tan expuesto a los exaltados.
Esos dos hechos pudieron recrear -a pesar de ser obra de patéticos chambones y no de preparados insurrectos- el clima de violencia de dos décadas atrás. Las amenazas telefónicas tuvieron en cambio las características propias de los oportunistas. Es mano de obra desocupada y también ocupada coincidieron expresiones militares y gubernamentales; ninguno desestimó que el clima se edificó sobre una sociedad atrapada por dificultades económicas y predispuesta por lo tanto al escepticismo.
Sólo la incoherencia vincula a las amenazas. Desde la actriz Georgina Barbarossa hasta el presidente del Círculo Militar Díaz Bessone o periodistas con maneras de pensar trabajar y vivir muy distintas -como Magdalena Ruiz Guiñazú Santo Biasatti y Bernardo Neustadt- fueron advertidos por pésimos mensajes; en este caso el único hecho concreto fue la confusa golpiza y robo que sufrió el humorista de La Nacion Nik.
Si el objetivo fue el de crear la sensación de que ahora existen dos bandos de justicieros -respondiendo uno a la derecha y el otro a la izquierda- el resultado final es de una memorable chapucería. Sin embargo nada hace suponer que el delirio haya cesado.
La nueva ronda de bravatas sorprendió al Gobierno sin dirección. Desde la creación de la Secretaría de Seguridad y Protección de la Comunidad a cargo del brigadier Antonietti conocido por sus muchos méritos como amigo del Presidente la sociedad está más desprotegida que nunca. Esa secretaría -que depende directamente de Menem que nombró a 150 empleados y que ocupa un portentoso edificio en la avenida Callao- no tiene presupuesto ni objetivos conocidos.
Los casos de la Gendarmería y la Prefectura son la mejor expresión de la confusión: dependen orgánicamente del Ministerio de Defensa reciben órdenes del Ministerio del Interior y son coordinadas por la Secretaría de Seguridad. Al final de cuentas cualquier responsabilidad se diluye entre tantos responsables.
En cambio las señales visibles del poder son las de su propia seguridad. El tema de la reelección de Menem en 1999 tuvo bríos inesperados cuando apareció promocionado públicamente por Oscar Vicente uno de los tres principales directivos del grupo empresario más importante del país Pérez Companc. La aparición de Vicente podría reflejar una interna abierta entre grupos empresarios con miras al 99. Algunos trabajarán por la continuidad de Menem y otros por una oportunidad presidencial para Cavallo; Duhalde no figuraría en esa puja.
Duhalde cree que muchas de sus contrariedades últimas responden al deseo menemista de frenarle su carrera presidencial. De igual modo y con igual fuerza el Presidente desconfía de Duhalde: está seguro de que la insistencia pública de su proyecto reeleccionista es obra del gobernador para devolverlo a su casa al final del siglo.
Vale la pena constatar algunas comprobaciones deslizadas por el entorno más cercano a Menem. Estas son algunas de ellas:
* El Presidente está dispuesto a hacer todos los esfuerzos para continuar en el poder después del 99. Es obvio que no se quiere ir asegura uno de sus habituales confidentes. Pero abomina a los que le cierran el paso (a Bauzá lo retó antes de que se fuera por haber descartado la re-reelección) y a los que proponen la reforma enrolados en la corriente de la obsecuencia. Tiempista experimentado Menem sabe que la mejor manera de derrumbar un proyecto político es obligándolo a flotar antes de tiempo.
* Está seguro de que deberá resolver antes la angustia económica de la sociedad y la crisis del desempleo y ganar las elecciones legislativas de 1997 y que si eso ocurre la República -a través de los sectores sociales y de ciertos grupos políticos- se colgará de su saco para que se quede. Todos los oponentes terminarán destruidos por su propia impericia anticipa. Se regodea haciendo números y nombres: Angeloz y Bordón están virtualmente retirados y Duhalde y Cavallo luchan a la defensiva.
* Duhalde y Cavallo no podrán agredir al gobierno de Menem dice éste porque ellos forman parte de su tripulación. Pero Menem podría tirarlos por la borda tarde o temprano advierte.
* La vía que Menem eligió para plantear su re-reelección es la innovación constitucional de la consulta popular a la que puede ser sometido cualquier proyecto de ley. Sectores menemistas acaban de ingresar en la Cámara de Diputados un proyecto reglamentario de esa disposición constitucional. La nueva reelección viene siendo preparada desde la vieja reforma.
Menem consiguió aquella reforma y la reelección en el último trimestre de 1993 el mejor período económico de la era cavallista; ningún economista -ni el más ardiente oficialista- estima probable que ese período se reedite tal como fue entonces antes de 1998.
Pero aun cuando logre enderezar a la economía y obtener un nuevo triunfo electoral deberá demostrar también que consiguió quebrar otra vez al radicalismo o disciplinar a Duhalde; éstos conforman las dos más grandes estructuras políticas adversas a la nueva reelección. Duhalde está acostumbrado a ponerle escollos a la reelección de su jefe: en Santa Fe se opuso en principio al nuevo período de Menem porque las reformas no comprendían también la reelección del gobernador.
Menem no se cansa de contestarle con la misma moneda. Los senadores más fieles al menemismo acaban de devolverle a la Cámara de Diputados el nuevo proyecto de Pacto Fiscal amañado en otros tiempos por Duhalde y Bauzá; los senadores adujeron vicios irremediables en el trámite parlamentario sabiendo que disparaban sobre Duhalde y su capacidad para amasar un proyecto de poder.
Entre amenazas diversas y desdichas sociales los líderes siguen soñando.
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