Personalidades ilustres que no descansan en paz
En la Argentina los muertos ilustres no descansan en paz como impone el mandato divino. Cada tanto son objetos manipulados para satisfacer deseos de los vivos. Aquí se desplazan, son instrumentos de lucha de poder, usados para múltiples fines que nada tienen que ver con sus memorias o aspiraciones póstumas. Hay una extensa historia de esta rara obsesión argentina de remover tumbas, echar mano a cenizas de próceres, usar restos mortales en pujas del poder, conmemorar las fechas de sus fallecimientos y convertirlas en feriados que se acomodan, sin el mínimo pudor, a las necesidades del negocio turístico.
Sobran los casos de excesos y violaciones de sus intimidades. En plena época menemista fueron víctimas de esta cultura los restos mortales de los padres del general José de San Martín. El capitán Juan de San Martín y Gregoria Matorras fueron sacados del Cementerio de la Recoleta, donde estuvieron por más de un siglo, y llevados a Yapeyú no sin intrigas y acciones judiciales de por medio. Tanto temía el gobierno correntino la pérdida de las reliquias sagradas que estuvieron varios días escondidas hasta que, finalmente, fueron puestas en la casa donde nació el Libertador. La placa original en la Recoleta decía: “Aquí yacen los padres…..”, pero el traslado obligó a poner otra aclaratoria en tiempo pasado: “Aquí descansaron…”. El Proyecto Yapeyú, así se llamó, era (¿es?) convertir al lugar en un gran santuario sanmartiniano y un polo político-turístico-cultural incluyendo, desde ya, los restos del Padre de la Patria, que por ahora siguen en la Catedral Metropolitana.
Otro cuerpo que sufrió los embates manipuladores fue el de Juan Bautista Alberdi. Sus restos fueron también exhumados en los 90 como parte de una estrategia electoral a favor de la candidatura a gobernador de Palito Ortega para frenar al general Domingo Bussi. En agosto de 1991 se sacó el ataúd de la tumba y se lo llevó a la capilla de entrada de la Recoleta. Una escribana procedió a su apertura para comprobar que era Alberdi. Un puñado de personas tuvo el extraño privilegio de conocer su rostro anguloso, intacto. Cholulos, como era de esperar, todos se preocuparon de que sus nombres figuraran en el acta testimonial y hasta hubo fotos de recuerdo. Palito ganó la elección y los restos del creador de la Constitución nacional yacen, después de una dura pelea con la Corte Suprema provincial, que los reclamaba para sí, dentro de un mausoleo de mármol en el hall de entrada de la Casa de Gobierno tucumana, al paso de la gente, iluminado como si fuera un cuadro. Un recurrente intento se hace con Domingo Faustino Sarmiento. San Juan no se resigna a no tener en su territorio al muerto más ilustre que haya dado la provincia. En 2007 se puso en marcha el “operativo retorno” para llevarse sus restos de la Recoleta al parque temático El Zonda, donde está la famosa piedra con la inscripción “las ideas no se matan”. El proyecto también político-turístico-cultural se completaba con una exhibición permanente de “historias vivientes” con la vida del prócer. La movida del poder político provincial fue muy fuerte, pero la familia resiste y sigue atenta a nuevas intentonas.
En 2006 el turno fue para el cuerpo mutilado de Juan Domingo Perón. En lugar de poner los esfuerzos para saber dónde están sus manos seccionadas y desaparecidas, el peronismo prefirió llevarlo a San Vicente, a 60 kilómetros del Cementerio de la Chacarita, un lugar de complicado acceso para su pueblo caminante. Bien temprano en la mañana del martes 17 de octubre de ese año se sacó el féretro de la bóveda de Chacarita para llevarlo al edificio de la CGT, donde se hizo un segundo velatorio. El traslado fue un acto político transmitido en directo por todos los canales de televisión que terminó en una batahola y balacera entre facciones de los organizadores. Sigue en carpeta llevar el cuerpo embalsamado de Evita de la Recoleta para ubicarlo en San Vicente y completar así el santuario peronista en territorio peronista.
Ahora el turno parece tocarles a los restos mortales del presidente Arturo Frondizi, que descansan desde 1995 en la bóveda de la familia de su mujer, Elena Faggionato, en el Cementerio de Olivos, ciudad de Vicente López. Además de su esposa e hija, están allí los restos mortales de sus padres y hermanos. Olivos no es un lugar menor en la historia personal de Frondizi. Vivió en la quinta presidencial durante los 4 años que ejerció su mandato y tuvo una activa participación social, como haber inaugurado el colegio de la parroquia Jesús en el Huerto de los Olivos. Es uno de los cementerio más importantes del país por su valor patrimonial. Descansan allí el presidente Pedro Ramírez, Arturo Jauretche, Salvador Mazza, José Fioravanti, Aurelia Tizón (primera esposa de Perón), Ángel Magaña, Niní Marshall, Hugo del Carril y Mariano Mores, entre otros. Y tiene entre su patrimonio artístico la estatua original de bronce de la Justicia como una mujer vendada realizada por el escultor Rogelio Yrurtia, emplazada en el techo de la bóveda del Colegio de Escribanos. En 2005, por ordenanza del Concejo Deliberante de Vicente López, se impuso el nombre de Presidente Dr. Arturo Frondizi al Centro de Convenciones, asumiendo el municipio el compromiso de resguardar la bóveda familiar.
El plan político-turístico-cultural de sacar a Frondizi de Olivos es para llevarlo a Concepción del Uruguay, Entre Ríos, y ponerlo junto a las cenizas del general Justo José de Urquiza en la Basílica Inmaculada Concepción. La justificación es que allí cursó la escuela primaria completa y parte del secundario; poco cuenta que Frondizi haya nacido en Paso de los Libres, Corrientes, y que casi toda su vida haya transcurrido en la ciudad de Buenos Aires.
Sus nietos dieron su aprobación al traslado a pesar de la oposición publica expresada por las familias Frondizi y Faggionato. Con más de cincuenta firmas, enviaron una carta al intendente Martín Oliva y al obispo Héctor Luis Zordán manifestando su abierto rechazo a la manipulación de los restos del presidente. Aunque el derecho asista a los descendientes directos, caben al menos estas preguntas: ¿era el deseo de Arturo Frondizi descansar para siempre junto al general Urquiza? ¿Quién se beneficia con la operación traslado? En esta triste historia de apropiaciones de muertos, la iniciativa suele venir siempre de la política, que es experta en desarrollar relatos que las justifiquen. Se arman proyectos con los muertos famosos invocando nobles intenciones que después terminan siendo parte del marketing político. Los cementerios son camposantos sagrados, lugares neutrales donde están quienes hicieron la historia de un pueblo y de un país. Cumplen una misión educativa, cultural e histórica irreemplazable. En cualquier caso, vaciarlos es una forma de vaciar la memoria de una sociedad. Arturo Frondizi es una personalidad que ha marcado profundamente la historia de todos los argentinos. Merece seguir descansando en paz, rindiéndole honores permanentes, y sin manoseos.
Autor del libro Necromanía. Historia de una pasión argentina