¡Pero qué pelot...!
“Lo único que faltaba, pedazo de pelotudo de mierda.” (Del diputado radical Migue Ángel Bazze, dedicado a Sergio Massa.)
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Corrían los años 90 cuando en la Redacción de LA NACIÓN se planteó una discusión de fondo. Hasta ese momento, los periodistas no escribíamos con todas las letras las “malas palabras”. Poníamos la inicial y tres puntitos suspensivos. Una forma elegante de trasladar los insultos al papel. Hasta que un día, a esta cronista le tocó cubrir en Parque Norte una cena de la Ucedé, el partido liderado por Álvaro Alsogaray. Aquella noche empezó bien hasta que voló una miguita, después un figazza cruzó el aire de este a oeste, dos canapés se estrellaron contra un ventanal y un centro de mesa fue a dar en el pecho del dirigente Jorge Aguado.
No me pregunten cómo sucedió pero, en un instante, la Ucedé sumó más insultos que votos en toda su vida política. Hombres destacados del derecho vociferaban improperios; mujeres primorosas se bajaban de los stilettos gritando guarradas. Había que escribir una crónica y lo más fuerte de la noche eran los hijos de p…, los pel… y los andate a c… Iban a ser 4500 caracteres llenos de puntitos suspensivos. Hasta que el responsable de la Redacción de esa época, José Claudio Escribano, decretó: “Si quien dice una grosería es un dirigente con responsabilidades políticas o un funcionario, la mala palabra se escribe completa. Que se haga cargo”.
¿Por qué contamos esto? Porque anteayer, en la “Honorable” Cámara de Diputados, el radical Miguel Ángel Bazze le gritó “pelotudo de mierda” a Sergio Massa. Se lo escuchó clarito. Y clarito fue consignado por todos los medios que cubrimos la sesión en la que Máximo Kirchner, enfurecido con la oposición, le hizo el flaco favor a Alberto Fernández de no poder llevar al FMI como trofeo de negociación para el pago de la deuda la media sanción del presupuesto nacional, dinamitada por la ira del hijo de la Pasionaria del Calafate, como bautizó a Cristina el amigo Jorge Fernández Díaz.
“¡Ya está, flaco; la cagaste!”, le gritaban a Máximo Kirchner varios compañeros de su bloque. “Qué tipo boludo”, se le escuchó vociferar a una diputada del mismo palo. Pero “boludo” es un término muy suave. No ofende tanto.
Como explicó el escritor y humorista Roberto Fontanarrosa con precisión quirúrgica en la Tercera edición del Congreso internacional de la lengua española, realizado en Rosario, en 2004, como parte de un panel que también integraba el doctor Escribano, no hay nada más contundente para defenestrar a otro que decirle pelotudo. Decía el Negro Fontanarrosa que es un vocablo “irreemplazable, por sonoridad, por fuerza y por contextura física. El secreto -comentaba y les sugería a las docentes en la sala que tomaran nota- está en la letra ‘p’. “No es lo mismo decir zonzo que decir “peloTudo”, acentuando esa consonante”.
“Lo mismo pasa con la “r” de la palabra “mierda”, abundaba Fontanarrosa provocando carcajadas entre sus oyentes. La “r” -explicaba- tiene potencia; “ahí está su contextura física. Es mucho más débil como lo dicen en Cuba: ‘mielda’, que suena a chino, y ahí está la base de los problemas que ha tenido la revolución cubana: la falta de posibilidad expresiva”.
Que se quede tranquilo el diputado Bazze. No ha dicho nada que la RAE no contemple. Fue muy expresivo y contundente. Aunque a Massa le pese.