Periodismo científico en pandemia: ¿a la altura de las circunstancias?
Comenzamos esta columna con la pregunta del título: el periodismo sobre temas médico-científicos en tiempos de pandemia, ¿estuvo a la altura de las circunstancias? Y esto merece una explicación. La expresión “periodismo sobre temas médico-científicos” es utilizada en lugar de “periodismo médico-científico” porque el análisis pretende enfocarse en la trascendencia que tiene la calidad informativa en temas tan sensibles y las consecuencias de su difusión por periodistas o médicos inexpertos o sin las condiciones comunicacionales adecuadas.
Si bien es cierto que la calidad de la información del periodismo sobre temas médicos debe ser siempre del más alto nivel, una pandemia generada por un nuevo patógeno potencialmente letal eleva la vara de esa práctica periodística a un nivel superlativo. La incertidumbre y el temor que estas circunstancias generan determina que la información periodística juegue un rol esencial en los resultados del manejo de una pandemia.
Las bases de una buena práctica del periodismo en general y del periodismo de temas médicos en particular, en una pandemia de estas características, deben ser ejercidas con un rigor excepcional.
¿Cuáles son esas bases de buena práctica del periodismo médico?
Verificar y contrastar obsesivamente la información antes de difundirla (no ceder ante la tentación de “la primicia”), consultar fuentes de primer nivel científico, priorizar consensos (más que opiniones individuales) y apoyarse en la mejor evidencia científica disponible deberían ser premisas irrenunciables.
¿Qué entendemos por medicina basada en la evidencia científica? Vale la pena detenernos brevemente en este concepto. Una definición muy sintética es la siguiente: “es el uso consciente, explícito y juicioso de la mejor evidencia actual para la toma de decisiones en los pacientes individuales” (Sackett DL y col. BMJ 1996, Jan 13:312 (7023): 71-2)
El recordado maestro y profesor doctor Alberto Agrest expresaba que " la evidencia científica es una afirmación fundamentada en observaciones de hechos espontáneos o provocados experimentalmente , analizados estadísticamente y enfrentados con grupos de control para descartar la influencia del azar. Se trata, en definitiva, de fundamentar científicamente la toma de decisiones “. (Agrest , Alberto: “Efectividad Clínica y Medicina Basada en la Evidencia” en Más reflexiones inexactas de un observador médico, Biblioteca Médica Aventis, 2002; 103-113)
Para completar la idea es importante destacar que hay términos que requieren una explicación clara, dado que invariablemente vemos que son utilizados periodísticamente en forma indistinta a pesar de tener un significado diferente. Por ejemplo : “eficacia” , “efectividad” y ·eficiencia”. Siguiendo los conceptos de Agrest, respecto a la eficacia: “…una droga puede servir para bajar la presión arterial” (eso refleja su eficacia). En cuanto al significado de efectividad, Agrest se refería a “las drogas que al bajar la presión arterial reducen la frecuencia de accidentes vasculares cerebrales. La demostración de efectividad demanda una observación más prolongada, un seguimiento difícil, un importante número de pacientes y la existencia de un grupo control” (es decir, un grupo no tratado con la droga en estudio). En muchos ensayos clínicos ese grupo control es tratado con la mejor droga disponible hasta ese momento, -en el caso de que exista un tratamiento -, que en estos casos cumple el rol de referencia comparativa o “gold standard”- frente a la nueva droga. Finalmente, la eficiencia es definida como la relación entre el costo y el beneficio.
Esto da una idea al lector de la complejidad de la interpretación de la información médico / científica. ¿Puede estar su difusión periodística en manos de comunicadores improvisados?
La respuesta parece obvia. Sin embargo, esta información tan sensible estuvo muchas veces durante la pandemia en manos de periodistas inexpertos, algunos incluso con una irresponsabilidad cercana al delito. En esa línea no fueron pocos los que difundieron presuntos tratamientos para el coronavirus que no disponían de evidencia científica en cuanto a eficacia, efectividad ni seguridad. Paralelamente, quedó en evidencia que no todos los médicos son buenos comunicadores. Esto ocurre aún con profesionales inobjetables en cuanto a su trayectoria y experiencia pero que emiten un mensaje en los medios que no es lo suficientemente conciso y comprensible para el público en general, generando, en estos casos, confusión e incluso conductas no adecuadas.
También proliferaron médicos “panelistas” con afán de vedetismo mediático, o, peor aún, con intención de coquetear políticamente y, algunos, con posibles conflictos de interés. Completando el panorama, surgieron influencers no médicos en las redes sociales emitiendo peligrosos mensajes.
Destacados disertantes del exterior en el reciente XI Congreso Internacional de Periodismo Médico (Buenos Aires, 24 / 09 / 2021), organizado por la Sociedad Argentina de Periodismo Médico (Sapem) revelaron que este problema fue global.
Un tema central que abordaron en el citado Congreso fue el sesgo en la información epidemiológica generado por la politización y polarización por parte de medios de comunicación oficialistas y opositores en diferentes países. Jugó un rol importante en este punto el concepto de la posverdad. Recordemos que la Real Academia Española (RAE) la define como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” En la práctica, la posverdad estuvo presente en el sesgo informativo de temas epidemiológicos y científicos que se “ajustaban” al abordaje informativo que el “nicho” de lectores de cada medio deseaba leer. En línea con estos aspectos, uno de los disertantes en el citado Congreso Internacional de Periodismo Médico, el Dr. Klaus Fleck - médico y periodista médico (Berlín , Alemania)- puso énfasis en lo que se describe como “razonamiento motivado” al señalar que determinado público rechaza información incluso científicamente fiable pero que no coincide con sus ideas o amenaza sus creencias. Básicamente se trata de aspectos emocionales generando un desvío en el razonamiento.
La existencia global de un periodismo que en muchos casos no estuvo a la altura de las circunstancias se convirtió en un “aliado” inesperado del coronavirus con una innegable cuota de responsabilidad en conductas sociales que dificultaron un manejo más eficaz de la pandemia.
El rol de las sociedades médicas científicas debería ser central como fuente de información periodística. Sus consensos institucionales, surgidos del debate de los especialistas más destacados, basados, repito, en la mejor evidencia científica disponible y en el análisis crítico de las publicaciones científicas, deben ser siempre la “materia prima” del periodismo que difunde temas médico-científicos.
La Argentina cuenta con excelentes periodistas científicos y sobrios médicos comunicadores. Se debería planificar un procedimiento razonable (quizás una guía consensuada de buenas prácticas ) para evitar las perniciosas consecuencias de la divulgación de temas médicos por parte de improvisados sin entrar en tensión con el principio básico de la libertad en el acceso a la información.
Generalmente el concepto de “mala praxis” está fuertemente asociado a la medicina. En la pandemia hubo, claramente en muchos casos, “mala praxis periodística”.
Profesor Adjunto de la Cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Medicina (UBA)