Pensando en 2024
Pareciera que ese hábito de diciembre caliente y con gente enojada en la calle se va perdiendo, ojalá definitivamente. El diciembre anterior lo habíamos terminado embriagados por el éxito en el Mundial de fútbol de Qatar y, este diciembre, lo terminamos todavía conmovidos por el inesperado triunfo de Milei y la, ya no tan inesperada, debacle peronista. En ambos casos, con delicadas situaciones sociales que, a diferencia de años anteriores, se logró evitar que se salieran de madre.
El último trimestre de 2023 fue una verdadera montaña rusa y la incertidumbre del proceso electoral no se agotó sino hasta el 10 de diciembre. Ayudó a lo extendido de la incógnita el empuje final de Sergio Massa, en modo candidato, que no dudó en hipotecar aún más los destinos de la Argentina, conduciendo la campaña presidencial más cara que se recuerde en la historia de nuestro país y, como es costumbre, financiada por el Estado o, como diría nuestro ahora presidente, financiada con “la nuestra”.
Mirando hacia atrás y siendo objetivos, Massa nunca tuvo una chance, como quedó demostrado en la derrota que sufriera por paliza. El milagro nunca estuvo cerca: inflación, casi híper y pobreza con índices casi de otro planeta, fueron un cóctel demoledor para su candidatura.
Javier Milei obtuvo un respaldo sólido, contundente y logró llevarse el premio mayor después de moderar un discurso extremo -de a ratos- que había sostenido prácticamente durante todo el año. Dolarización y motosierra fueron banderas que optó por arriar casi el día final, privilegiando el discurso anti casta que promete no perder vigencia ni siquiera en los tiempos bien complicados que se vienen.
La nueva administración simboliza, por lo menos hasta ahora, la esperanza y la ilusión de que una Argentina distinta, mejor, es posible. Parece haber grandes coincidencias en cuanto a lo correcto del rumbo, sobre todo entre la clase dirigente. Pero todos queremos, claro está, que el ajuste lo haga el de al lado y no uno mismo. Quizás por eso sea que esta vez necesitemos de paciencia y tolerancia extra para lograr que se hagan las cosas que hay que hacer.
Argentina vive en conflicto permanente; un conflicto al que ahora le ha estallado una gran bomba silenciosa, pero de gran efecto expansivo, como es el pico de una crisis económico-social que hemos venido arrastrando por épocas. Como en un espejo, el conflicto en Gaza y la guerra entre Hamas e Israel acapara los titulares, dándonos una muestra de cuán lejos puede llegar la miseria humana. Gaza pudo haber sido Dubai: los dos son pequeños territorios árabes sin petróleo y con clases dirigentes muy educadas. Sin embargo, Gaza eligió otro camino. Uno descendió a los infiernos, el otro se volvió la síntesis del éxito económico. Por estos lados decidimos tener nuestra propia guerra. No hemos tenido a Hamas, pero si a una clase política que lleva más de medio siglo en una tarea de destrucción sistemática. Una tarea en la que solo importan su agenda y sus intereses egoístas de clase.
En Gaza, la gente no piensa en el futuro, sino apenas en sobrevivir el día de hoy para ver qué pueda pasar mañana. Aquí nos sucede lo mismo. Los temas de agenda aburren, nunca cambian. Las tapas de los diarios son un calco de las de los años ‘60 o ‘70. En los últimos tiempos, Argentina ha estado en el radar global exclusivamente por dos titulares: la incredulidad por el agujero en que permitimos que nos metieran los increíbles desaguisados de Massa, por un lado, y la propuesta dolarizadora -por ahora fallida- de Milei, por el otro.
Mientras tanto, el mundo avanza. Es cierto que en la gran mayoría de los países hay problemas, como en años recientes la inflación, que se disparó en el mundo postpandemia y costó mucho esfuerzo ponerla en caja, pero los temas de fondo son otros.
El mundo prefiere enfocarse en una temática más de futuro, más allá de los intríngulis no resueltos de la geopolítica. La explosión de la Inteligencia Artificial, sus límites morales, pero también su increíble impacto sobre la productividad. La inesperada aparición de las drogas contra la obesidad, como Wegovy y Ozempic, que hicieron de una hasta hace poco pequeña y desconocida compañía dinamarquesa, Novo Nordisk, la empresa más grande de Europa. O los avances en quantum computing, tecnología capaz de resolver problemas tan complejos que reduce a las computadoras tradicionales a la categoría de pequeños infantes.
En Argentina elegimos seguir mirándonos al ombligo, mientras buscamos en otros las culpas de nuestros fracasos. Alberto Fernández y Sergio Massa se cansaron -hasta no hace mucho- de hablar del Covid, la guerra en Ucrania y la sequía, como la culpa de todos nuestros males. En el mundo se suele tomar el toro por las astas, admitir los problemas y solucionarlos. La respuesta global al brusco salto de la inflación y como se está logrando bajarla, sin grandes costos para la economía, es prueba de ello. Aquí, mientras tanto, seguimos en marcha forzada en la dirección opuesta y nos declaramos orgullosos campeones mundiales de la inflación. Algunos hasta se enojan cuando se les habla de desandar el camino. Increíble. Un zafarrancho que acaba de obligar a una mega devaluación y a iniciar la dantesca tarea de tener que terminar con las distorsiones de precios relativos, etapa previa al comienzo de un verdadero plan de estabilización. Parece mentira que todavía haya gente que se resista a combatir la inflación, con el discurso de que las necesidades son derechos que se deben cumplir como sea.
Gracias a Dios, una buena mayoría, casi 6 de cada 10 votantes, entendió el problema. Y Milei se ha comprometido a remediar la situación, tomando el único camino posible. Lamentablemente aquí no hay atajos y todos los caminos cortos, que hemos venido tomando hasta ahora, nos han depositados en lugares cada vez más horribles e impiadosos. Si así seguimos y si Milei fracasa en su misión, este año Argentina podría alcanzar niveles de pobreza no vistos desde antes de la gran corriente inmigratoria europea que empezó unos 150 años atrás, cuando todo el mundo era pobre salvo unos pocos privilegiados. Dirigencias de lujo.
El mundo reconoce los talentos individuales de los argentinos, quienes solemos triunfar en todos lados- salvo aquí- en las disciplinas más diversas. Tal vez pecamos de individualistas, pero nos reconocen también como jugadores de equipo cuando las circunstancias lo requieren. Quizás habría un par de cuestiones claves a considerar. Los que nos dirigen no son los más talentosos, el talento prefiere tal vez no embarrarse en los chiqueros de la administración pública y adolecemos de un marco institucional apropiado. Mejor dicho, no hay marco, las reglas se escriben con la mano y se borran con el codo, todo en un mismo día.
Hablando de talentos, mientras el mundo se asombra, por ejemplo, con la disruptiva aparición del joven Sam Altman, fundador de OpenAI, una de las empresas pioneras en inteligencia artificial, nosotros nos deleitamos con las “picardías” del Chiqui Tapia y sus secuaces, mandamases del fútbol argentino. Así estamos.
¿Qué esperar de los mercados en 2024?
Todo indica que 2024 será un año difícil. Así de simple. Tanto en el plano local como en el internacional, hay indicios de que no será un año de tendencias claras, lo que favorecería una postura de alta flexibilidad y de conducta inversora bien táctica, lo que no es para cualquiera. Esto dicho aun cuando todos los fondos de Galileo -desde siempre- enfatizan una estrategia de inversión fundamental.
Argentina ofrece las incertidumbres de un proceso de ajuste que recién está en sus umbrales, con un mercado que hasta ahora vino de festejo en festejo. Los mercados globales vienen también de un muy fructífero cierre de año, donde pareció primar la convicción de que: no va a haber recesión, las tasas alcanzaron un pico y los varios conflictos geopolíticos, que seguramente seguirán activos durante 2024, no terminaron siendo lo suficientemente traumáticos como para afectarlos negativamente.
El gobierno de Milei, con toda la urgencia a cuestas, recién está haciendo sus primeras armas. Ha anunciado un ambicioso programa de desregulación, ordenamiento fiscal y de precios relativos, como pasos previos a la implementación de un plan de estabilización. Es un esfuerzo casi fundacional y, también, muy necesario.
Sin embargo, esa tesitura de ir por todo, rehuyendo a la búsqueda de cualquier consenso, seguramente termine dilatando los tiempos de ejecución e incluso amenace también su probabilidad de éxito. La ley ómnibus enviada al Congreso Nacional incluye una suba de impuestos indispensable para cerrar el déficit y muy necesaria para que se pueda unificar el mercado de cambios e iniciar un verdadero plan de estabilización.
Por consiguiente, pasada la euforia producto del consumado cambio de régimen -con Milei adentro y con Massa afuera- y para que los mercados continúen con su derrotero alcista, tendremos que pasar varios meses de pruebas exigentes, hasta que se instale la percepción de que el plan funciona y que obtiene los respaldos institucionales necesarios.
Pensando en los pesos, se refuerza más que nunca la idea de ser tácticos. Con una inflación mensual que bate récords, promete no volver a un dígito hasta abril o mayo y con la desesperación del gobierno nacional por licuar las deudas en pesos del Banco Central y del Tesoro, lo más natural seria esperar que las tasas reales de interés continúen siendo muy negativas. En ese contexto, los bonos CER, la más efectiva manera de proteger el poder de compra, aun cuando los rendimientos ofrecidos oscilen entre 30% y 40% debajo de la inflación, conservarán su rotulo de inversión estrella únicamente si la estrategia del gobierno ahora en ejecución funciona y logra la unificación cambiaria sin necesidad de volver a devaluar en poco tiempo. Si eso no es posible, como muchos parecen temer, y una devaluación adicional es necesaria en tres o cuatro meses, la apuesta obvia sería posicionarse en dólares.
La opción de instrumentos en dólares parece ser la más segura y conservadora atendiendo la dinámica actual y viendo las dificultades del Ejecutivo para lograr que el Congreso y la Justicia acompañen su agenda. Por otra parte, los títulos en dólares parecen ofrecer un potencial interesante de apreciación de capital, si la nueva política económica empieza a rendir frutos. Eso aseguraría una contracción importante del riesgo país y la posibilidad cierta de un aumento de entre 30 y 50%, en el precio de los bonos soberanos en dólares. Pero, para estas posiciones, habrá que ser paciente y tolerar los vaivenes en las cotizaciones.
Considerando la eventualidad de que el gobierno de Milei logre atravesar con éxito el Sahara que tiene por delante, nuestros bonos preferidos son los globales 38 y 41. Para los más osados, tal vez bonos en dólares de la Provincia de Buenos Aires -como el 37- hoy operando a un descuento de 800/900 puntos básicos respecto de los soberanos. En cualquier caso, aunque todavía se pueda evitar, hay posibilidades ciertas de que Argentina tenga que reestructurar su deuda en 2025. Eso parece reflejado en alguna medida en las cotizaciones (en nivel de distress), y podría ofrecer una opcionalidad alcista interesante si acaba por no ocurrir.
Para los que aman el viento en la cara, las acciones seguramente vuelvan a ofrecer una oportunidad, a pesar de que vienen de dos años fantásticos. En el que acaba de terminar, nuestro fondo Galileo Acciones volvió a subir con fuerza, un 329% en pesos en el año. Todo indica que, si el plan de Milei se ejecuta con éxito, las posibilidades de una suba importante siguen estando ahí, más allá de que los próximos meses no serán fáciles y los balances de las empresas no serán tan buenos.
Pensando en el mediano plazo, las apuestas más obvias nos siguen pareciendo las empresas de servicios públicos, donde esperamos una necesaria recomposición tarifaria, las energéticas y algunas empresas específicas como Ternium Argentina. Los bancos, más allá de que son fiel reflejo del interés de los inversores del exterior en Argentina, dada su gran liquidez en ADRs, los preferimos con una ponderación menor, considerando que no son una buena protección contra la alta inflación ni contra una eventual suba del dólar.
Respecto del resto del mundo, donde la nave insignia es el mercado de acciones y de bonos estadounidenses, el brillante cierre de año nos invita a la prudencia. Los mercados han festejado que seguramente no haya recesión (habrá que verlo) y que la potencial baja de tasas de interés venga de la mano de un proceso de desinflación y no de contracción económica. Los precios han incorporado una baja de tasas por parte de la Reserva Federal; se esperan seis bajas de 25 puntos básicos cada una. Mayor incertidumbre parece haber respecto de si las tasas largas han encontrado un nuevo nivel en la zona del 4% anual, dejando atrás, para siempre, las tasas del 2% a las que nos habíamos acostumbrado.
Las valuaciones están estiradas y, para hacer la lectura del mercado aún más complicada, el motor de los grandes retornos en el 2023 fueron las acciones tecnológicas conocidas como los siete magníficos: Amazon, Apple, Alphabet, Meta, Nvidia, Tesla y Microsoft.
Otro factor para considerar en 2024 es la política: habrá múltiples procesos eleccionarios en el mundo. Se destacan las elecciones generales de USA, India e Indonesia, tres de las mayores economías del mundo y, también, en México. Es sabido que los cambios en la cima de las instituciones muchas veces son fuente de importantes dosis de volatilidad.
Con ninguno de los estrategas de mercados globales exhibiéndose optimista después de un muy buen 2023, no debería sorprendernos que este sea un año de retornos moderados, por lo menos en EE. UU., Europa y Japón. China sigue siendo una incógnita, pues la desaceleración económica continúa. Con todo, los mercados emergentes comienzan a destacarse a pesar de China.
Aquí hay que resaltar la potencialidad de nuestra región. Los mercados emergentes han vuelto al radar de los grandes inversores institucionales globales. Con China y Europa del Este fuera de la foto, América Latina se ha vuelto otra vez muy atractiva. No solo por el poco encanto o por la multitud de conflictos, que ofrecen otras regiones, sino también por lo atractivo de las valuaciones, hoy a unas 9 veces P/E comparados con casi 13 veces pre-Covid. También en el mercado de crédito, sobre todo corporativo, los rendimientos de entrada siguen siendo atractivos, en la zona de doble digito. Argentina bien podría terminar beneficiándose de una coyuntura en la cual se sostiene el flujo de capital hacia América Latina.
Lo hemos dicho hasta el hartazgo: los meses próximos serán críticos. Si la administración Milei supera con éxito los inmensos desafíos que se le plantean, con un buen punto de partida como lo es un diagnóstico correcto, la potencialidad de los activos locales es significativa. Habrá que estar listos, pero también habrá que ser pacientes.
El autos es CEO Galileo Fondos