Peligros e incertidumbres en el acuerdo con el FMI
El acuerdo con el FMI, los aplausos de la CGT, y el congraciarse con la UIA, no son garantías del fin del problema argentino. El país ya estaba en recesión y con problemas estructurales antes de la pandemia, con lo cual salir del efecto Covid-19 no sería justamente crecer, sino volver a una situación previa que no era precisamente una situación ordenada y en franco crecimiento.
Todos los países del mundo, después de tocar fondo por la pandemia tuvieron un rebote casi a los niveles de actividad previo, y Argentina no tenía por qué ser la excepción. Sin embargo, a pesar de haber recuperado casi el estado de actividad de niveles pre pandémicos no están dadas la condiciones para tener un crecimiento sostenible. Si las reglas de juego no han sido modificadas y en términos relativos son la mismas, los acuerdos, los apoyos, y los aplausos no mueven la realidad, y no cambiarán los resultados si seguimos haciendo las mismas cosas.
El crecimiento depende básicamente de tres puntos clave: la planificación, la inversión y la productividad. La inversión permite ser más productivos, y en consecuencia tener la posibilidad de ganar más dinero porque se es más eficiente. Sin embargo, en Argentina es fácil decirlo pero difícil hacerlo porque la planificación es inviable convirtiendo a la inversión muy riesgosa. Las reglas cambian, las regulaciones no están en línea con los estándares internacionales, el sistema impositivo ahoga, la infraestructura imaginaria y la justicia son poco eficientes para resolver conflictos. Es decir, es imposible pensar en largo plazo de manera sostenible haciendo que las “inversiones” tiendan a ser muy cortas y volátiles.
Difícilmente las intenciones tapen las incongruencias y sus efectos en el funcionamiento de la economía Argentina. Más aún, si se considera que el panorama internacional no será del todo favorable con China desacelerando, Estados Unidos conteniendo la inflación y limitando la suba de materias primas, un Brasil enfriando su economía porque la inflación tocó el 10% y los precios de importaciones subiendo por un mundo con inflación alta. A las claras el problema es multicausal, y al tener una fuerte impronta en cuestiones estructurales, con una coyuntura internacional que parece no acompañar, es poco probable un crecimiento sostenible arriba del 4% como pretende el gobierno.
Ante tal situación, sabida por funcionarios del FMI y por funcionarios argentinos, la máxima aspiración posible es la de concretar un “principio de entendimiento” pronto y después ver cómo se la va llevando. No hay mucho margen para hacer más precisiones. Es fácticamente imposible saber con exactitud qué metas fiscales, cambiarias y monetarias definir para que el país cumpla durante 10 años. Si a esto le sumamos la inflación reprimida durante el 2020 y parte del 2021, el alto déficit fiscal que es imposible reducir sin parar de nuevo la economía, serán todos factores que presionarán sin lugar a dudas durante todo el 2022, complicando el desempeño de la macro en general y el de muchos sectores que se verán influenciados.
El equilibrio es delicado. Las recetas tradicionales del Fondo ya no sirven en el mundo postpandemia, y nadie se va a jugar. Por eso se adoptó el camino inverso al tradicional para llegar a una hoja de ruta “acordada” por todas las que llamaron tanto la “atención”. La lectura es clara… “no hay certeza de los resultados ni de las acciones posibles y cómo impactarán en la Argentina. En este nuevo escenario mundial, si nos equivocamos…nos equivocamos todos” . Reflexión: “Errar es humano. Colocar la culpa en otro es estratégico”.
Analista económico