Pasiones mutantes
Entretelones de un tributo iberoamericano al grupo que unió psicodelia y Tropicalismo
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Os Mutantes es un grupo surgido en Brasil a fines de los 60, que representaba el ala psicodélica del Tropicalismo, ese movimiento musical y cultural con raíces en las ideas antropofágicas de los poetas modernistas de la década del 20 del siglo pasado, encabezado por Caetano Veloso y Gilberto Gil.
Los escuché por primera vez a comienzos del nuevo milenio. Literalmente, en enero del año 2000. Tenía 20 años. Estaba en Miami, visitando a mi familia, y con mi tío Gustavo fuimos a una tienda de CDs usados. Estoy casi seguro que era The CD Solution, pero no podría asegurarlo. (Lo más duro de la muerte de un ser querido no es sólo la ausencia física, es perder también ese refugio de memoria de los momentos compartidos.) Ir a comprar discos era un paseo recurrente, y si estaban a buen precio, mucho más interesante. Allí me encontré con un disco que me atrapó desde la portada. No sólo había una foto buenísima de los tres integrantes del grupo saltando, capturados en el aire con un fondo de cielo turquesa y nubes de algodón, sino que además la caja de acrílico tenía pegada la etiqueta de Luaka Bop, el sello que había fundado David Byrne.
Sabía algo sobre ellos por Verdade Tropical, el libro de Caetano Veloso. Pero nunca los había escuchado. Conocía un par de hits de Rita Lee, “Lanza perfume” y “Baila conmigo”, pero ella todavía no había editado Bossa N´ Beatles, el disco con el que vendría a Buenos Aires a tocar en el Luna Park, con Charly García como invitado estelar.
Por esa época, el gaúcho Arthur de Faría también vino a Buenos Aires, junto al Profesor Luiz Augusto Fischer, para dictar un seminario intensivo sobre MPB en el Centro de Estudios Brasileros. Yo empezaba mi carrera como periodista y esas clases me abrieron la cabeza en muchas direcciones, pero fueron, también, el inicio de una bella amistad.
Por su afán renacentista, Arthur es un personaje fascinante: compositor de canciones, de músicas para cine y obras de teatro, investigador, escritor, curador de los principales concursos de música popular y, además, durante muchos años condujo uno de los programas de radio más exitosos de Porto Alegre. También se transformó, para mí, en un faro musical: me recomendó varios discos fundamentales, como el Passo de Anjo, de la Spok Frevo Orquesta y Contraditório? de DJ Dolores. Entre muchos otros.
En una de sus visitas a Buenos Aires, me contó que estaba craneando un tributo a Os Mutantes realizado por artistas iberoamericanos y me invitó, primero, a escribir las liner notes del álbum. Pero pronto tuvo la idea de convocarme, también, a producirlo juntos.
Por esa época, sería el 2007, llegó a mi escritorio de Rolling Stone el primer disco solista de Manuel Onís, que en los 90 había integrado El Horreo, un grupo psicodélico, y también había sido contrabajista de La Chicana, agrupación clave para la construcción de una nueva estética tanguera y rioplatense. Bagunça se transformó pronto en uno de mis discos favoritos (hasta el día de hoy), y se me hizo natural invitar a Manuel a participar del tributo. Pero fue tan grande su impulso, que se terminó sumando a la producción. El álbum, que se editó en 2010, se llama El Justiciero Cha, Cha, Cha, e incluye la participación de artistas notables, consagrados y emergentes, de siete países. De Café Tacvba a Liliana Herrero junto al tribalista Arnaldo Antunes; de Fito Páez a Aterciopelados; de Fernando Cabrera a Martín Buscaglia. Fue un disco hecho a pulmón, con dedicación artesanal y sin otro interés que honrar y difundir la obra de un grupo de culto a escala planetaria. Ese álbum, desde el viernes pasado, tiene una vida número dos: está en las plataformas de streaming. Más allá del amor que le pusimos, el talento que despliegan todos los artistas involucrados amerita, al menos, una escucha.