Para qué sirve leer
Hay libros que intentan dar cuenta del origen de la lectura. Suelen provenir de ámbitos académicos, y cumplen con cierto rigor investigativo. Algunos son verdaderas piezas historiográficas de este quehacer intrínsecamente humano. Otros se escapan de la clasificación y más bien exaltan la aventura personal frente a los libros. Por lo general, se formulan casi como una propuesta de vida. El vértigo de no saber lo que se está a punto de comprender: ésa es la gracia de la lectura. Aquel borde del entendimiento, un atisbo de la belleza del mundo.
Quizá por eso, el mexicano Gabriel Zaid, un deseante lector estrechamente vinculado a la industria editorial, se hace la siguiente pregunta en su recién publicado ensayo Leer (editorial Océano): "Pero si leer no sirve para ser más reales, ¿para qué demonios sirve?" En esta misma senda, ubica la relación entre el arte y la vida (elaborada por Aristóteles, pero también por Oscar Wilde en "La decadencia de la mentira"): "Lo innecesario se manifiesta por el arte, y tal vez por eso se ha llegado a creer que el arte es innecesario (...) Lo innecesario es la necesidad que integra todas las demás".
Zaid considera que la vida práctica es inseparable de la vida creadora. "Un hombre creador que no es práctico es un mal artista, y un hombre práctico que no es creador no es un hombre práctico."
El libro cuenta con varios itinerarios de lecturas posibles. Comienza con "Lectura y realidad", sigue con "Práctica de la lectura", "Lectura, conversación y cultura" y culmina con un inesperado curriculum vitae y un epitafio del propio Zaid. El curriculum es un breve punteo de sus marcas de lectura. La primera ligada a su tos convulsa, que lo mantuvo en cuarentena, en una huerta, en la que su madre, "para distraerse y distraerme, leía en voz alta, con algunos silencios en pasajes inconvenientes. Era el paraíso: haber raptado a mi madre". La segunda marca proviene de la ceguera de su padre, que le abrió los ojos desmesuradamente: "A veces siento que estoy viendo lo que no hay que ver, que cometo algo horrible frente al cielo", En cuanto al epitafio, imaginario pero digno de un lector satisfecho, es el siguiente: "Murió reconciliado con el misterio de haber nacido".
El libro cuenta con la presentación de Fernando García Ramírez, un reconocido ensayista y editor (de revistas como Textual , Vuelta , Letras libres y Lupa ciudadana ), que extiende la idea de "lectura" a un modo particular de descifrar el entorno; leer la realidad como quien busca el sentido de lo que se muestra sin sentido. La televisión, por ejemplo. Leer la pantalla chica (como diría Umberto Eco) no es solamente adoptar una mueca involuntaria, por lo general boba, frente a lo que se muestra; también implica un ejercicio gozoso o crítico de interpretación.
Vuelvo sobre la frase de Zaid. La lectura nos vuelve más reales; es decir, partícipes de algo que desconocemos pero que nos determina: la belleza del pensar, no exenta del dolor de comprender.
© LA NACION
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