Para negociar con el FMI tiene que haber una sola voz, la de Guzmán
Somos el país que más veces ha tenido que recurrir al FMI. En los 60 años que van entre 1958 (nuestro primer préstamo), hasta el 2018 (el último), vivimos casi la mitad del tiempo bajo "programas" con el Fondo. Un total de 22, todos fracasados. ¿Por qué?
A excepción de los períodos de bonanza en los precios de las materias primas, cada vez que la economía crece, las importaciones aumentan más rápido que las exportaciones y nos quedamos sin dólares. Lo "arreglamos" pidiendo prestado, pero inexorablemente la desconfianza se instala y la crisis se hace inevitable. Ahí es cuando llamamos al "911".
Llega la "ambulancia" del FMI y es como entrar en la guardia de un hospital. El personal sanitario aplica el protocolo de "emergencias". El objetivo no es curar la "enfermedad crónica" que nos lleva a los defaults recurrentes, sino apenas a evitar el próximo. Los problemas crónicos requieren tratamientos de largo plazo, como el acuerdo de facilidades extendidas que quiere negociar el Ministro Martín Guzmán, si lo dejan...
Cuando un "paciente" llega a la "guardia" del Fondo, sin reservas, con un déficit fiscal imposible de financiar y con una inflación es excesivamente alta, lo prioritario es lo inmediato. Alinear el gasto con los ingresos, dejar que la moneda se deprecie y bajar la inflación aumentando la demanda de dinero, es decir, subiendo las tasas de interés. Eso funciona en los países "normales", es decir en los países con moneda y con gobiernos que se alternan sin cambiar diametralmente la política económica del anterior.
La independencia del Banco Central es un objetivo en todos los programas antiinflacionarios del FMI. Una ironía, ya que es el propio Fondo el que exige que la autoridad monetaria aumente fuertemente las tasas de interés. Algunos hacen plata arbitrando entre las tasas internacionales y las locales, pero los argentinos seguimos sin confiar en el peso. ¿Se puede confiar en la moneda de una economía enferma?
La recesión hace que caigan brutalmente las importaciones. Reaparece el "superávit" de dólares, pero la economía cae y la pobreza se dispara. Cuando situación se hace social y políticamente insostenible, abandonamos el programa y le echamos la culpa de todo al FMI. Nuestra tradicional forma de evitar el espejo.
Cuando situación se hace social y políticamente insostenible, abandonamos el programa y le echamos la culpa de todo al FMI
¿Cómo sigue? De la única forma en que un gobierno puede evitar una eclosión social; aumentando el gasto. Con una fuerte devaluación bajan los salarios y "ganamos" competitividad, pero los problemas estructurales siguen vírgenes y en poco tiempo empieza el ciclo nuevamente.
Es una película que ya vimos muchas veces. Por eso, el que se ausenta de la Argentina por veinte días, vuelve y encuentra todo cambiado. Pero el que regresa después de 20 años, encuentra que todo sigue igual (pero peor). Soluciones de corto plazo que llevan a crisis recurrentes. El resultado final es siempre el mismo.
Hoy, con casi un 50% de los argentinos bajo la línea de la pobreza, el gobierno negocia un nuevo préstamo del FMI. ¿Otra vez sopa?
El que se ausenta de la Argentina por veinte días, vuelve y encuentra todo cambiado. Pero el que regresa después de 20 años, encuentra que todo sigue igual (pero peor)
No necesariamente, si aceptamos dos realidades. En primer lugar que, si bien los argentinos tenemos pesos en el bolsillo, en nuestra cabeza hay solo dólares. Por ende, pedirle al BCRA que suba las tasas de interés a niveles muy positivos no es una forma de "apuntalar" la confianza en el peso, sino una oportunidad para hacerse de más dólares. ¡Solo se trata de saber saltar a tiempo!
En segundo lugar que necesitamos alinear los ingresos fiscales con el gasto público. Eso no se logra "mejorando" la fórmula de actualización de las jubilaciones. Ahorrar "monedas" a costa de los jubilados es ladrarle al árbol equivocado. Lo que necesitamos es aumentar los ingresos de la ANSES. Eso requiere menos planes y más empleo, PRIVADO y FORMAL. Necesitamos reformar la legislación laboral y recalibrar los impuestos, premiando a los que invierten, toman riesgos y crean empleos.
Ahorrar "monedas" a costa de los jubilados es ladrarle al árbol equivocado
Un programa de facilidades extendidas, como el que Guzmán está negociando con el FMI, es una oportunidad para cambiar el "vamos viendo", por una hoja de ruta de reformas secuenciales y aplicadas en forma socialmente aceptable. Solo aumentando la competitividad de nuestra economía podremos financiar el gasto social al que aspiramos.
La negociación con el FMI va a ser complicada. Le debemos 55.000 millones de dólares. Una cifra enorme, equivalente a la suma de lo que le deben los cinco siguientes mayores deudores: Egipto, Ucrania, Paquistán, Grecia y Sudáfrica. A su vez, los vencimientos están muy concentrados en el 2022 y 2023; léase, los dólares del Fondo tendrán que llegar antes de que podamos implementar las reformas que se incluyan en el programa.
El FMI sabe que sin un nuevo préstamo no tenemos capacidad de repagarle. Eso, hasta cierto punto, nos hace "rehenes mutuos". Pero cuidado, si bien un nuevo programa está tanto en el interés del Fondo como en el nuestro, Guzmán está empezando una negociación asimétrica. El apuro es solo nuestro.
Cometimos el error de negociar con los acreedores privados, sin un acuerdo con el FMI y usando las pocas reservas que nos quedaban. La reestructuración de la deuda fue "exitosa", pero solo en los papeles. El mercado ni se enteró. En mayo del 2021 tenemos vencimientos con el Club de París y en septiembre con el propio Fondo. Seguimos sin acceso al crédito, justo cuando las tasas de interés internacionales están en niveles históricamente bajos y "llueven" los dólares que necesitamos para invertir en infraestructura, en mejorar la capacitación técnica de nuestros jóvenes y en acompañar la capitalización de nuestras empresas privadas. Estamos pagando un costo de oportunidad enorme y cuando más se demore el acuerdo con el FMI, peor.
Pese a estos errores, Guzmán acertó en pedirle al FMI un acuerdo de facilidades extendidas y también en proponer que el nuevo programa sea legitimado por el Congreso. Para que volvamos a ser un país pujante, de clase media y con oportunidades para todos, será indispensable consensuar reformas estructurales y políticas de mediano plazo. Pero primero necesitamos negociar con el FMI y esto es responsabilidad solo del poder ejecutivo. Como en toda negociación compleja, es importante que la Argentina pueda hablar con una sola voz, esa tiene que ser la del propio Guzmán.