Para Cerruti Perón no tiene razón
El fundador del PJ decía que era relativa la influencia de los medios en las elecciones; la portavoz se puso el casco contra la prensa y elevó su perfil
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Habrá que refrescarle, una vez más, a la portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, la sabia reflexión autocrítica del presidente Juan Domingo Perón, efectuada el 28 de mayo de 1974 ante representantes gremiales de los artistas, locutores, la prensa, el cine y los radiotelegrafistas: “En 1945, todos los medios masivos de comunicación estaban contra nosotros y ganamos la elección. En 1955, todos los órganos estaban a favor de nosotros (la mayoría eran nuestros) y nos echaron. Y en 1972 estaban todos contra nosotros y ganamos obteniendo en las elecciones el 60 por ciento de los votos. De manera, que en esta vida es todo relativo”.
Y eso que Perón ya no está entre nosotros para hacer esta sencilla cuenta que reforzaría aún más su muy fundamentada tesis: desde la restauración de la democracia hace 39 años, más de 27 los hemos pasado (ahora mismo también) bajo el imperio de variopintos gobiernos justicialistas.
Para Cerruti tal abrumadora evidencia no es suficiente y ha dicho que “las operaciones políticas periodísticas son un enorme riesgo para la democracia porque inciden directamente en el resultado de una elección”.
Puede ser que la vocera esté todavía con la sangre en el ojo por los resultados adversos a su fuerza en las elecciones de 2021, y porque se ve venir algo parecido, o todavía más contundente, en los comicios presidenciales del año próximo. Pero su teoría se cae a pedazos si se recuerdan los triunfos presidenciales peronistas de 1989, 1995, 2003, 2007, 2011 y 2019, inclusive algunos de ellos con muy altos porcentajes, por mucho que despotricaran los llamados “medios hegemónicos”.
A los peronistas de la “primera hora” no les llama la atención que los de la “última hora”, como Cerruti, contradigan con tanto desparpajo las enseñanzas del gran jefe y fundador del movimiento que lleva su nombre. “Pasa que ella (y muchos k) -opinó filoso en Twitter el abogado y político peronista Juan Carlos López- no es peronista: es una oportunista saqueando al Titanic.” Alude, tal vez, a que Cerruti accedió a sus primeros cargos electivos por Nuevo Encuentro, la pequeña fuerza liderada por Martín Sabbatella, que después también hizo carrera bajo el paraguas kirchnerista.
Pero si a Cerruti no le gusta esta cita de Perón, bien podría reparar en esta otra tan trillada de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido” (en lenguaje inclusivo, estúpida/estupide). O sea, que la gente vota de acuerdo a los placeres o sinsabores que le depara su propio bolsillo, independientemente de la orientación y decibeles del cotilleo mediático. Es, más o menos, lo que sucede en cualquier país y la razón es obvia.
Ya que la portavoz estudió y dio clases en la ideologizada facultad de periodismo de La Plata debería tener más fresco lo que algunos prestigiosos teóricos internacionales de la comunicación dejaron en claro hace varias décadas: que los contenidos políticos en los medios solo refuerzan las tendencias a favor o en contra que ya tiene dentro de su cabeza cada ciudadano. ¿O supone Cerruti cándidamente que un antikirchnerista variaría su voto por el solo hecho de ser mantenido atado las 24 horas del día frente a la pantalla de C5N? El experimento sería contraproducente: no solo seguiría votando en contra del actual oficialismo sino que, probablemente, potenciaría sus impulsos agresivos.
“Tenemos un ecosistema de medios opositor muy importante que no refleja las mejoras económicas actuales”, dice la portavoz que se alarma porque encienden un fósforo en la casa de enfrente, mientras se está incendiando la suya.
¿No será, acaso, que las expectativas favorables que pretende se tengan hacia la economía son repetidamente bombardeadas por Cristina y Máximo Kirchner y La Cámpora, primero de manera manifiesta (cuando era ministro Martín Guzmán) y -por ahora- sotto voce, aunque Silvina Batakis insista en recorrer una senda similar a la de su antecesor?
Está claro que la nueva estrategia comunicacional oficialista responde a las necesidades de un peronismo acorralado: barrer debajo de la alfombra los propios errores sin hacerse cargo de ninguno y responsabilizar al enemigo de afuera. Coordinamente todos contra Martín Guzmán primero que nada, pero después lo de siempre: disparar contra los medios, los empresarios, el campo, los especuladores, etcetera.
El Presidente inauguró esta inefable maniobra en su discurso leído el 9 de julio en Tucumán: “Bajen las armas, acá hay un pueblo que quiere comer, tener salud, educación y ser feliz”, dijo como si él no tuviera nada que ver en que algo de eso suceda.
Desde entonces se impuso como rutina diaria hacer visitas protocolares de variadas intrascendencias, en tanto que la portavoz elevó considerablemente su perfil polémico, tal vez a manera de pararrayos para desviar la atención hacia ella. Y vaya si lo logra.