Excéntricos y superilustrados
¿Una manera distinta de ver la realidad o una simple provocación? La muestra actual en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires reabre el debate sobre la función del arte
No se le escapa a nadie que algunos artistas se han esforzado por construir una imagen de “raros”. Y, a la vez, a cierto público le place el artista extravagante. Si esa “rareza” responde a una pose o a un pensamiento diferente es algo que puede dirimirse en Excéntricos y superilustrados. Éste es el desafío del equipo curatorial del Museo de Arte Moderno integrado por Javier Villa, Sofía Dourron y Laura Hakel, que convocó a algunos artistas y seleccionó obras de otros.
Entre quienes componen este mosaico se cuentan Alberto Greco, Benito Laren, Delia Cancela, Federico Manuel Peralta Ramos, Fernanda Laguna, León Ferrari, Liliana Maresca, Lux Lindner, Pablo Suárez, Xul Solar, Zoe Di Rienzo y los cuatro artistas que protagonizan esta visita guiada virtual: Sergio de Loof, Fabio Kacero, Alejandra Urresti y Dana Ferrari.
Los curadores organizaron la muestra en núcleos conceptuales. El primero se focaliza en “la deconstrucción de lenguajes que alteran los modos de comunicación preestablecidos en busca de formas alternativas de construir relatos”.
El segundo conjunto de obras pone en escena “el pensamiento político alejado de los discursos panfletarios” y refleja modos de abordar la política desde el humor, la ironía y la figura del artista. El tercero indaga la idea de estilo “vinculada a la construcción de la identidad y su representación, a través de los profundos lazos entre arte, diseño y formas de vida”.
Finalmente, el último núcleo de la exposición plantea la inagotable pregunta por la figura y el trabajo del artista, “entre la autorreferencialidad y el gesto absurdo y repetitivo”.
El Monarca
Sentado en una cama, relajado y barbudo, ahí está Sergio de Loof, alto prócer del underground. Frente a la cámara relata capítulos de su creatividad inagotable, de su capacidad de reconstrucción indestructible.
El documental El Monarca fue filmado en junio de este año por Francisco Garamona y es la obra que mejor representa el espíritu de la muestra. Sin rigor, y aceptando las torpezas de la memoria, De Loof cuenta cómo creó boliches como Salón el Dorado, Morocco, Club Caniche, Ave Porco y otros tantos, además de la todavía vigente revista Wipe.
El otrora rey de la noche cuenta que ama la estética del “vidrio biselado”, porque la asocia con el diamante y el Paraguay, “que tiene mucho oro”. Que después de Andy Warhol no le gusta nada. Que ama a Luis XV y a Mercedes Sosa, “porque está con el pueblo y la monarquía”. Que Juan Calcarami le devolvió la tierra en la que jugaba a las bolitas cuando era chico, y de la que se había olvidado por querer ser famoso. Que creó el primer restaurante nouvelle cuisine donde se servía pastel de papas como lo hacía su mamá. Que en El Dorado había drag queens que se sentaban con Susana Giménez y podían hablar de cualquier cosa (“no te digo que eran universitarios, pero eran personas”). Que en Ave Porco, Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta repartían verduras entre el público para que las arrojaran mientras actuaban.
Desde un lugar “poco intelectual y simplista”, De Loof le agradece a Dios los dones que le dio y le quitó. “Es mi única manera de entender lo que me pasó y por qué pude ser artista”, dice, antes de afirmar que “el destino está escrito no sé dónde” y terminar el video recitando las siete peticiones del padrenuestro.
La paradoja del falso/verdadero alunizaje
Con la misma solemnidad que se muestra el Libro de Kells en el Trinity College de Dublín, Fabio Kacero exhibe sus ejemplares únicos de libros. En uno de ellos hay un texto corto, escrito a la manera del Tractatus Logico-Philosophicus del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein. En el otro se cuenta que a principios de 1969 los científicos de la NASA, en plena carrera espacial, le piden a un director de cine que fragüe una película que registre la supuesta llegada del hombre a la luna. Le pagan una fortuna por su trabajo y su silencio perpetuo. El director acepta e impone condiciones: debe filmarse en locaciones reales. ¿Dónde? Pues en la misma luna.
El cuento no termina aquí, siguen más humoradas. Por un lado, hay cierta evocación de aquel cuento de Jorge Luis Borges, “Del rigor en la ciencia”, donde se proponía una cartografía tan perfecta que el mapa tendría el mismo tamaño del territorio. Kacero redobla la apuesta y propone una película paradojal: que el falso alunizaje se filme en la luna. Una lógica ilógica como la paradoja de Epiménides el cretense, quien afirmaba que todos los cretenses eran mentirosos; si decía la verdad, mentía; si mentía, decía la verdad.
Otra vez esperando a Godot
Vladimir y Estragon esperan en vano a Godot, que nunca llega. El espíritu existencialista sobrevuela en el video de Alejandra Urresti, Volar y chocar. Ahí se la ve a ella, adusta, con un brazo pegado al cuerpo y el otro haciendo rebotar una pelotita unida por una goma a una paleta, en cien encuadres diferentes, en este video de cincuenta minutos.
Otras de sus obras apelan a la repetición: selló 62.400 veces la palabra “paciencia” en talonarios; filmó a cien cubanos diciendo la palabra “Alejandra” y a su padre escribano garabateando su firma “que hará legítimo un acto”.
Dana Ferrari, por su parte, dirige la cámara a su madre y le pide que la ayude a hacer una obra de arte. Con una dicción desdibujada e insistencia caprichosa persigue a “ma”, a “pa” y a Ivo para que cooperen con su obra de arte.
Ivo se convierte en un metrónomo humano que pivota entre la madre y la hermana. La familia termina cantando “No importa la distancia”, canción que interpreta Ricky Martin en Hércules, la película animada de Disney. “El poder de un héroe –dice la letra– está en su corazón.”
En palabras de los curadores: “En la actualidad, cuando impera el desencanto, el conflicto bélico, la turbulencia política y la exigencia de productividad, son los artistas quienes esbozan la pregunta sobre la función del arte y el artista en la sociedad. Algunos de ellos lo hacen a través de gestos absurdos, la tontería o la aparente improductividad, como un modo de resistir los principios económicos que rigen la sociedad”.
Godot no llegó y nunca se supo quién o qué fue. Algo semejante ocurre con el arte contemporáneo.