Panorámica. Lo eterno, lo efímero y una danza lunar en el cielo
Templo de Poseidón: a 70 km al sur de Atenas, sobre el Cabo Sunión, la belleza de la antigua Grecia sigue presente
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Piedra sobre piedra. Así se va armando la historia de la humanidad: un palimpsesto donde las últimas capas siempre se creen nuevas y originales. Aunque nunca, jamás, lo sean.
El templo de Poseidón del cabo Sunio, al sur de Atenas, fue construido en la época arcaica y probablemente destruido por los persas en el 480 a.C. Sobre las piedras primigenias se reconstruyó, en tiempos de Pericles, el edificio que hoy, otra vez devenido ruina, resurge en fotos, selfies, pósteres, láminas, grabaciones, videos.
En Membrana, la última novela de Jorge Carrión, la humanidad toda es ya una ruina del pasado y las inteligencias artificiales, las encargadas de nombrar, clasificar y dotar de sentido aquello que la especie humana dejó tras de sí
En Membrana, la última novela de Jorge Carrión, la humanidad toda es ya una ruina del pasado y las inteligencias artificiales, las encargadas de nombrar, clasificar y dotar de sentido aquello que la especie humana dejó tras de sí. “Estamos en los cráteres del mito y el mito dice que en el origen fue tejido y catástrofe”, escriben las indefinibles IA en alusión a la diosa Atenea y la humana Aracne. Es el año 2100 y de lo que se trata es de inaugurar un Museo del Siglo XXI que –finalmente, es un museo sobre la humanidad– lo intenta incluir casi todo: los restos de la primera hoguera, las máquinas Singer, los primeros prototipos de robots, la primera edición de Frankenstein, la serie Galáctica, la primera guillotina. El palimpsesto de la historia, revisado –a través de la imaginación de Carrión– por seres no humanos.
Pero no estamos en 2100, sino en 2022, al cabo de unas semanas en las que la luna nos deslumbró como lo habrá hecho, qué duda cabe, con el primer homínido que alzó la vista y miró.
Hubo eclipse y luna de sangre, un modo tal vez demasiado cruento para nombrar lo que no deja de ser simple belleza.
Hubo danza en el cielo, éxtasis de los aficionados a la astrología, disfrute de todos los que, como algún antiguo homínido –y para ¿deleite? de futuros biógrafos del destino de nuestra especie– saben que el misterio del mundo también nos constituye.