Panorámica. Las mil formas y los mil colores del Ramadán
Mes sagrado: la semana pasada finalizó una de las más importantes celebraciones del mundo musulmán
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La semana pasada, buena parte del mundo estuvo de fiesta. Culminó el Ramadán, la gran celebración de la comunidad musulmana, todo un mes enmarcado en los ritmos lentos del ayuno, la introspección, el rezo.
Al cierre –todo está regido por el calendario lunar– tuvo lugar el Eid al-Fitr, la “fiesta de la ruptura del ayuno”: oraciones comunitarias, reuniones familiares, intercambio de regalos. Una fiesta que dura tres días y que en algunos lugares se transmuta en la expansión del Carnaval. Así suele ocurrir: hay un credo, un mes sagrado, una tradición. Y mil formas de hacerlos carne. Vean si no estas imágenes. En todas el punto de encuentro es el fin del Ramadán; en cada una lo que ocurre es distinto.
Como con casi todo: hay un modo de vivir el Ramadán si se es mujer, otro si se es varón. Hay un modo de vivirlo si se es niño, otro si se es adulto. Algunos creyentes habrán transitado lo sagrado sumidos en violencias que poco saben de silencios o retiros; otros habrán agradecido el privilegio de estar protegidos de las furias del mundo.
¿Las mujeres de riguroso velo que se congregan en Shahr-e-Rey, al sur de Teherán, albergarán oraciones similares a las de la mujer que, en Uganda, despliega sombrero primoroso, falda azul eléctrico, sillón y cotillón? Imposible saberlo. ¿Qué pensamientos anidarán tras los rostros cubiertos de esos hombres fuertemente armados que custodian la mezquita de 99 cúpulas de Makassar, Indonesia? ¿La celebración religiosa, los ayunos, las renuncias y ruegos también les pertenecieron? Y qué decir del niño fotografiado en Bangalore, India: pies descalzos, vestimenta impecable, brazos cruzados en imitación perfecta de sus mayores. Y esos anteojos que un juego de luces quiso naranjas, una chispa casi pop que lo mantiene en la infancia, aunque aquí esté ensayando el camino hacia una específica versión de la hombría.