Panorámica. La energía, el bien escaso que mueve al mundo
Evionnaz, Suiza. Las torres de alta tensión rodean a una turbina de energía eólica en el cantón de Valais.
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A mediados de los años noventa se estrenó Fuga de Los Ángeles, película de ciencia ficción dirigida por John Carpenter, ambientada en un hipotético año 2013. Un film como tantos otros en su especie: relato de un futuro decadente, corrupto y violento.
Hacia el final, Snake Plissken, el protagonista interpretado por Kurt Russell, está harto. Cansado de repartir puñetazos, hastiado de sus congéneres, asqueado de sortear manipulaciones, avaricia, mezquindad. Tiene en las manos un juguetito peligroso: un dispositivo –suerte de botón rojo que alguien le birló al gobierno de los Estados Unidos– capaz de sacar de funciones a un poderoso satélite y liquidar el sistema energético mundial.
Son los últimos minutos de la película, a Snake el nihilismo se le hace carne y otro personaje intenta conmoverlo: “Si pulsas ese botón todo lo que hemos conseguido en los últimos 500 años se acabará–le dice–. Nuestra tecnología, nuestro modo de vida, toda nuestra historia. Tendremos que empezar de cero”.
Son los últimos minutos de la película, a Snake el nihilismo se le hace carne y otro personaje intenta conmoverlo: “Si pulsas ese botón todo lo que hemos conseguido en los últimos 500 años se acabará–le dice–. Nuestra tecnología, nuestro modo de vida, toda nuestra historia. Tendremos que empezar de cero”.
Es inútil. Clic. Se activa el dispositivo, el satélite colapsa, sobreviene el apagón. A Snake, el más tough guy de todos, no se le mueve una ceja. Busca un cigarrillo, lo enciende, contempla la llamita. “Bienvenidos a la raza humana”, dice y sopla. Noche cerrada. Oscuridad total. Fin.
Nuestro presente no es el que imaginó Carpenter, pero cabe preguntarse qué ocurrirá con esta humanidad agotada que venimos siendo, exhaustos tras dos años de pandemia, horrorizados ante la invasión a Ucrania e inmersos en la crisis energética que esa guerra desató. En Europa, la discusión por las renovables se eclipsa y gana la ansiedad por que la energía llegue, de la fuente que sea, pero que llegue.
“Bienvenidos a la raza humana”, diría Snake sin inmutarse, mientras se esfuman los buenos propósitos de hace dos años (¿alguien se acuerda de los pronósticos sobre un mundo pos-Covid más verde y equitativo?), y la jungla avanza.