Pandemia, extremismo y un sinfín de confusiones en la Argentina
En un país como la Argentina poder reflexionar sobre problemáticas político-partidarias y problemáticas socio-económicas no es algo que requiera demasiado esfuerzo. Hace décadas solemos encontrarnos con infinidad de situaciones, actitudes y acciones que nos parecen insólitas, inapropiadas, reprochables o dignas de ser modificadas para lograr una mejor calidad de vida.
Desde la llegada de la pandemia, y a partir del 20 de marzo de 2020 en la Argentina, nuestras proyecciones se volvieron más inciertas, comenzamos a vivir un mundo de sensaciones contradictorias, confusas, inconcebibles. El tiempo, las necesarias investigaciones científicas, ese esquema que solemos llamar ensayo-error e inteligentes observaciones y acciones, suponíamos que irían despejando dudas y marcándonos una hoja de ruta para ir saliendo de este “mundo coronavirus” y poder retornar por fin a la vieja normalidad.
La pandemia por coronavirus afectó y afecta al mundo entero, exceptuando a unas pocas naciones que parecen haber podido ganarle la pulseada a este virus que contagia sin piedad y satura sistemas de salud, complicándonos significativamente nuestras vidas cotidianas. Sin embargo, generalizar no da crédito para justificar lo mal hecho en cada nación en particular, ya que en algunos lugares el sufrimiento por este virus afecta en múltiples planos y parece no tener fin. La Argentina se encuentra sin duda entre los países que se ve afectado por este virus en múltiples planos y que luce esta pandemia como si fuera eterna.
Tal vez un fenómeno colabore tristemente para que hoy la Argentina siga desmejorando su performance sanitaria, económica y social frente a este virus, que no nos da respiro: el extremismo. El extremismo, desde comenzada la pandemia, llevó a que los cierres y prohibiciones sean descomunales cuando podían haber sido moderados, y ese mismo extremismo se aplicó luego también para las aperturas y flexibilizaciones. Se prohibieron con fuerza de ley prácticamente todas las actividades económico-comerciales, sociales, recreativas y educativas. Probablemente ciertos confinamientos parciales y un menú de protocolos bien establecidos hubiesen permitido comercios abiertos, escuelas responsables con niños y adolescentes, y actividades sociales medidas durante 2020. Pero faltó la tan necesaria moderación en relación a las medidas planteadas por nuestra dirigencia política.
Pero de pronto recuperamos la ansiada libertad, y con ésta vino el desbande de una sociedad que se mostraba agotada del encierro, gobernada por una dirigencia política que de repente abandonó cualquier estrategia destinada a seguir velando por la vida de los argentinos bajo un encuadre de aperturas medidas. Este desmadre por parte de los ciudadanos pudo comprenderse mejor durante los primeros tiempos de aperturas y flexibilizaciones, allá por el mes de septiembre.
Pocos pueden negar con sólidos argumentos, que las medidas políticas desde comenzada la pandemia resultaron en una estrategia sanitaria pésima, porque la Argentina, confinada casi al 100% durante meses, no pudo igualmente evitar descender en la tabla de muertes por cada millón de habitantes por coronavirus del lugar número 32, sobre un total de 221 países, según el sitio Worldometer. Mientras tanto, esos cierres totales implicaron que la crisis económica y los padecimientos sociales escalaran. Pero pasaron siete meses desde que advertimos lo mal hecho por nuestra dirigencia política y seguimos poniendo el foco solamente en estas fallas espantosas, que fueron espantosas, pero no podemos hacernos cargo de la parte que nos toca como sociedad, irresponsable. ¿Cansados de cuál encierro podíamos estar días atrás, durante un fin de semana largo de Semana Santa “de livin´ la vida loca”, si lo que abundan hace meses son las reuniones sociales masivas, las actividades recreativas sin protocolos para contener el virus, comercios abiertos también sin los más básicos protocolos y una vuelta a las aulas donde las burbujas son de gran cantidad de niños, con docentes que rotan por varias aulas y donde no se testean ni a los docentes ni a los niños o familiares de niños que sufrieron casos de coronavirus en sus burbujas?
El extremismo nos lastima. Las medidas políticas, donde los cierres totales se transformaron en aperturas totales mientras el virus seguía escalando en todas latitudes, se conjugan con el extremismo de los ciudadanos que no pueden respetar los más básicos protocolos para poder convivir con libertad y responsabilidad.
En el marco de esta falta de moderación política y ciudadana, de tanta prohibición y posteriormente de tanta desidia, pudimos sumar un nuevo súper tema, las vacunas. La única vacuna que teníamos durante nuestros prolongados confinamientos era la cuarentena, nos repetían nuestros dirigentes políticos. Hoy la única vacuna que tenemos es la vacuna para prevenir el coronavirus, y nos contaron allá por diciembre (el presidente de los argentinos y el exministro de Salud), que, para febrero de 2021, habría 10 millones de argentinos vacunados. Transitamos el mes de abril, y, según el sitio Our World in Data, nos encontramos en la Argentina con un porcentaje de 10,2% de personas que recibieron al menos una dosis y un porcentaje de 1,6% de personas totalmente vacunadas contra el Covid-19. En medio de esta lentitud para que ingresen las vacunas que nos contaban que ya habían ingresado, la maldita corrupción volvió a meter manos en el asunto, y un número importante de miserables decidieron que tenían el privilegio de ser vacunados con antelación. Al mismo tiempo nos cuentan los sanitaristas que algunas vacunas con las que contamos generan trombosis o que no nos otorgan inmunidad, y ningún funcionario público nos explica nada al respecto mientras siguen ingresando estas vacunas. Mientras tanto, la mezquindad de nuestra súper grieta también escala, así, oficialismo y oposición siguen especulando con ganar apoyo en esta Argentina partida, de cara a las próximas elecciones legislativas, y presenciamos de un lado y del otro, insultos, acusaciones cruzadas e intentos desestabilizadores, en medio de una crisis sanitaria y socioeconómica que nos está enfermando y matando.
Seguramente no exista una sencilla respuesta para poder despejar tantas dudas y resolver tamañas problemáticas, que hoy generan enorme incertidumbre a la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo, pero aquello que es claro, es que, en la Argentina, la falta de moderación, de transparencia y de incentivos e intereses colectivos nos llevó hasta acá y nos puede llevar a lugares ostensiblemente peores.
Politóloga y profesora (UBA)