¿Pactos o mezcolanzas?
Las, a veces, muy complicadas leyes electorales producen en algunas ocasiones confusión y vacíos de poder incluso en sociedades con democracias de larga data. El sistema proporcional que rige las votaciones en Alemania, por ejemplo, produce gobiernos de coalición que exige el debate en el Congreso y el mandato, si bien está ejercido por el que más votos consiguió, debe tener en cuenta la opinión de sus socios forzosos. En Italia la estabilidad y la gobernabilidad está permanentemente en crisis y hay cambios de gobierno muy frecuentes que causan el asombro y la desorientación para los países donde el bipartidismo y la mayoría simple son las leyes que dominan la realidad política.
Así es que en esas formas democráticas, como las de nuestro país por ejemplo, el voto funciona como premio o castigo según como nos haya ido en la feria a cada sector social y las fuerzas minoritarias dejan de votar a sus candidatos porque consideran que es un "voto perdido" y o adhieren tapándose la nariz a algo que no los representa ó bien votan en blanco para lavarse las manos y, sin querer queriendo, otorgar el triunfo al ganador sin estar de acuerdo con los programas y plataformas que estos han propuesto.
La solución no es fácil y en muchas ocasiones se crean problemas de gobernabilidad que inciden dramáticamente en la realidad que, como siempre, perjudican al que menos tiene.
El movimiento pendular de las realidades políticas no es ducho en equilibrios sensatos, razonables y objetivos por el contrario producen excesos de extremismos que van desde el abuso del poder de jefes de gobierno que se creen "el patrón de la vereda" y, escudándose en la mayoría de votantes no siempre conseguida con verdades sino con demagógicas promesas incumplibles, hacen lo que se les canta y se les chifla cometiendo insensatos daños, hasta las piedras en el camino que oposiciones salvajes colocan en eternos debates parlamentarios que, defendiendo el derecho a disentir ferozmente en nombre de la democracia compartida con cualquier medida propiciada por presidentes que fueron votados mayoritariamente sobre la base de promesas concretas.
El caso del presidente Obama luchando por imponer un sistema de salud que pueda incluir a muchos millones de ciudadanos fuera del paraguas protector de los que pueden pagar más. Se supone que un pueblo con un porcentaje grande de enfermos curables que no llegan a ser provistos de tratamientos adecuados se convierten en un peligroso lastre para la salud pública que se paga con menos productividad individual y peligros latentes de contagios mortales amén de la creación de un resentimiento social que puede provocar reacciones violentas de los sectores perjudicados.
Obama tuvo que recurrir a un decreto de necesidad y urgencia que es absolutamente resistido por el inconsciente colectivo y el ADN cultural del pueblo americano que califica a ese recurso como un peligroso gesto comunista, populista y antidemocrático, muchos ciudadanos americanos han calificado esta movida legal como una amenazante demagogia que puede destruir la economía de esa gran potencia. A pocos les parece excesiva la enorme cantidad de dólares y recursos que se emplean para armamentos y despliegues bélicos dignos de mejores causas en cambio la salud parece ser algo secundario. El sistema lo permite y así como no es bueno que un gobernante haga lo que se le ocurra sin consultar a nadie tampoco es positivo que el permanente y a veces estéril debate no permita atender a las necesidades vitales de los pueblos.
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