Pablo Gerchunoff. "Si la Argentina crece, nadie va a hablar del gasto público"
La charla con Pablo Gerchunoff se inicia un viernes a la tarde, antes del anuncio presidencial de volver al FMI en busca de un crédito. Hecho el anuncio, se altera como todo, se extiende y continúa después, en medio de la corrida del dólar y la pérdida de reservas. Historiador económico, profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella y profesor honorario de la UBA, el entrevistado adhiere al proyecto de Cambiemos con críticas de fondo que busca dosificar al máximo. Estuvo entre los contados economistas afines al oficialismo que insistió sin éxito en la necesidad de achicar un déficit comercial que crecía como una bola de nieve y hoy sostiene que hace falta una coalición social mayoritaria y proexportadora para resolver el déficit.
Gerchunoff acaba de reeditar El ciclo de la ilusión y el desencanto (Crítica), un libro que recorre un siglo largo de política económica y fue escrito hace 20 años junto con Lucas Llach, el actual número dos de Federico Sturzenegger en el Banco Central. Un trabajo que cobra vigencia cuando el ensayo de Cambiemos sufre una grave turbulencia y, dice Gerchunoff, el "hada de la confianza" abandona a Mauricio Macri.
Exasesor en los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa, afirma que el Presidente ha tenido -y tiene todavía- una ambición gigantesca: proyectarse a la reelección como un reformador político audaz, capaz de domar al potro peronista, y un reformador económico prudente, sacudido ahora por un golpe que no esperaba. Frente a lo que algunos ya vislumbran como un nuevo desencanto, Gerchunoff advierte: "No sé si la democracia liberal en la Argentina soporta una crisis más. Si una vez más no sale bien, quiere decir que los partidos, la clase política, aún en su versión post 2001, no nos sirven para nada".
¿En qué se equivocó el gobierno?
Pesaron los desequilibrios heredados y no bien el escenario internacional cambió para peor, los prestamistas decidieron hacer las valijas. El primer problema fue el diagnóstico sesgadamente fiscalista y la subestimacion de los desequilibrios externos, el déficit de cuenta corriente. En las economías modernas casi no hay experiencias de reducción del gasto público porque es, predominantemente, una red de contratos sociales para transferir ingresos de una franja de ricos a pobres y de jóvenes a viejos. Si no nos gusta, abramos un debate reformista, pero esto no se resuelve con decisiones discrecionales de Hacienda.
El desequilibrio externo se profundizó con Macri en la presidencia.
Es una catástrofe. El volumen de exportaciones por persona está casi 20% debajo de 2007. Quizás se explique porque resolver ese desequilibrio puede ser cruel. Con Macri aumentó la inversión pero bajó el ahorro, lo que quiere decir que aumentó el consumo y hubo que pedir dinero de afuera para invertir. Un mundo maravilloso si dura. Si no dura, el FMI lo hará notar: quizás pida una devaluación real para bajar el consumo y aumentar el ahorro. El Fondo será el abogado inflexible de la competitividad y, si no, no habrá dinero. Traumático para el proyecto político.
Le reclaman a Macri que designe a un ministro de Economía.
El gobierno económico de Macri ha sido un curioso caso de descoordinación. Gradualismo fiscal con frenetismo desinflacionario imposible de sostener en medio de un ajuste de precios relativos y alto componente de inflación inercial. Esa política monetaria del Banco Central rezagó el tipo de cambio y agravó el desequilibrio de cuenta corriente. Los que critican a Macri con el argumento de que un ajuste más contundente hubiera evitado el escenario actual, omiten que para que el juego político funcione hay que ser parsimonioso en lo económico.
En la nueva edición del libro, dicen que la Argentina toma dos atajos recurrentes para volver al desarrollo: proteccionismo y endeudamiento. ¿Cuál es el camino?
Macri pertenece a una época, la del fin de la sustitución de importaciones, que permitió que la Argentina superara la crisis del ?29 mediante la industrialización mercado internista, pero se agotó entre los años 60 y los 70. Desde ahí, el único camino posible para financiar crecimiento y demandas sociales es tener una dinámica exportadora para acceder a las divisas que se necesitan.
¿Por qué afirma que el gobierno tomó un argumento equivocado para pensar que esta vez iba a ser distinto?
Macri tuvo una ingenuidad muy grande sobre los beneficios de la globalización. Sacarle frutos a la globalización es arduo y depende de políticas públicas para la inserción en el comercio mundial. Segundo, sobredimensionó la confianza y la lluvia de inversiones. Y tercero, su noción primitiva de lo fiscal, porque el 70% del gasto es protección social y en el fondo el tamaño del Estado se debe a que la Argentina no tiene un patrón de desarrollo que permita que el gasto público baje en relación a eso. Si la Argentina crece, nadie más va a hablar del gasto público.
Dice que el gobierno ignoró el riesgo del endeudamiento y la necesidad de esa dinámica exportadora.
Digo que no ve el problema. No ve que sin dinámica vital de exportaciones, no hay patrón de crecimiento.
Para compensar los gastos de la clase media, el consumo de electrodomésticos y el turismo en el exterior.
Todo eso, pero también el progreso material de los más pobres. El fracaso en la dinámica de las exportaciones lo tuvo primero la dictadura, después Menem --los dos terminaron en una crisis de deuda- y podríamos decir que el kirchnerismo también, aunque pudo sortearlo mientras tuvo precios altos de las commodities. Ahora lo tiene Macri, porque Macri no es la contracara del populismo; es parte de este dilema. Y no sé si la democracia liberal en Argentina soporta una crisis más.
¿A qué se refiere?
Que a Macri le vaya bien en esto de encontrar un patrón de crecimiento y una coalición social mayoritaria y proexportadora, es importante para el sistema político.
¿Si fracasa Macri hay que prepararse para otra cosa?
No quiero decir tanto. Simplemente transmito temores. Si una vez más no sale bien, el problema se traslada al sistema político. Quiere decir que los partidos, la clase política, aun en su versión post 2001, no nos sirven para nada. La gente no tiene este hilo argumental pero lo que ve es que una ilusión termina en un desencanto.
¿Estamos frente a un nuevo desencanto?
No me apuraría para no cometer un error clásico, que es confundir coyuntura con tendencia. Si miro las últimas semanas, veo a un Macri jaqueado, en dificultades. Pero no hago apuestas sobre el futuro. Lo que me preocupa es que esta coalición proexportadora no se ve en la mente del gobierno. El gobierno tiende a mostrarnos un problema de naturaleza puramente fiscal cuando tenemos un problema de patrón productivo.
¿Cómo salir adelante?
Para construir un modelo que sea a la vez exportador e inclusivo, hace falta que converjan los dos tipos de cambio, el que satisface las aspiraciones de consumo y el que permite una dinámica exportadora. Hace mucho que no convergen. A esa convergencia, muy difícil, la llamo un "tratado de paz" que lleve a involucrarnos como sociedad en un proyecto exportador.
¿Por dónde pasaría ese involucramiento?
En la Argentina, a diferencia de los países desarrollados, el sector exportador no involucra a los trabajadores. La soja te da de comer, pero no te da empleo. ¿No podemos firmar un compromiso político y social para convertirnos en exportadores en nuevos sectores?
Algo así parece funcionar en las fábricas de Toyota.
¿Cómo hacemos para expandir eso que ve en Toyota? Cada vez que se habla de Argentina competitiva, se habla de tipo de cambio competitivo. Salarios en dólares procompetitivos que son el opuesto simétrico de salarios con aspiraciones de consumo. ¿Cómo romper esa parálisis? No se ofrece nada a los trabajadores para que se involucren. ¿Por qué no pensar que se necesita un mecanismo generalizado de participación de los trabajadores en las ganancias?
Asociarlos de alguna manera al proyecto empresario.
Asociarlos a un proyecto de Nación.
Le dijo a El País que Macri encarnaba un tercer intento de modernización, después de los de la dictadura y el menemismo.
Dije modernización porque estuvo presente las tres veces, pero no tiene sentido comparar un intento de modernización -que además no lo fue- en una dictadura sangrienta con una democracia. En Menem la idea de reforma sí estaba, pero su proyecto tenía que dar resultados en 14 minutos. Macri avanzaba en un camino prudente de reformas llamado gradualismo, una novedad extraordinaria; de a poco, como van las sociedades modernas. Por supuesto, se encontraron inicialmente -ya no- con un nivel de financiamiento que les permitía la prudencia.
Pero usted dice que van a contramano de la idea de mercado interno y la nostalgia industrializadora.
Nadie tiene una idea dogmática de que hay que terminar con la industria mercado internista, pero ya no puede ser el motor. Ni para Macri, ni para Cristina, ni para el peronismo más conservador: ya dio sus hermosos frutos.
El kirchnerismo diría que el mercado interno confirmó su vigencia durante 12 años: en 2011 se creyó que se había terminado el ciclo del stop and go.
Yo mismo dije que se había terminado. De nuevo, ahí hubo una confusión entre coyuntura y tendencia. El kirchnerismo logró una enorme reactivación que combinó productividad con salarios que aumentaban. Tuvieron los precios de las materias primas, un empuje adicional que aprovecharon muy bien. Fueron extraordinariamente habilidosos para convertir movimientos cíclicos en novedades políticas, la reactivación en una épica.
¿Qué pasó en 2010, cuando se creyó que el kirchnerismo estaba muerto en lo político y lo económico?
La resurrección fue asombrosa. Estábamos en el fondo del pozo y nos sacó de nuevo, a todos juntos, también a las clases medias que votaron a Cristina con entusiasmo ignorando el cepo que venía. El productor agropecuario se quedó solo en el voto antiCristina; los pueblos agrarios la votaron. Pero vino el latigazo del mundo, con una caída de los términos del intercambio y el estancamiento del volumen de las exportaciones. Las exportaciones crecieron de 1994 a 2007, 13 años que creímos estaban cambiando la Argentina. Tuvimos 13 años de ilusión y estamos, quizás, viviendo 13 años de desencanto.
Mientras Macri habla con entusiasmo del presente, usted dice que esta es la década pérdida en empleo, salario, PBI y exportaciones.
¡Está siendo la década perdida! Y no estoy seguro de cuándo vamos a salir. No le voy a pedir a Macri que diga esto, un gobernante tiene que poder ilusionar. El gobierno inteligentemente trismetraliza la discusión económica: 4 trimestres consecutivos de crecimiento. Pero cuando alejamos el zoom, vemos que hay caída.
Escribió que el Presidente debería ser un "traidor" a su clase. ¿Es posible todavía?
Quiero decir a la Teodoro Roosevelt, un magnate que llega al gobierno y dice: yo no estoy para trabajar para ustedes. En su cruzada anticorporativa, Macri siempre da un ejemplo sindical. ¿Por qué no incluye a los empresarios? Él sabe que angélicos no son.
Suelen compararse los triunfos de Macri con los del primer Alfonsín. ¿En qué se diferencian?
Alfonsín gana en 1985 en buena medida gracias un plan de estabilización. De inmediato, aparece claro que el peronismo se va a unificar y que se da una regla para la reunificación. La gran ventaja Macri la tiene afuera: por primera vez en la historia no sabemos qué va a pasar con el peronismo. Si yo lo siento a Pichetto y le digo: ¿cuál es tu diferencia con Macri? Va a decir Aranguren? Una diferencia menor en el relato largo de la historia. Los reflejos de Urtubey y el cordobesismo son muy macristas, a la Ramón Puerta. Esa gente tiene un problema.
Sin embargo, su amigo Juan Carlos Torre dice aspirar a una especie de Pichetto con votos, que se ubique en el centro popular desde el peronismo.
Los reflejos políticos de Macri, y de muchos de los que están con él, son de centroderecha. Pero tienen que acumular poder, entonces son el centro popular que solo se puede construir desde el poder, con los recursos del Estado. Claro, esa idea de un partido que atrapa votos en todos los sectores empieza a tambalear si viene la restricción financiera. Comparado con Alfonsín, Macri tiene muchos más recursos. Alfonsín no sabía como terminar de pagar a fin de mes. Estamos hablando en el supuesto de que el mundo no te pega un cachetazo descomunal.