Otros ladridos se escucharán en Olivos
“Hago un culto de mi decencia”. (De Alberto Fernández)
- 3 minutos de lectura'
Mientras Dylan se sigue preguntando qué hizo tan mal para no merecer ir a disfrutar de las mieles y los euros en España, y tiene nostalgias del viaje en helicóptero a Chapadmalal, cuando conoció el mar gracias a su “padre” Alberto Fernández y a Fabiola Yañez, que lo convirtió en Instagram en un dogstar, Murray, Milton, Robert y Lucas se aprestan a descubrir la amplitud de los jardines de Olivos.
Estos primeros días del experro presidencial no han sido fáciles y no solo por el cruel aumento del alimento balanceado. Se sabe que Dylan extraña mucho a sus excompañeros de cucha Prócer y Blue, que están en “manos amigas”, según se explicó, y quedó sorprendido al escuchar a su “expadre” defender el decreto que le dejó de souvenir al flamante gobierno nacional para que lo custodie de forma permanente en su eventual residencia en el exterior, disimulada de trabajos temporarios.
Ya angustiado por el abandono sorpresivo y sin esperanzas de sumarse a la jauría de los mastines ingleses de Milei, a Dylan se le cayeron las orejas de vergüenza por los argumentos de Alberto Fernández para defender su último decreto. “Hago un culto de mi decencia y no dejaré que difamen mi honestidad mostrándome como un privilegiado. No quiero ser acusado de abusar de privilegios que nunca pedí y nunca tuve”, aseveró Fernández, no sabemos si con el dedo enhiesto, pero con un claro ataque de amnesia sobre su gestión presidencial.
“Acaso no fue un privilegiado en festejar el cumpleaños de Fabiola en Olivos cuando nadie podía salir de su casa ni para ir al cementerio y hasta a mí me tenían al aire libre por temor a enfermarme de Covid”, ladró lastimeramente el collie, mientras recordaba ver pasar a mucha gente, bebidas, tortas y velitas delante suyo en aquella fría noche del 14 de julio de 2020.
Y mientras pedía que le repitieran las palabras de su excompañero de ruta desde la campaña electoral en 2019, con aquellas inolvidables caminatas por Puerto Madero para delicia de los fotógrafos y los eventuales votantes que consideraban que quien tiene tanta dedicación hacia un perro es de fiar, dejaba de mover la cola porque no sabía qué otra cosa que “un privilegiado” podía ser Fernández al decir que no era delito “saltarse la fila” para recibir la vacuna del Covid, como hizo buena parte de la élite que gobernaba el país, incluida la familia del que luego iba a ser superministro de Economía y candidato a sucederlo. La desorientación de Dylan es tal que cree que dejará de ladrar por los próximos cuatro años.