Otro punto de vista. Después de la imaginación, la coherencia al poder
Desconfianza: el discurso y la práctica política sufren hoy un enorme desprestigio entre la población
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“La consistencia es el último refugio de quienes no tienen imaginación”, dijo alguna vez el dramaturgo inglés Oscar Wilde. Si estaba en lo cierto, la Argentina parece, entonces, el paraíso de la imaginación: en las últimas semanas la política local le dio a los ciudadanos un espectáculo de inconsistencias memorable. Mientras una facción del Frente de Todos promovía un impuesto a quienes tuvieran bienes no declarados en el exterior para financiar el pago al FMI, se conoció que uno de los senadores que impulsaban esa medida tenía una propiedad no declarada… ¡en Miami! Pero las inconsistencias no son patrimonio de un solo lado de la grieta. Dirigentes de Juntos por el Cambio rechazaron enérgicamente la propuesta de Javier Milei para dolarizar la economía, casi al mismo tiempo que un legislador radical presentaba un proyecto… ¡para dolarizar la economía!
Frente a este manantial de incongruencias, no es de extrañar que a muchos de los argentinos les cueste confiar en los demás. De acuerdo con una encuesta publicada por Ipsos, solo el 25% de nuestros compatriotas creen que es posible confiar en la mayoría de las personas. Y los políticos son señalados como unos de los principales responsables de esta situación: no en vano están entre los grupos que generan menores índices de confianza.
En este contexto, es lógico que exista un fuerte rechazo frente a la oferta electoral vigente. Según una encuesta realizada recientemente por la Universidad de San Andrés, toda la dirigencia –sin importar de qué lado de la grieta se encuentre– presenta índices de favorabilidad negativos. Solo se salvan dos dirigentes: Javier Milei y Facundo Manes. Ambos comparten un corto recorrido en la política tradicional y un discurso de renovación respecto del statu quo.
Estos outsiders desnudan las inconsistencias en la argumentación de muchos políticos y pasan, aunque sea tan solo por contraposición, a representar en el imaginario colectivo un atributo escaso en el desierto de la política argentina: la coherencia.
Estos outsiders desnudan las inconsistencias en la argumentación de muchos políticos y pasan, aunque sea tan solo por contraposición, a representar en el imaginario colectivo un atributo escaso en el desierto de la política argentina: la coherencia. Aunque con estilos muy diferentes, ambos incorporan la autenticidad como parte central de su narrativa. Facundo Manes explicó reiteradas veces el desafío de los sesgos cognitivos y la dificultad que tenemos los seres humanos para modificar nuestras creencias, aun ante la evidencia. Para el neurocientífico, “nuestra mente es capaz de hacer malabares con tal de mantener la coherencia entre los pensamientos”. Y Javier Milei intenta, en innumerables entrevistas, desenmascarar las contradicciones de sus interlocutores explicando las falacias lógicas en su argumentación.
Es posible que muchos ciudadanos no sepan qué significa una disonancia cognitiva o una falacia ad hominem, pero lo que sin duda tienen claro es que en la mayoría de las declaraciones de los políticos hay “gato encerrado”: que los dirigentes no dicen toda la verdad y/o esconden algo que no quieren que se sepa. Dicho en criollo, los políticos nos chamullan.
Y este auge de los outsiders no se da solo en nuestro país. Quizás el más notorio a nivel mundial sea hoy el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky. Cuando se postuló, en 2019, gran parte del apoyo que recibió derivaba de la atracción que generaba un personaje que interpretaba en la TV. En el programa Servidor del pueblo encarnaba a un profesor de historia que se despachaba sin censura contra la política y sus dichos eran recogidos en redes sociales eyectándolo a la presidencia. Tanto abrazó la representatividad de esta autenticidad que en el debate final contra su oponente, Petro Poroshenko, Zelensky sentenció: “Yo no soy su oponente, soy su veredicto”.
De lejos se ve mejor
Más allá de los atributos personales que tenga cada uno de los dirigentes que compiten como outsiders, simplemente por ser ajenos –o nuevos– al sistema político tienen mayor capacidad para señalar sus incongruencias. De acuerdo con el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, “la forma más efectiva de demostrar inconsistencias en un sistema de creencias es desde afuera; otros pueden percibir errores más fácilmente que nosotros”. El politólogo especialista en predicciones Philip Tetlock también explica cómo los que “están adentro” suelen cometer el error de tomar decisiones influenciados por historias y experiencias, en lugar de basarse en datos estadísticos. Tetlock utiliza el ejemplo de una boda en la que uno de los asistentes pregunta cuánto tiempo van a durar los recién casados. Su interlocutor lo mira shockeado porque ha visto el amor con el que se mira la nueva pareja. Pero justamente, según el investigador más entrenado, la mejor forma de predecir cuánto va a durar ese matrimonio sería en base a la tasa de divorcios y no en función de cómo se miran los recién casados. Quizá sea por este fenómeno que a los dirigentes que llevan más tiempo intoxicados con las prácticas habituales de la política les cueste tanto identificar las incongruencias que la sociedad ve claramente desde afuera.
Cuanto más tiempo siga la política tradicional mostrando sus inconsistencias ante los votantes, más espacio les da a los nuevos liderazgos para representar la coherencia. A Manes, Milei, Zelensky o cualquier otro outsider les alcanza, por ahora, con señalar las incongruencias en el statu quo. Es un primer paso, pero todavía queda un largo camino por recorrer para que la imaginación al poder sea reemplazada por la coherencia al poder.
Politóloga