Otro punto de vista: ¿Cuánta presión aguanta el dique de la política?
Demandas sociales. La creciente desconfianza hacia los políticos y el peligro de un quiebre en el sistema
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–Cada vez entiendo menos la política argentina –me confesó la semana pasada el dueño de un comercio.
–Cuando alguien entra en tu local, ¿sabés si van a comprar o no? –le retruqué.
–El 99 por ciento de las veces lo puedo predecir –se notaba que era un comerciante experimentado.
–Y cuando te das cuenta de que no van a comprar, ¿cuánto tiempo invertís para tratar de convencerlos? –seguí indagando.
–Cero –respondió.
Su cara de molestia mutó en una sonrisa cuando se dio cuenta de que él mismo tenía la respuesta a su inquietud y que la política argentina experimenta hoy algo muy parecido a lo que él vive en su trabajo. En una sociedad partida por la grieta, cada coalición electoral apunta a contentar a su base de sustentación y ve poco beneficio en invertir tiempo y esfuerzo en convencer a los indecisos.
Pero esta dinámica está apoyada sobre dos supuestos que, quizás, sean menos estables de lo que presumimos. Por un lado, la creencia de que los resultados electorales pasados definirán los del futuro. Y, por el otro, la idea de que la distancia entre los políticos y los ciudadanos se estira pero no se rompe.
Creer esto es reeditar lo que hicieron los constructores del reactor nuclear de Fukushima, en Japón: mirar el pasado y no imaginar el futuro. Diseñaron un reactor capaz de soportar los terremotos más grandes que se habían experimentado hasta ese momento. Pero no concibieron que podía existir un temblor aún mayor, como el que ocurrió en 2011 y destruyó el reactor. Moraleja: diseñar estrategias políticas presumiendo que el futuro se parecerá al pasado es una apuesta arriesgada, especialmente en un momento de tanta incertidumbre como el que se vive en la Argentina.
La presión sobre el sistema político se acumula y aumenta día tras día. Aunque no podamos predecir cuánto aguantará el dique de la política, sí somos capaces de asegurar que la contención no será infinita.
Cuando el sistema se desborda
Nuestra sociedad está enfrentando una tormenta perfecta de crisis económica, sanitaria y política. Las muertes por Covid se siguen acumulando, la inflación sigue apremiando, la pobreza sigue creciendo y todo esto, sumado al enfrentamiento entre los principales gobernantes del país, pone en jaque simultáneo todos los tableros. Así, la presión sobre el sistema político se acumula y aumenta día tras día. Aunque no podamos predecir cuánto aguantará el dique de la política, sí somos capaces de asegurar que la contención no será infinita.
Justamente eso ocurrió en 2005 en Nueva Orleans: el huracán Katrina arrasó con los diques de contención que la rodeaban causando una catástrofe. El entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush sobrevoló el área ocho días después del huracán y sin poner los pies en la tierra. Ése fue el comienzo del declive de su popularidad y llevó a que, en las elecciones de 2006, los demócratas retomaran el control del Congreso.
Algo parecido sucedió en Venezuela en 2010. Luego de las inundaciones masivas en el Estado de Miranda, el joven gobernador Henrique Capriles Radonski se metió de lleno, con el agua hasta el torso, para ayudar a la gente. Días después, llegó el presidente Hugo Chávez, al igual que Bush, tarde y en helicóptero. Cuando Capriles se postuló para presidente, los votantes recordaban que lo habían visto con el agua hasta el cuello, al lado de la gente común. Esa experiencia fue el pilar que le permitió disputar electoralmente el atributo de cercanía con Chávez.
Volviendo a nuestro país, el sistema político está recibiendo por parte de la ciudadanía nuevas presiones, que corren en una capa muy profunda de los valores y creencias de la sociedad. Mientras la política sigue asumiendo que el futuro se va a parecer al pasado, la sociedad está cuestionándose seriamente si, frente a la incertidumbre actual, continúan vigentes las creencias que tiene sobre la autoridad de los que nos gobiernan y sus esperanzas futuras.
Si bien la desconfianza de los ciudadanos hacia la clase política viene aumentando progresivamente año tras año, el vacunatorio VIP puso en evidencia la distancia que separa a la casta política del resto de la sociedad.
Si bien la desconfianza de los ciudadanos hacia la clase política viene aumentando progresivamente año tras año, el vacunatorio VIP puso en evidencia la distancia que separa a la casta política del resto de la sociedad. Una encuesta reciente de Zuban Córdoba muestra que dos tercios de los argentinos no están sorprendidos por el nivel de privilegios en la vacunación y que el 54 por ciento desaprueba que los políticos se vacunen antes que el resto de la población.
Una de las consecuencias más graves de esta pérdida de confianza en el sistema político para resolver los problemas de los ciudadanos es que también cae la esperanza de que las futuras generaciones puedan estar mejor económicamente. En grupos focales realizados con votantes de centro, muchos concluyen que el sistema político es un obstáculo para su progreso y el de sus hijos y ven, incluso, irse del país como la única opción para las nuevas generaciones. Así, el sueño de m’hijo el dotor se transforma en m’hijo el emigrante.
En la Argentina los movimientos, todavía, están ocurriendo en las capas tectónicas de la sociedad. La pregunta es si producirán terremotos de la misma magnitud que los del pasado o si tendrán una dimensión desconocida. Y esto va a definir si el dique de nuestro sistema político podrá contener las demandas ciudadanas o si sucumbirá ante la presión y dará lugar a un nuevo sistema
Guillermo Raffo, reconocido publicista argentino, anticipó una desconexión similar a ésta en Brasil antes de las marchas que se dieron en 2013. Los gobernantes brasileros quedaron perplejos frente a la virulencia de las manifestaciones que ocasionó el aumento de 20 centavos en el boleto de colectivo, pero una encuesta nacional anterior a las protestas ya predecía que la distancia que separaba a los brasileros de los políticos era mayor que cualquiera de las divisiones históricas que vive ese país, como la que se da entre pobres y ricos o blancos y negros. Por debajo del Brasil potencia de Lula y Dilma, corría un malestar que acabó haciendo estallar el sistema.
En la Argentina los movimientos, todavía, están ocurriendo en las capas tectónicas de la sociedad. La pregunta es si producirán terremotos de la misma magnitud que los del pasado o si tendrán una dimensión desconocida. Y esto va a definir si el dique de nuestro sistema político podrá contener las demandas ciudadanas o si sucumbirá ante la presión y dará lugar a un nuevo sistema.
La autora es directora de Dynamis Consulting