Otro punto de vista. A la hora de votar, el corazón suele tener sus razones
Emociones: el enojo, el miedo o el optimismo son elementos que influyen cuando se está en el cuarto oscuro
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“¿Perdieron el sentido común o el corazón?”, se preguntó hace poco Florencio Randazzo en Twitter a raíz del aumento de un 40 por ciento en los sueldos de algunos políticos. El comentario generó revuelo entre quienes tienen oficio electoral y saben que, como dijo el psicólogo Drew Westen en su libro Cerebro Político, “las elecciones se ganan o se pierden en el terreno de las emociones”.
Estar en sintonía con lo que sienten los votantes es clave para obtener un triunfo en las urnas. Pero no todo es tan sencillo: el problema fundamental es que nadie puede predecir hoy cuáles serán las emociones que guiarán la decisión de los ciudadanos en el momento de entrar al cuarto oscuro para las PASO, el próximo 12 de septiembre.
Alinear el humor social con la fecha de las elecciones es una de las razones por las que las dos principales coaliciones políticas acordaron postergar la fecha de las PASO en la Argentina.
Para el oficialismo, era esencial retrasarlas para intentar que más votantes llegasen al cuarto oscuro con una vacuna en el brazo y algo de optimismo en el corazón. Pero, ¿por qué accedió la oposición a posponer la elección, en vez de presionar para que se realizase en el momento de mayor enojo social con el oficialismo por la crisis económica y sanitaria?
Según estudios realizados por la psicóloga social Jennifer Lerner, el enojo es un mal consejero para tomar decisiones debido a que quienes están enojados sienten un exceso de confianza en sus decisiones y minimizan los riesgos que podrían conllevar.
El peligro de los extremos
Según estudios realizados por la psicóloga social Jennifer Lerner, el enojo es un mal consejero para tomar decisiones debido a que quienes están enojados sienten un exceso de confianza en sus decisiones y minimizan los riesgos que podrían conllevar. En un experimento realizado en 2003, la autora expuso a un grupo de ciudadanos norteamericanos a noticias sobre paquetes enviados por correo con Ántrax, con el objetivo de que sintieran miedo. Y a otro grupo les hizo ver noticias de personas en Medio Oriente festejando los atentados del 11 de septiembre de 2001, con el objetivo de que experimentaran enojo.
El resultado fue que quienes se mostraban enojados apoyaban medidas más duras contra los terroristas y veían menos amenazas en el mundo.
Un análisis realizado recientemente por Dynamis Consulting sobre el humor social, clasificó al electorado argentino en cinco grupos, en función de la intensidad de su descontento según un índice compuesto en base a 13 variables.
De acuerdo a este índice, una sólida mayoría del electorado está disconforme y un nueve por ciento manifiesta un pesimismo más intenso.
Tal como describe Lerner, son justamente los votantes más enojados los que muestran mayor propensión a apoyar opciones electorales más extremas, como los libertarios, o a mantenerse indecisos y seguir a la pesca de alguna opción alternativa que los convenza más.
Por lo tanto, un electorado intensamente enojado y dispuesto a arriesgarse por nuevas opciones sin medir las consecuencias tampoco es negocio para Juntos por el Cambio.
Los votantes más enojados son los que muestran mayor propensión a apoyar opciones electorales más extremas, como los libertarios, o a mantenerse indecisos y seguir a la pesca de alguna opción alternativa que los convenza más.
En el otro extremo de la escala se encuentran los votantes optimistas.
En la Argentina de hoy, azotada por la pandemia, la crisis económica y la confrontación política, este grupo es minoritario, pero no inexistente.
Un 26 por ciento de los votantes se encuentran en el segmento más positivo de la escala y son, casi por unanimidad, propensos a apoyar al oficialista Frente de Todos.
De todas maneras, Lerner opina que tampoco el optimismo es un buen consejero a la hora de tomar decisiones: algunos estudios demostraron que en esos casos se presta más atención a cuestiones como el agrado que les genera el emisor de los mensajes que a los resultados.
Quizás sea la vinculación emotiva de estos votantes con Cristina Kirchner la que hace que la sigan apoyando sin importar los resultados de las políticas públicas implementadas en estos años de gestión.
El equilibrio
En el medio de ambos extremos está el segmento desapasionado, un 21 por ciento del electorado que –según nuestra escala– no se siente ni pesimista ni optimista.
Un bloque que podría potencialmente crecer considerando que, en promedio, en las últimas dos elecciones legislativas (2017 y 2013) hubo un tercio del electorado que eligió opciones diferentes a la izquierda o las dos principales fuerzas políticas que dominaron cada elección.
Aunque, claro está, este bloque heterogéneo de votantes se dispersó en varias opciones diferenciadas.
Y es entre ellos, los desapasionados, que una opción peronista no kirchnerista tiene mayor potencial de crecimiento.
Quizás en eso pensó Randazzo al publicar en las redes una opinión contraria a sus colegas. Sin embargo, la gran pregunta es si este segmento se va a mantener hasta el día en que haya que ir a las urnas o será absorbido por la polarización.
Para ello va a ser clave entender con qué humor llegan estos votantes al día de la elección. Si llegan enojados, habrá más posibilidad de que se inclinen por una propuesta electoral novedosa sin medir los riesgos que pueda conllevar.
Si llegan con optimismo, entonces será fundamental la empatía y atracción que genere el o la líder que represente este espacio.
Por ahora, el sentimiento que predomina en la sociedad argentina es la incertidumbre. Ésa es una mala noticia para los que aspiran a conquistar y expandir el centro del espectro político ya que, de acuerdo a investigaciones recientes realizadas por científicos de la Universidad Brown, la intolerancia a la incertidumbre genera opiniones políticas más polarizadas.
De todos modos, a casi tres meses de las PASO, es difícil predecir cuál será el humor imperante en la sociedad ese día.
Lo que sí podemos anticipar es que, en términos electorales, las emociones le ganan a la razón.
Por eso, no hay construcción política posible que no empiece por el corazón.