Otro punto de vista. Shakira y la llave para la campaña electoral
Autonomía. En la actualidad, es uno de los valores que podría definir las preferencias políticas
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Este año Shakira lanzó su session junto a Bizarrap y la convirtió en la canción latina más reproducida en Spotify en 24 horas. Casi al mismo tiempo, Miley Cirus salió al ruedo con “Flowers”, el tema que más rápido alcanzó los 100 millones de reproducciones en la historia de la plataforma. Ninguna de estas canciones presenta a las mujeres como princesas indefensas esperando ser rescatadas por príncipes azules. Por el contrario, las artistas muestran su lado más auténtico, resiliente y, sobre todo, autosuficiente. ¿Puede la política echar mano a los consejos de Shakira para conectar con los votantes? ¿Cuáles son las recomendaciones de Miley Cirus que podría incorporar una campaña electoral?
Shakira canta “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” y Miley Cirus aclara que ella no necesita de nadie para comprarse flores, escribir su nombre en la arena y sostener su propia mano. Ambas rescatan el poder de la autonomía, y no son las únicas. Recientemente, en un estudio de la Universidad de Columbia, la Universidad de Colonia y la Universidad de Groningen se analiza la autonomía como una nueva cosmovisión de poder.
Para graficar esta tendencia, el estudio cita un experimento en el que se ofreció a 100 participantes un ascenso en su trabajo. A la mitad de los participantes les dijeron que la promoción les daría influencia sobre otros empleados pero menos autonomía. A la otra mitad de los participantes se les dijo que el nuevo rango les daría más autonomía para definir sus objetivos, pero menos influencia. El resultado: aquellos a los que se les ofreció mayor autonomía aceptaron la promoción dos veces más que aquellos a los que se les ofreció más influencia.
Es mucho más difícil observar el poder como autonomía, pero hay casos en los que se hace visible. No hace mucho, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, dio un paso al costado, renunciando a una posible reelección con un discurso en el que explicó: “los políticos somos humanos. Damos todo lo que podemos, por el tiempo que podemos, y luego llega la hora de irse.” Y concluyó diciendo que espera dejar a sus ciudadanos la certeza de que “uno puede tener su propio estilo de liderazgo, uno que sabe cuándo es el momento de retirarse.” Sin irnos tan lejos, acá mismo en Argentina, Martín Yeza, intendente de Pinamar, anunció que no será candidato en 2023 fundamentando que “la Argentina necesita una nueva cultura del poder”.
Hace unas semanas, Mauricio Macri anunció que desistiría de una candidatura presidencial. En el anuncio inicial llamó a los votantes a resistir la influencia de otras personas para poder forjar su propio destino y “asumir su propia responsabilidad en los cambios que querían para sus vidas”. Pero en las entrevistas posteriores volvió a hablar del poder como influencia, aclarando que “si hay un candidato de Juntos por el Cambio que garantice más un cambio, voy a aconsejar a los votantes.”
SOY LO QUE SOY
La otra cara de la autonomía, así entendida, es la autenticidad. Estudios de la Universidad de Tel Aviv explican que si bien la búsqueda del poder disminuye el bienestar de las personas, aquellos que efectivamente tienen poder son más felices porque se sienten más auténticos. Quizás sea, entre otras cosas, porque el poder les da la libertad para tomar sus propias decisiones.
Autonomía y autenticidad no son solo conceptos teóricos. Pueden tener un impacto electoral profundo para tocar esa fibra emocional a la que la política no logra acceder, ni aun haciendo videos en un barrio humilde o prometiendo “salvarnos” a punta de pistola.
El problema es que hoy la autenticidad es un atributo que los votantes reclaman que los políticos muestren antes de tener el poder. Esto es especialmente relevante para los votantes más jóvenes –la generación Z que este año va a representar el 23% del padrón electoral. Los votantes menores de 25 años se definen por la autenticidad: se muestran tal como son y esperan la misma autenticidad de los otros. De acuerdo a un estudio realizado por McKinsey en América Latina, esta generación quiere transparencia absoluta y consistencia. Lo que sea que se esté comunicando hacia afuera tiene que ser la realidad hacia adentro.
Autonomía y autenticidad no son solo conceptos teóricos. Pueden tener un impacto electoral profundo para tocar esa fibra emocional a la que la política no logra acceder, ni aun haciendo videos en un barrio humilde o prometiendo “salvarnos” a punta de pistola.
En las elecciones de 2022 en Estados Unidos, los demócratas lograron resistir una potencial marea roja apelando especialmente a la defensa del derecho al aborto. Es especialmente interesante el argumento que usaron: la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos. Con este mensaje, candidatos como el Senador John Fetterman de Pensilvania y la gobernadora Gretchen Whitmer de Michigan lograron ser electos con el apoyo decisivo de la generación Z.
IMPACTO ELECTORAL
En grupos focales alrededor de la Argentina los votantes demuestran haber desarrollado un instinto sofisticado para identificar, decodificar y descartar todo lo que tenga algo que ver con marketing político. Quizás por eso, Horacio Rodríguez Larreta enfrenta una interna competitiva con una candidata como Patricia Bullrich que tiene menos recursos en publicidad a su disposición. Y sorprendentemente escuchan a un irreverente Javier Milei que entra en escena mostrándose “como es” y animándose a poner sobre la mesa lo que piensa –aun si es políticamente incorrecto. No en vano su posicionamiento es especialmente fuerte entre los más jóvenes, la generación “real”.
La carrera para las elecciones ya empezó. Y si bien el fin del romance entre la sociedad y los políticos ya estuvo en todas las portadas, hay votantes que siguen esperando que aparezca un candidato “Triple M” –más autónomo, más auténtico y más real.