¿Otro parche para el futuro de los jóvenes?
No debemos olvidar la cuota de responsabilidad que tiene el gobierno nacional en el aumento de los ni-ni
La juventud es la etapa en la que se elabora el proyecto de vida. En base a este proyecto, las personas toman decisiones y escogen los caminos a seguir en la adultez. En esta etapa definimos cuestiones cruciales para nuestro futuro, tales como la carrera a estudiar, mudarse de la casa de los padres, formar una familia y se empieza a construir la experiencia profesional.
Siendo joven yo mismo, sé que transitar ese momento no siempre es fácil y en repetidas ocasiones aparecen sentimientos de incertidumbre y ansiedades. En un mundo que se nos presenta a veces con opciones limitadas o con escenarios donde debemos realizar enormes esfuerzos, la clave es plantear un objetivo y tomar las mejores decisiones posibles para alcanzar la meta.
Con 22 años puedo decir que planificar no fue ni es algo fácil con el gobierno actual. Pensar en el ahorro, la inversión o el acceso a un crédito hipotecario es algo casi inalcanzable para la gran mayoría
Con 22 años puedo decir que planificar no fue ni es algo fácil con el gobierno actual. Pensar en el ahorro, la inversión o el acceso a un crédito hipotecario es algo casi inalcanzable para la gran mayoría. No solo de los jóvenes sino de los que viven en nuestro país.
No solo por las medidas de corto plazo que se toman sino también por los gestos de poca coordinación que muestra el gobierno nacional. No debemos dejar de lado que el aumento sostenido de los precios de los materiales de estudio a causa de la inflación obliga a muchos jóvenes a buscar empleo, lo cual los termina forzando en muchos casos a abandonar sus estudios. Las tasas de graduación universitaria en nuestro país son alarmantes.
El 16% de los jóvenes entre 16 y 24 años no están definiendo su proyecto de vida. Se trata de varones y mujeres que, en plena edad productiva, no trabajan, no buscan trabajo y tampoco estudian. Me refiero a los jóvenes ni-ni, que suman más de 900.000 en nuestro país. Las perspectivas de este grupo son incluso más complicadas si consideramos que la mayoría de ellos pertenece a los estratos más bajos de la distribución del ingreso y no terminó el secundario. Se alimenta así un círculo vicioso que condena a estos jóvenes a la exclusión social y a la pobreza.
Tengamos presente otro dato: durante la "década ganada" de gobierno kirchnerista, los ni-ni pasaron de representar el 13% al 16% de los jóvenes argentinos. Es decir que durante la etapa de crecimiento económico del país, aumentó proporcionalmente la cantidad de jóvenes que carecen de un proyecto de vida y que viven marginados socialmente. Por otro lado, también cambió la composición del grupo aumentando la proporción de varones que no trabajan ni estudian.
La realidad que vive el grupo parece indicar que la década ganada no generó a fin de cuentas inclusión para todos y todas
Es en este contexto que el gobierno nacional lanza el plan Progresar mediante el cual se brinda un préstamo mensual para que quienes no trabajan, trabajan informalmente o tienen un salario menor al mínimo (y su grupo familiar cumple las mismas condiciones) puedan iniciar o completar sus estudios en cualquier nivel educativo. El programa se financia desde el Tesoro Nacional y se implementa a través de la Anses. Se exige un certificado trimestral de asistencia al establecimiento educativo y un control anual de salud regulado por el Ministerio de Salud de la Nación. Sin dudas, se trata de una medida positiva. Está diseñado para alcanzar a 1.5 millón de personas, de las cuales un tercio serán los denominados jóvenes ni-ni. Es una buena noticia que el gobierno nacional finalmente haya decidido actuar respecto de la cuestión de los jóvenes ni-ni, y Progresar apunta a ser un programa prometedor.
Aun así, no debemos olvidar la cuota de responsabilidad que tiene el gobierno nacional en el aumento proporcional de los jóvenes ni-ni. La realidad que vive el grupo parece indicar que la "década ganada" no generó a fin de cuentas inclusión para todos y todas. Tampoco debemos olvidar las cuentas pendientes en materia educativa (la Argentina ocupa los últimos puestos en el ranking PISA 2012, tanto en lectura, matemática y conocimientos de ciencia) y en materia de creación de puestos de empleo para jóvenes (las personas entre 18 a 24 constituyen la franja etaria con mayor tasa de desempleo).
El problema de la inserción social y laboral de los jóvenes tiene numerosas dimensiones y el plan, por bueno que parezca ser, no constituye una solución definitiva. Las preguntas que surgen son: ¿Puede sufrir la calidad educativa al incluir súbitamente a tantos jóvenes a la escuela secundaria? ¿Van a tener estos jóvenes la preparación que necesitan para entrar en la universidad o al mercado laboral, o se va a primar que se gradúen pase lo que pase? ¿Las empresas crearán los puestos de trabajo necesarios para estos jóvenes más capacitados?
Cristina, ¿es este otro parche para los problemas de los jóvenes o vamos a ayudar de una vez por todas a que planifiquen su futuro?