Otra cuenta regresiva para Mauricio Macri
No vio Mauricio Macri ni el discurso de Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa, en cuyo transcurso el Presidente anunció una querella criminal contra quienes tomaron deuda externa en el gobierno anterior, ni el jueves cuando en su descargo virtual por la causa del dólar futuro Cristina Kirchner apuntó su índice derecho a cámara y se descargó contra los miembros del tribunal: “Ustedes contribuyeron a que Macri ganara”.
Tampoco vio cuando la supervicepresidenta se quejó de seguir en el banquillo de los acusados mientras que Macri miraba partidos de fútbol en Qatar. No solo por su cargo en la FIFA el expresidente estuvo recientemente en ese país. Sorprenden los crecientes lazos que viene tejiendo en los últimos tiempos con los países más desarrollados del mundo árabe, donde escuchan con atención sus experiencias como gobernante, empresario y dirigente de fútbol. Hasta a la hora de ver series, una de sus debilidades, apunta para ese lado: ahora mismo mira Teherán, que tiene como marco el conflicto entre Irán e Israel y que se centra en el contrapunto entre una espía del Mosad y el oficial de seguridad iraní que va tras su rastro.
Que Macri elija “una de espías” confirma que lo tiene sin cuidado que el oficialismo siga impulsando causas por ese lado. La última se conoció anteayer cuando el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, denunció que la administración macrista había montado un sistema de espionaje ilegal en la Dirección Nacional de Migraciones. El umbral de la eternidad es el libraco de más de mil páginas que el expresidente está leyendo. En la novela histórica de Ken Follet, situada en los tiempos de la Guerra Fría, una de sus protagonistas, una profesora de Alemania del Este, es espiada por la policía secreta. No es chiste.
Una gigantografía de Nelson Mandela preside su luminosa oficina en Olivos, muy cerca de la residencia presidencial, que habitó hasta diciembre de 2019. Afuera, mientras tanto, sus sucesores, del presidente Fernández para abajo, no lo recuerdan precisamente con cariño, y las usinas ultra-K, en redes sociales, radios y canales afines, lo tienen a la cabeza de sus imprecaciones.
El bullying es una suerte de garúa constante que se alterna con chaparrones y tormentas colosales que Macri ha terminado por naturalizar (su paso por el colegio Newman, las disputas permanentes con su padre, su secuestro, las resistencias en Boca, la lluvia ácida del kirchnerismo, el libro en el que su hermano habla pestes). Eso lo vuelve, en cierta forma, blindado. La llovizna finita nunca se detiene, pero se desliza por su coraza. Parece habituado.
En unos días se conocerá el contenido de las 304 páginas de su libro Primer tiempo, título desafiante si los hay, porque si bien contendrá su visión personal sobre el período en que comandó el país (veremos con qué grado de autocrítica) sugiere tácitamente que habrá un segundo tiempo. Siguiendo la metáfora futbolera, Macri está en vestuarios reponiéndose de un duro primer tiempo que dejó un sabor amargo, reflexionando como jugador y director técnico a la vez en qué le fue mal y por qué.
Faltan tres largos años todavía, pero Macri no hace ningún esfuerzo por ocultar que está convencido de que el próximo candidato presidencial de Juntos por el Cambio no saldrá por consenso, sino por internas en las que competirán dos candidatos o más. Tampoco inquietan al líder de Juntos por el Cambio los contrastados temperamentos que se cruzan en la coalición, y cuando surge la comparación con Horacio Rodríguez Larreta, define la diferencia, pero sin conflicto: “Yo soy más frontal; él es más sistémico”. En cambio, llama la atención que, como el resto de los argentinos, ignore qué decisión tomará María Eugenia Vidal sobre su futuro político.
“Habrá segundo tiempo –apunta en estricto off un exministro del staff gubernamental anterior–, encabece quien lo encabece”. Hay cierta aura presidencial que Macri asegura sentir todavía, producto de su paso por la cumbre del poder. ¿No se considera, entonces, un “jarrón chino” que el oficialismo quiere romper, pero que también incomoda a los propios de su vereda? “La historia lo dirá”, deja picando, y solo sonríe. No elucubra en el aire. Es un ingeniero.
Sin embargo, en estos días es más fácil que Macri sueñe, y lo diga, con Juntos por el Cambio otra vez repuesto en el poder en 2023 antes que suelte prenda sobre su libro en gateras. A su alrededor hay un cerrojo implacable. Primer tiempo saldrá en preventa online este jueves y la editorial Planeta, que está preparando una primera edición de 25.000 ejemplares, lo empezará a distribuir en librerías a partir del lunes 15. Se trata del fruto de catorce meses de trabajo en el que se sumergió junto a dos de los más importantes colaboradores de su gestión: Hernán Iglesias Illa y Pablo Avelluto. Pero es la voz del exmandatario la que se “escuchará” en quien se ponga a leer. Que haya un silencio de radio tan estricto sobre su contenido suscita ansiedad en el ámbito político y en el periodismo. ¿Hay alguna bomba, una revelación inesperada, tal vez el anuncio de que pretende jugar, él personalmente, un “segundo tiempo”?
El primer borrador del libro estuvo listo en septiembre del año pasado, en coincidencia con los peores picos del Covid, por lo que se decidió postergar el lanzamiento para estos días. La presentación será el jueves 18, aunque sujeta a los protocolos para este tipo de reuniones. Macri dialogará con interlocutores de prestigio internacional.
Alguien muy cercano define en voz baja el producto terminado como “brutalmente honesto”. Otro revela algo más: “Es un libro fuerte. Generará conversación y mucho debate”.