Optimistas vs. pesimistas: logros sin precedentes ante la pobreza, con una agenda pendiente
En los últimos tres años recrudeció el malestar con la globalización y ella volvió al banquillo de los acusados. La discusión abunda más en pasiones que en razones, de modo acorde con este mundo orwelliano de la "pos-verdad". También, se valora más el presente, en desmedro del pasado y el futuro.
Una mirada serena del último cuarto de siglo muestra, en cambio, logros sin precedentes en relación a la pobreza y la distribución del ingreso en el mundo. Ya no es cierto que "los países ricos son cada vez más ricos y los países pobres cada vez más pobres". La mayoría de los países emergentes –esto es, todos los no desarrollados– han crecido más que los avanzados.
Sin embargo, esto no justifica ignorar la densa agenda pendiente del combate a la pobreza y del progreso social. Por primera vez, un documento muy reciente del Vaticano sostiene que "el bienestar económico global ha aumentado… en medida y rapidez nunca antes experimentadas". Y señala, al mismo tiempo, que "han aumentado las desigualdades entre los distintos países y dentro de ellos", mientras que "el número de personas que viven en la pobreza extrema sigue siendo enorme" (http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/05/17/cons.html).
Sería un gran progreso si, de aquí en más, la discusión se centrara en la importancia relativa de los logros o de la pesada agenda pendiente, porque un diagnóstico preciso es esencial para diseñar políticas capaces de sostener, y también mejorar, el notable progreso del último cuarto de siglo. El libro de Johan Norberg aquí presentado es una muy buena contribución al conocimiento de los logros recientes de la humanidad. Y un banco de datos imprescindible se encuentra en el sitio de Max Roser Our world in data (https://ourworldindata.org/).
Viendo pues la película y las instantáneas encontramos que la brecha de niveles de vida (ingreso por habitante) entre países ricos y pobres cayó desde casi siete veces en 1990 a poco más de cuatro veces hoy, en sólo 27 años. Esto no debe hacer olvidar que el nivel de vida de los países desarrollados es todavía 11 veces el de África subsahariana, ni que el de América del Norte es 21 veces el de los países más pobres. Las personas en pobreza extrema eran el 94% de la población mundial en 1820, 84% en 1900, 37% en 1990 y 9,6% en 2015, y cayeron de 1960 millones en 1990 a 705 millones en 2015.
Más polémica es la cuestión de la distribución del ingreso. Por un lado, y por vez primera en 200 años, este siglo ha visto una mejora de la distribución del ingreso mundial, debida sobre todo al crecimiento de los países emergentes. Al mismo tiempo, la distribución del ingreso empeoró en la mayoría de países desarrollados, especialmente en los sajones, en los que el 1% de la población concentra el 15% del ingreso total.
Las causas de este fenómeno todavía se desconocen, pero es bien probable que se deban en parte al cambio tecnológico, que todavía crea pocos empleos de ingresos altos y muchos de ingresos medios o bajos. También es probable que el malestar en muchos países desarrollados sea la raíz de las reacciones nacional-populistas contra la globalización, mucho más numerosas a ambos lados del Atlántico Norte que en otras geografías.
En fin, difícilmente los nuevos y viejos problemas de pobreza y distribución mejorarán duraderamente con las propuestas, escasas y confusas, de los nacionalismos populistas. Pero tampoco repitiendo las políticas de este siglo que, entre otras cosas, llevaron a la Gran Recesión del 2008, como esperamos que sea dicho por el G20 próximo, en Buenos Aires.