Odiseas de hombre urbano
Corría un riesgo Leonardo Pitlevnik cuando decidió ambientar la mítica tragedia de Teseo, Hipólito y Fedra en el seno de una familia urbana de modesta clase media. Y del desafío que se impuso salió más que airoso. El resultado es la novela breve Los peces (Notanpüan).
Su Teseo es un viajante de comercio que se ausenta del hogar asiduamente y por varios días para recorrer pueblos y balnearios de la costa atlántica en busca de clientes para sus máquinas industriales de café. Los viajes de su marido son pantanos de tedio y soledad para una Fedra ociosa y todavía joven, que llena las horas viendo televisión, leyendo novelas de amor y, sobre todo, contemplando con ansias cada vez más difíciles de disimular el hermoso cuerpo de Hipólito, hijo de Teseo, que pernocta en la casa de manera salteada, se gana la vida dando clases de gimnasia y frecuenta amistades dudosas; aunque, a la hora de la verdad, muestra una ética de la que su padre y Fedra carecen.
Pitlevnik logra que el lector quiera acompañar a Teseo hasta el final del viaje, sin importar en qué nivel se desarrolle esa lectura: quien reconozca los rasgos del mito, sentirá la curiosidad de saber cómo el autor resolvió el conflicto en esta nueva versión barrial, y quien se pase por alto a los personajes clásicos, será guiado hasta la última línea por la suave tensión de intriga policial que Pitlevnik le imprime a su trama.
Con una prosa seca, que no desdeña el humor, el autor hace desfilar personajes y situaciones como si desplegara los pormenores de una crónica amarilla: hay una vecina metiche que ve lo que no debe, una comisaría destartalada, policías indolentes o con pocas luces, y un malentendido que propicia la desgracia, pero que arraiga en una oscuridad mucho más profunda; en un verdadero mal.
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La risa postergada (Peces de Ciudad), de Oscar Conde, reúne poemas de 2003 a 2017, organizados en dos partes: “La sal del tiempo”, y “Futuros errores del pasado”.
Se intuye una poesía de tono confesional, que rezuma a menudo la desazón por los sueños que quedaron en promesas incumplidas, la angustia ante el futuro incierto, el dolor de la insatisfacción. El poeta es un hombre y más que uno a la vez: una multitud de voces acalladas, de deseos sepultados por la chatura oprimente de las convenciones sociales, que pugna por liberar las pulsiones nocturnas, por hundirse en el goce del exceso o la locura. Y cuando la disolución parece inevitable, acuden las fuerzas apolíneas, el temple, la firme serenidad para no apartarse del surco esperanzado de la vida.
Conde suele condensar lo mejor en las formas breves: “El hombre es un animal mitológico.
Eso nos pone/ en el/ centro/ del problema.”
LOS PECES. Leonardo Pitlevnik, Notanpüan
LA RISA POSTERGADA. Oscar Conde, Peces de Ciudad