De no creer. Odio las PASO (pero adelanto quién va a perder)
Faltan horas para las PASO y no sé a quién voy a votar. ¿Un indeciso? No, ya decidí a quién no votaré: a Del Caño, porque ese apellido, en manos de la izquierda, es intimidatorio. Soy bonaerense y acá la oferta es amplia e interesantísima. Leí las distintas propuestas, me informé, hablé con mucha gente. Por ejemplo, con la madre de Randazzo, una tierna; oírle decir que su hijo “es un amor” casi que me convenció. Hablé con el padre de Vicky Tolosa Paz, el único astrólogo invicto (no se le conocen aciertos en sus predicciones), que seguía en estado de perplejidad: le resultó duro enterarse por televisión de las costumbres de su hija. Hablé con Larreta… mejor dicho, quise hablar con él, pero se excusó: estaba cargando sobre sus espaldas la campaña del Colo Santilli, e incluso lo estaba cargando al Colo después de fundir la Santileta. Charlé largo y tendido con Manes, tan inteligente, tan sabio, que si le doy mi voto temo que la ciencia se pierda un baluarte. Lo llamé a Espert y me juró y recontra juró que ni él ni Milei son funcionales al Gobierno; yo le creí y le recontra creí. En el caso de Kicillof, llamó él y habló sin parar: primero me costó entenderlo; después, corregirlo, y finalmente me quedé dormido.
También hablé con Massa, que estaba contando las horas. ¿Para las primarias? No, para asumir como jefe de Gabinete si mañana las cosas no van bien. Me contó que ya lo tenía arreglado con Cristina y con Máximo, y que todos los días suena la alarma de su celular para recordarle que todavía no le avisó a Alberto.
Me whatsappeé con un cura villero de la tercera sección electoral (19 partidos, entre ellos, La Matanza, Avellaneda, Quilmes, Lomas de Zamora…), la que decide quién gana en la provincia. Su testimonio fue enriquecedor: “Nos han estado tirando plata, alimentos y obras. ¡Bienaventuradas sean las elecciones!”.
Le pregunté a Beto Brandoni, precandidato a diputado de la lista de Rubinstein en la Capital, si tenía un pronóstico sobre el resultado de mañana: “El Gobierno va a sufrir una catástrofe”. Beto dice eso porque tiene la mala costumbre de no leer encuestas.
Por supuesto, anteayer vi los actos de cierre. Una maravilla; una maravilla que se haya terminado la campaña. En Tecnópolis, Cristina habló una hora; Alberto, la mitad, y a Vicky Tolosa le dijeron que no le va a faltar oportunidad. Cuando consulté por qué no le habían dejado meter bocado a la cabeza de la lista, me contestaron: “Para los temas que ella domina preferimos a Alessandra Rampolla”.
En cambio, en el cierre de Santilli en La Plata pudieron hablar todos; todos menos Macri, que no fue invitado. Pro Línea Fundadora, en llamas. Según mi aplausómetro, en la presentación la más ovacionada (sacando los alaridos guionados) fue Pato Bullrich, un homenaje a Pro Línea Halcón. Sumados, los discursos de este acto no llegaron a la hora que usó Cristina para pedir, en lenguaje no muy cifrado, que la perdonáramos por Alberto. Cris se percibe culpable, y no es justo; culpemos a la naturaleza, no siempre equitativa en la distribución de dones.
"Si las primarias son una interna, que voten los de adentro; los de afuera somos de palo"
Discrepo con quienes sostienen que fue una campaña vacía; yo creo que estuvo llena de novedades, como la aparición de madres y padres de candidatos, de sexo y porros, una candidata que pidió ser votada no por sus ideas sino por su cola, espadas cortando calabazas, picados de fútbol frente a la Catedral e incluso la anticampaña de Guillermo Moreno, la más bizarra, la más eficaz para ahuyentar votos. Es cierto, había spots que funcionaban muy bien como memes, y se adivina alguna distancia entre el Preámbulo de la Constitución de Alfonsín y la carta astral de Vicky, entre Ratto/Dreyfus y Pepe Albistur. Pero nada que no podamos tapar con un manto de piedad. La piedad es el único camino que no termina en Ezeiza.
Mi problema con las PASO es que no las paso. No por haber sido creadas por Néstor, porque en materia electoral a él le debemos también las candidaturas testimoniales, de feliz memoria. Me resulta indigerible que nos obliguen a votar en una interna. Si es una interna, que la arreglen los de adentro; los de afuera somos de palo. Y si ya la arreglaron y tienen una sola lista, como el Frente de Todos, ¿qué corno votan los que van a votarla? Algunos dicen que es como una gran encuesta, pero, claro, que la encuestadora sea La Cámpora no me deja muy tranquilo. Otros la consideran una primera vuelta; inservible y carita, ¿no? Además, en este caso nos impuso un doble sacrificio: privarnos de Cristina durante tres semanas y tener que escucharlo a Alberto todos los días.
Yo tengo mi propia encuesta: somos uno de los tres países con mayor inflación del mundo, uno de los cuatro con mayor caída del PBI en 2020, uno de los cinco en los que creció más la pobreza, el 11º en cantidad de muertos, el que vio emigrar a más personas, el que tuvo más fiestas en la residencia presidencial. Ya lo dijo Tusam: mi encuesta no puede fallar.
Detesto las PASO. Igual, mañana, por supuesto, cumpliré con mi deber cívico, siguiendo estrictamente los protocolos: barbijo en la boca y una venda en los ojos.