Ocho minutos para una carambola a todas las bandas
Fueron suficientes ocho minutos. En ese breve lapso, con un llamado telefónico, Francisco dejó mudos a todos los que pretenden interpretarlo, defenderlo, criticarlo, despreciarlo o elevarlo a los altares. Una vez más quedó de manifiesto la pobreza de casi todas las lecturas que se hacen de la figura del Papa. Periodistas, políticos, sindicalistas, curas, especialistas en chismes de sacristía o en frivolidades del “mundo del espectáculo”, acartonados intelectuales o improvisados “defensores de la cultura”; todos esos y muchos más, quedaron en un evidente “fuera de juego” que no necesita de la confirmación de las imágenes del VAR. Jorge Bergoglio sobrevuela mucho más alto que todas las palomas, los halcones y los patos; y no necesita rugir como los leones.
Abrumados con tantas dificultades nos cuesta mucho comprender lo que significa la figura de un Papa, quizás porque quienes deberíamos explicarla no lo hemos hecho correctamente, quizás porque tampoco en la Iglesia hemos sido capaces de elevar la mirada y quedamos atrapados en la misma ciénaga de quienes están “a favor o en contra”. Discutimos sobre rosarios que van y vienen, sobre caras adustas o sonrientes, cronometramos los tiempos de las audiencias, o pretendemos ser sofisticados interpretes ideológicos, pero no vemos lo que está a la vista: que Bergoglio mira la realidad desde más arriba y por eso puede ver mejor nuestras posibilidades y ayudarnos a superar nuestras pobrezas (que son muchas más que las que nos muestra el Indec).
No alcanza con repetir las frases de Francisco y citar los documentos de su pontificado. Fueron suficientes ocho minutos de un llamado para que quede en evidencia la torpeza de algunos dirigentes y quede también claro que demasiados hombres y mujeres de la Iglesia en la Argentina aún no hemos aprendido a mirar el drama del país con la mirada del argentino más importante de nuestra historia. Quizás si seguimos su ejemplo descubramos la importancia de hacer una llamada telefónica, sentarse un momento y hablar, algo tan simple y urgente como eso.
Sacerdote