Obama abre una oportunidad única
WASHINGTON.- El giro radical en política exterior del presidente Barack Obama hacia Cuba es una bocanada de aire fresco que ofrece la posibilidad de lograr avances genuinos en materia de derechos humanos, si el gobierno de Estados Unidos actúa inteligentemente.
Quienes critican la decisión de Obama de reanudar plenas relaciones diplomáticas con Cuba sostienen que Estados Unidos abandonó su compromiso con la protección de los derechos humanos en la isla. Otros afirman incluso que el nuevo enfoque de Obama premia a Cuba, al renunciar al instrumento de presión que Estados Unidos supuestamente tiene ante el gobierno autoritario cubano. Esta posición es profundamente errada.
La confusión surge de la propia retórica desacertada del gobierno norteamericano, empeñado en mantener un embargo a un alto costo. Durante décadas, Washington ha defendido tercamente que el embargo era necesario para promover los derechos humanos y el cambio democrático en la isla. Pero, en realidad, el embargo no ha contribuido en absoluto a mejorar la situación de los derechos humanos en Cuba. Por el contrario, ha impuesto privaciones indiscriminadas al pueblo cubano y ha blindado al gobierno de Cuba de la crítica internacional.
En lugar de aislar a Cuba, esta política ha aislado a Estados Unidos, al permitir que el gobierno de Castro despertara simpatías en el exterior y, a la vez, que Washington se quedara sin el apoyo de importantes aliados para promover derechos humanos en la isla.
No es sorprendente que defensores de derechos humanos en Cuba y en el extranjero, así como la mayoría de los países en la Asamblea General de la ONU (188 de un total de los 192 que votaron en una resolución de octubre) hayan instado reiteradamente a que concluya el embargo norteamericano.
Por otra parte, más allá de algunas reformas positivas implementadas en los últimos años, el gobierno cubano sigue estando involucrado en abusos sistemáticos destinados a castigar a críticos e impedir el disenso.
En 2010 y 2011, el gobierno de Cuba liberó a decenas de presos políticos a cambio de que aceptaran exiliarse. Desde entonces, ha apelado con menos frecuencia a sentencias prolongadas para castigar el disenso, y ha distendido las draconianas restricciones para viajar que dividían familias e impedían que críticos pudieran salir de Cuba y regresar a ésta.
No obstante, el gobierno cubano emplea otras tácticas para reprimir a individuos y grupos que critican al gobierno o reivindican derechos fundamentales.
En los últimos años, los arrestos arbitrarios y las detenciones breves han aumentado significativamente, lo cual con frecuencia impide que defensores de derechos humanos, periodistas independientes y otras personas puedan reunirse o trasladarse libremente. A menudo se practican detenciones preventivas para evitar que las personas participen en marchas pacíficas o en reuniones para debatir sobre política. Es común que los detenidos sufran golpizas, reciban amenazas y permanezcan incomunicados durante horas o días.
El gobierno controla todos los medios de comunicación existentes en Cuba y restringe fuertemente el acceso a información que provenga del extranjero, cercenando gravemente el derecho a la libertad de expresión. Apenas una proporción ínfima de la población tiene posibilidad de leer páginas web y blogs independientes, debido al acceso limitado a Internet y su elevado costo.
En todo caso, seamos claros: la responsabilidad por la represión del disenso en Cuba corresponde únicamente al gobierno cubano. Sin embargo, el status quo le ha permitido a ese gobierno explotar la política norteamericana del aislamiento para mostrarse como una víctima.
La evidencia empírica demuestra que resultaba irracional seguir insistiendo en una política que nunca logró los objetivos que se había propuesto. La vía unilateral, una reliquia de la Guerra Fría, estaba agotada hace décadas y precisamente por eso el comienzo del desmantelamiento iniciado por la Casa Blanca abre una oportunidad única.
La mejor alternativa para tener incidencia y promover los derechos humanos, independencia judicial, elecciones libres, sindicatos independientes y la libertad de expresión en Cuba es que el gobierno de Estados Unidos entienda que hay que trabajar multilateralmente. Si se involucra a las principales democracias de la región en la relación con Cuba, es mucho más probable que esto obligue al gobierno cubano a mejorar su récord en derechos humanos. Da la impresión que Obama así lo entiende.
No deberíamos ser ilusos y creer que la situación de los derechos humanos en Cuba va a mejorar de la noche a la mañana. Será, por el contrario, un proceso largo y frustrante. Pero, sin ninguna duda, con la nueva política de Obama hacia Cuba, las condiciones son mucho más favorables para romper el hielo y empezar a ver avances.
El autor es director para las Américas de Human Rights Watch
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