Nunca más al subdesarrollo
Esta nota sólo pretende dar una idea, al menos básica, de la excelencia del trabajo de Horacio García Bossio titulado ¿Qué nos hace más Nación?, publicado por la editorial La Cooperativa de la Universidad Nacional de Lanús, cuya rectora, la doctora Ana Jaramillo, la ha dotado de programas de una modernidad teórica y práctica verdaderamente modélica. Por eso no me extraña que su editorial haya publicado el libro más completo en nuestro idioma sobre la temática del desarrollismo, que, más allá de analizar las diferentes vertientes del desarrollo en el mundo mediante una introducción cuya sola lectura alienta a no dejar de leer el libro entero, se dedica luego a historiar cómo se gestó esa idea política con un sentido estrictamente nacional e integrador en nuestro país durante la presidencia del doctor Arturo Frondizi, con la colaboración teórica y la puesta en práctica de su principal asesor, Rogelio Frigerio.
Pero también muestra el autor cómo la total falta de comprensión por parte de las Fuerzas Armadas, de los partidos opositores e incluso de parte de la Iglesia y del sindicalismo de lo que era y debía ser la Argentina en ese mundo en transición, a fines de la década del 50 y comienzo de los 60, frustraron al país de dar el salto cualitativo del subdesarrollo al desarrollo, grave error que todavía no pudo ser reparado.
La obra demuestra que Frigerio fue no sólo el verdadero padre del desarrollismo, sino que ese proyecto político y económico, por su propia lógica discursiva y por las dificultades concretas de la aplicación del programa desarrollista, fue lamentablemente "parido para morir". Aunque aun así se ha seguido, sobre todo en estos últimos tiempos, predicando y añorando.
Como afirma el autor, el desarrollismo surgió como un proyecto de política económica dentro de un sector de intelectuales y políticos que alcanzó amplia difusión, especialmente en los llamados "países periféricos" y durante las décadas de 1950 y 1960. Como aclaró siempre Rogelio Frigerio, los conceptos de crecimiento y desarrollo no tenían el mismo significado para todos los que lo empleaban, y para no salirnos de nuestro continente, señalemos con el autor que los "desarrollistas" Arturo Frondizi y su asesor Frigerio, en nuestro país, y Juscelino Kubitschek y Helio Jaguaribe, en Brasil, afirmaban que el desarrollo implicaba que la industria pesada les aseguraría a sus naciones un lugar entre los países más poderosos del planeta. Kubitschek sostenía ya en 1956 que su objetivo era la expansión, el fomento y la instalación de las industrias que Brasil necesitaba para su liberación económica. Más adelante, agrega el autor que las explicaciones que dieron cuenta del desafío desarrollista en el continente americano y en nuestro país fueron disímiles y sugerían por ello una génesis multicasual.
En el Cono Sur, el escrito fundacional del economista argentino Raúl Prebisch, responsable de la Comisión Económica para América Latina y sus principales problemas, al cual Albert Hirschman llamó el Manifiesto, dio origen al estructuralismo latinoamericano. Después de su publicación, ninguna teoría pudo seguir sosteniendo, para los países del subcontinente, que era aceptable la vieja doctrina clásica ricardiana de las ventajas comparativas. Otra vertiente de la estrategia desarrollista seguiría la influencia de Jaguaribe (el autor de la famosa y tan utilizada distinción entre el nacionalismo de fines y el nacionalismo de medios) y el desenvolvimiento brasileño, como un animador insoslayable del entorno de Kubitschek y de su sucesor Janio Quadros, quien sintió siempre una verdadera admiración por el presidente Arturo Frondizi.
Kubitschek sólo pudo charlar largamente con Frondizi en la Casa Rosada cuando ya era presidente Janio Quadros. Y el nexo de unión entre el ex presidente brasileño y Frondizi y Frigerio era uno de los principales hombres de su entorno y especial asesor, el banquero y gran poeta paulista Augusto Federico Schmidt, quien trabajó en muchas ocasiones con los principales integrantes de la llamada "Usina" que comandaba Frigerio.
Señala el autor que en nuestro país la política implementada por el gobierno de la Unión Cívica Radical Intransigente de Frondizi (1958-1962) fue encuadrada dentro de una pretendida combinación "nacional-populista-liberal". Muchas de las claves del desarrollismo argentino se encontrarían, muy al comienzo, en el pensamiento de Prebisch. Y sus categorías serían reproducidas, con un toque estrictamente frigerista en el discurso periodístico del órgano propagandístico Qué paso en siete días, fundado por el abogado y periodista Baltazar V. Jaramillo y Frigerio.
El libro contiene además una bibliografía riquísima que el autor no sólo demuestra conocer muy bien, sino que utiliza con toda propiedad, y es una verdadera lástima que esta obra haya carecido de un índice onomástico para que los periodistas e investigadores pudieran encontrar fácilmente citas de Juan XXIII, Juan Pablo II, Jacques Maritain, el dominico Louis Joseph Lebret, Alain Rouquié, Julian Barnes, Joseph Alois Shumpeter, W. Rostow, Keynes, Aldo Ferrer, Scalabrini Ortiz, Jauretche y hasta el jesuita Fernando Storni, además de tantos otros pensadores y economistas de distintas posiciones ideológicas. Como también nos encontramos con los tremendos contradictores de Rogelio Frigerio, provenientes de toda la gama de las izquierdas nacionales, que lo acusaban, desde una total incomprensión política y filosófica de la situación del país y del mundo, de traidor. Mientras, los militares seguían acusándolo de marxista-leninista.
Esta obra debería ser leída y estudiada por todo argentino que desee saber por qué todavía padecemos el estatuto del subdesarrollo, y sobre todo debería ser leída por todos los que aspiran a conducir los destinos del país a partir de 2016. El autor de este libro cumplió con su propósito de estudiar en profundidad, y en el marco de un cierto paradigma de complejidad, la historia de un fracaso. Aunque, como dijimos al comenzar y lo dice García Bossio al terminar, quizás el fracaso de ese sueño de desarrollo haya sido, dolorosamente, el fracaso mismo de una nación. Y tal vez eso debiera servir para decir: "Nunca más al subdesarrollo".
El autor es periodista, escritor y diplomático