Nueve semanas y media que reconfigurarán la política argentina
La corriente de pensamiento que indica que vivimos en un mundo VICA (sigla de volátil, incierto, complejo y ambiguo) y que ganó relevancia a partir de mediados de los 80 preveía la aparición de fenómenos exóticos en la arena política y la emergencia de liderazgos elegidos democráticamente pero que juegan al filo de la institucionalidad. El atentado a las Torres Gemelas, la crisis financiera global de 2008-2009, la pandemia y la disrupción de las tecnologías de la información (hoy la inteligencia artificial) no hicieron más que profundizar esta idea. La victoria de Javier Milei el domingo pasado inscribe a la Argentina en la cada vez más larga lista de países que ingresan en esta lógica. Contrariamente a lo que parecía ser un consenso entre analistas, políticos y buena parte de la opinión pública, el resultado de las PASO agrietó el orden bicoalicional (antes bipartidario) con la irrupción de una tercera fuerza que no está focalizada en un territorio específico ni en un segmento homogéneo de la población, como en su momento había ocurrido con Pro, primero en la ciudad de Buenos Aires y luego, ya en el formato Cambiemos, en la zona más moderna del centro del país. La expansión, la capilaridad y la diversidad del voto a LLA lo convierten en un fenómeno singular, sobre todo porque prescindió de un aparato político que le diera encarnadura y presencia institucional, en especial en las localidades donde obtuvo mejores resultados.
Milei comparte algunos atributos con Donald Trump, Jair Bolsonaro o AMLO, en el sentido de posicionarse como un líder antiestablishment o antisistema: se ve a sí mismo como una instancia superadora de las formas tradicionales de hacer política, a las que viene a sepultar. Pero a diferencia de esos dos últimos líderes, no tiene prácticamente experiencia política (apenas dos años como diputado, con escasa participación en la agenda parlamentaria) ni en gestión empresarial, ni un nombre asociado con los negocios y el poder, como Trump. Es un self made man egresado de la Universidad de Belgrano (como Massa, mientras Bullrich obtuvo su título de grado en la Universidad de Palermo: las grandes universidades públicas vienen perdiendo influencia en la formación de las elites), que se instaló como un personaje excéntrico y algo kitsch desde los medios de comunicación (otro elemento en común con el exmandatario de los Estados Unidos).
Una característica adicional que impuso el líder de LLA: basó su campaña en su figura. “Los liberales no somos personalistas”, aclara Diana Mondino. Sin embargo, el protagonismo de Milei fue excluyente. Tal vez por eso se apura ahora a definir los potenciales integrantes de un eventual gabinete: quiere mostrar que, a pesar de su inexperiencia, está en condiciones de gobernar. El trabajo que realizó en redes sociales fue muy efectivo: se mantuvo por debajo del radar de los grandes medios de comunicación, en los que tuvo presencias relativamente módicas hasta la saturación casi grotesca que vimos a partir del lunes. En esa primera etapa, mantuvo el monopolio del discurso económico alternativo al oficialismo y lo aprovechó con destreza. En JxC nunca encontraron el registro ni los conceptos para diseminar una visión fresca que hiciera olvidar el gobierno de Macri. Milei, con una mensaje sencillo y efectivo y un estilo histriónico y entrador, ganó audiencias variadas y se convirtió en un referente familiar incluso (o sobre todo) entre los segmentos más vulnerables.
Luego del terremoto del domingo pasado y de la fuerte devaluación del peso dispuesta por el Gobierno al día siguiente, nos esperan 9 semanas y media hasta las elecciones de octubre, en las que surgirán los contornos del nuevo mapa de poder. ¿Se encamina la Argentina a un escenario con tres fuerzas (ya no dos) disputándose el poder, como ocurría en Chile hasta el golpe de Estado de hace medio siglo? ¿Habrá un realineamiento del sistema partidario en dos grandes coaliciones de centroderecha y centroizquierda, con un formato plural pero ideológicamente mucho más coherentes de lo que fueron nuestros partidos “atrapatodo”, el peronismo y el radicalismo, como ocurre en EE.UU.?
Mucho antes de responder esos interrogantes, las tres campañas principales necesitan replantear sus estrategias. Algo ya está ocurriendo. Un tanto agrandado, Milei apunta a ganar en primera vuelta, para lo cual agrede y ningunea a Patricia Bullrich, con quien hasta hace poco mantenía una relación cordial. Los primos Macri le envían ondas de amor y paz, no solo por afinidad, sino también para maximizar sus chances de retener la ciudad. Obtenida la foto con Larreta y Morales, en JxC están esperanzados por el hecho de que siempre mejoraron sus performances electorales en las generales en relación con las primarias. Necesitan aumentar el porcentaje de participación, pero deben moverse con cautela hacia el “centro ideológico”, pues fue Bullrich la que impidió que más votos “halcones” se sintieran seducidos por Milei. Es cierto que el economista obtuvo muchísimos votos que hasta hace poco se inclinaban por candidatos peronistas. Lo vimos en 2021 en el sur de CABA y lo confirmamos en las elecciones de la semana pasada en tradicionales reductos justicialistas, como Salta, Tucumán o la Patagonia. Pero si el ganador de la primaria hubiese sido Rodríguez Larreta, le habría costado una enormidad convencer a los votantes de Bullrich de continuar apostando por JxC en vez de inclinarse por Milei. Que Macri no haga nada para ocultar su entusiasmo por el candidato libertario tampoco ayuda a Bullrich. Navegar estas aguas tensionadas y pletóricas de egocentrismos será uno de sus mayores desafíos. A favor de Bullrich: es la única mujer, la única candidata que sabe de seguridad y cuenta con experiencia como ministra en dos gabinetes y como parlamentaria. También contará con poder político para apoyar la gobernabilidad ante una eventual victoria de Milei: aun con números excelentes, LLA tendría como mucho 40 diputados y 7 senadores, pero ningún gobernador y cero peso institucional. La idea absurda de resolver los problemas por plebiscito es inviable: las consultas populares también las habilita el Congreso.
Con la marca Unión por la Patria, el peronismo hizo la peor elección de su historia. Si la idea es ver el vaso medio lleno, podría considerar que los oficialismos suelen estar sufriendo en todo el mundo a la hora de presentar candidatos competitivos: en Colombia ni siquiera participó; en Ecuador, Lasso adelantó el proceso electoral sin una sucesión clara; algo similar ocurrió en Perú. Por otra parte, considerando que Sergio Massa es el ministro de Economía en medio de este dislate, sus números resultan más que generosos. Luego de 40 años de brindar prestaciones mediocres en términos de desarrollo humano, el sistema político argentino comienza a pagar los costos. El voto bronca ya no se canaliza en ausencia, como en 2001 con esos jóvenes que se alejaban 500 kilómetros de su punto de sufragio para justificar el faltazo y que luego dieron origen a La Cámpora: hoy se refleja en las urnas. Esta voz emergente de la sociedad, que durante décadas fue silenciada y vivió enormes frustraciones y que hoy lo expresa votando a LLA, es en sí misma más importante que la figura de Milei.