Nuestro hábitat está en terapia intensiva por un falso diagnóstico
Antes de la pandemia 3 millones de personas migraban hacia las ciudades, según un estudio de las Naciones Unidas (ONU), en 2009. A nivel mundial, los centros urbanos están colapsados y generan 200.000 barrios de emergencia, como consecuencia del traslado de 1000 millones de personas excluidas del sistema productivo. Aún ocupando un 2% de la superficie del planeta, las ciudades dañan mayormente el medio ambiente consumiendo el 80% de la energía global, generando el 70% de los residuos y emitiendo 60% de los gases de efecto invernadero.
Con la pandemia, quedó claro que el hábitat citadino, que es el de la mayor parte de la población mundial, está en terapia intensiva. Y ha sido por un falso diagnóstico. En este contexto, resulta evidente que muchas ciudades se convirtieron en lugares hostiles e insalubres. La falta de inversión en áreas rurales y la promoción de la vida urbana no ha hecho más que agravar el problema.
En el Día Mundial del Hábitat, es urgente incluir a la descentralización de ciudades en una agenda Post-Covid, de forma planificada y sostenible, contemplando el estímulo adecuado a la promoción de la inversión pública y privada en pueblos y localidades pequeñas que puedan generar un hábitat más saludable y amigable para las personas y el medioambiente.
Para eso, es imperioso que los organismos internacionales revisen sus diagnósticos y recomendaciones. El Banco Mundial y la ONU -muy especialmente en su Agenda Urbana celebrada en Quito en 2016- promueven un plan que apuesta a las ciudades. Basados en un preconcepto que pondera las ciudades como factor único y excluyente de desarrollo y evolución humana, lanzaron en 2016 un paquete de medidas promoviendo inversiones en las grandes urbes, para hacerlas "inteligentes" "resilientes" "inclusivas" "innovativas". Las inversiones de gobiernos y de inversores privados siguieron este plan, aun cuando ya se venían invirtiendo miles de millones con esos objetivos.
Con la pandemia, cayó el velo de las ciudades y otras alternativas de hábitat son consideradas por millones de personas en todo el mundo. En nuestra ONG, que viene trabajando desde 2014 en la repoblación rural para revertir la tendencia migratoria hacia las ciudades, estamos registrando este cambio de paradigma. Por semana, en promedio, recibimos la inscripción de 300 familias argentinas que nos contactan para que los ayudemos a migrar a un pueblo (10 veces más que las consultas que recibíamos a principios de año). A la vez, nos escriben desde decenas de localidades rurales para que colaboremos con su desarrollo local para evitar su extinción.
El sueño de irse de vacaciones al mar, la montaña o al campo, por quince días, para luego regresar a la ciudad quedó ya en el pasado. Mucha gente se pregunta ¿Por qué no hacer al revés? Vivir en lugares con mejor calidad de vida, cercanos a la naturaleza e ir a la ciudad cuando "se necesite". Hoy la tecnología le brinda esta posibilidad a cada vez más personas, que pueden llegar a hacer ese cambio sin siquiera pensar en buscar otro trabajo.
¿Por qué no hacer al revés? Vivir en lugares con mejor calidad de vida, cercanos a la naturaleza e ir a la ciudad cuando "se necesite"
Este nuevo paradigma requiere que tanto el sector público como el privado se preparen para una importante migración interna, que sin un plan sostenible puede llevar nuevamente a un colapso. Para que una migración sea sostenible se deben trabajar en tres pilares: bienvenida, trabajo y vivienda (que debe contemplar la infraestructura). Son los tres pilares que inspiraron nuestro programa "Bienvenidos a mi Pueblo". Todos ellos requieren de una importante preparación. Por eso, anticipar un plan frente a la realidad inminente es lo que debemos trabajar durante el confinamiento.
El diagnóstico falso debe descartarse. La mayoría de las personas viven donde pueden y no donde quieren. A los gobiernos les tocará adelantarse a la ola migratoria hoy contenida por el confinamiento. En este plan macro deben incluirse leyes y actores de la sociedad civil en terreno, para acompañar en cooperación público-privada el proceso de descentralización que se está evidenciando.
Visto así, no queda otra opción que hacer lo mejor posible para aprovechar esta nueva circunstancia para mejorar la calidad de vida de las personas, del medio ambiente y de nuestro hábitat. En el post-covid, más que nunca, el futuro está en los pueblos. Y se impone promover un desarrollo social y económico en las regiones rurales, tan postergadas en la agenda política mundial.
Fundadora y directora de la ONG suiza ES VICIS y del programa Bienvenidos a mi pueblo