Nuestras Venezuelas
El apoyo del peronismo kirchnerista al régimen chavista tiene una explicación más allá de los negocios turbios y las afinidades sobreactuadas durante la década ganada. Esa explicación es la naturalización de nuestras pequeñas autocracias construidas sobre viejos desvíos culturales.
Capas históricas se acumulan desde los años coloniales, los posteriores tiempos de los caudillos hasta su derivación en los señores feudales de principios del siglo pasado para llegar al ciclo democrático abierto en 1983. En un mundo del revés amparado por el silencio y la lejanía, en lugar de ajustarse a las normas constitucionales que restablecían las libertades públicas, las constituciones provinciales fueron reformadas desde el poder para acumular más poder. Solo Mendoza y Santa Fe no cambiaron sus constituciones para habilitar la reelección consecutiva de sus gobernadores.
La construcción de nuestras pequeñas Venezuelas creció entre la indiferencia ciudadana con aquellas reformas constitucionales de la década de 1980. Desde entonces se han interpretado y reinterpretado hasta el ridículo las normas que, pensadas como frenos, se convirtieron en garantías de eternidad. Es por eso que Carlos Menem y Cristina Kirchner forzaron hasta lo indecible para reproducir esas maniobras a escala nacional en el ocaso de sus presidencias. Fue providencial que no lo lograran.
Con la garantía de perpetuidad de los jefes políticos locales, los regímenes se alimentaron del debilitamiento del sistema partidario. Allí donde creció un liderazgo personalista se opacó la vida interna de su propio partido y se desdibujó la oposición. La acumulación de poder necesitó de un recurso elemental para su mantenimiento. Es así que hoy, al cabo de más de treinta años, son excepciones los poderes judiciales provinciales que pueden mostrar algún atisbo de independencia del poder político. La impunidad es la garantía para el enriquecimiento y la generación de sociedades con contratistas del Estado que al mismo tiempo sirven para que el establishment de cada provincia genere sustento económico y blindaje político al caudillo de turno. ¿Alguna vez alguien escribirá los cuadernos provinciales de las coimas? Cuando el poder provincial no pone en jaque a la prensa independiente, un sistema de espionaje policial bucea en la vida personal de los adversarios. El éxito electoral de estos ciclos feudales a veces chocó con algún estallido social o un crimen conmocionante. Es uso y costumbre que el sucesor adopte los mismos vicios que el derrocado.
Por si algo faltara, sobre la construcción de sus respectivas autocracias poquísimos gobernadores han logrado mostrar gestiones que saquen a sus ciudadanos del atraso. Más bien al contrario, son grandes maestros de la domesticación y especialistas en provocar la migración de sus comprovincianos.
Siempre fue una verdad a medias que el triunfo de Macri logró frenar que "Argentina sea Venezuela". La Argentina alberga varias Venezuelas desde hace muchos años. Esos pequeños monstruos no paran de crecer y nunca dejaron de estar al acecho.