Nuestra suerte depende de la educación
Con un nuevo gobierno, y cuando falta aproximadamente un mes y medio para el comienzo de las clases, se hace imperioso volver al tema de nuestro sistema educacional, que no alcanza los estándares mínimos que necesitamos para revertir la realidad argentina. La realidad de un país subdesarrollado y pobre en el cual más de un tercio de su población se encuentra bajo la línea de pobreza.
La suerte de una nación no depende de sus recursos naturales, sino de la educación de su gente, clave para generar riqueza y crear igualdad de oportunidades. Un país rico, desarrollado y justo socialmente es aquel en el cual la educación pública es de excelencia y accesible a todos los ciudadanos. La gente es la clave. El capital humano es el recurso esencial, es lo que diferencia a un país rico de un país pobre, a un país desarrollado de uno que no lo es. La educación es el elemento esencial para producir ese capital humano que tanto necesitamos, y es, además, un gran igualador: la educación es la justicia social por excelencia.
La educación argentina se encuentra estancada: está atrasada y utiliza técnicas didácticas antiguas. En la última edición del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA), evaluaciones llevadas a cabo por la OCDE, la Argentina no superó el séptimo puesto en ninguna de las materias, entre las diez naciones latinoamericanas que participaron. Hoy la Argentina, como resultado de las pruebas PISA, ocupa el puesto número 63 de los 79 países evaluados. Además, se ubica en el puesto 63 en lectura, en el 71 en matemática y en el 65 en ciencias. Es decir que la situación educativa argentina es una catástrofe y una vergüenza. Este es el verdadero problema de nuestro país y resolverlo debe ser el principal objetivo del poder político. En las últimas décadas el nivel educativo no ha parado de caer, independientemente del presidente que haya gobernado. Hasta hoy han fracasado todos.
Alberto Fernández tiene un gran desafío por delante. Recibió una Argentina muy complicada y con muchos problemas generados por una acumulación de errores. El principal problema no es ni la inflación ni el dólar, sino la baja calidad educativa y la desigualdad en el acceso a la educación, como lo reflejan los resultados de las pruebas PISA. Esa desigualdad en el acceso a la educación es la esencia de la injusticia social. Su gran desafío será lograr que la Argentina se transforme en una sociedad más justa, con mayor igualdad para todos los argentinos a través de una educación pública de excelencia. En este sentido, Alberto Fernández deberá lograr generar mayor riqueza y desarrollo con justicia social, es decir, sin dejar a nadie afuera. El objetivo a alcanzar durante su mandato debería ser generar una profunda reforma educativa que sea capaz de dar el primer paso hacia la búsqueda de esa revolución del conocimiento que tanto anhelamos. Para ello debemos conseguir una educación pública de excelencia para todos, ya que solo solucionaremos el problema de la pobreza y el subdesarrollo si centramos todos nuestros esfuerzos en la educación y desarrollando todos los aspectos de la ciencia y la tecnología. La educación inclusiva y de calidad potencia el crecimiento de un país en un marco de igualdad. Defender la educación es la prioridad.
Si logramos que la educación pública argentina sea de excelencia, habremos dado el primer paso hacia la igualdad de oportunidades, que no es ni de izquierda ni de derecha, es simplemente justa y para todos.
Dentro de cuatro años vamos a considerar el éxito o el fracaso del gobierno de Alberto Fernández en función de los resultados en la educación. Los gobiernos anteriores fracasaron todos.
Abogado especialista en educación y autor de El poder de la educación