Novela negra: una ventana a la cruda realidad
Festivales, concursos literarios y cantidad de libros que se publican cada año dan testimonio de un fenómeno en crecimiento
Cada uno sabe lo suyo y cómo le va en la procesión. Hace unos días, en una columna en el diario español El País, titulada "Negra", el escritor y académico de la lengua Félix de Azúa hacía una sucinta reseña de dos novelas policiales europeas -Con el agua al cuello, de Petros Márkaris, y Una novela de barrio, de Francisco González Ledesma-, que le sirvió para trazar un negro panorama de la situación política y económica de Grecia y de España.
Como destacaba Azúa, "desde hace casi 100 años es dogma de fe que las novelas de policías, ladrones, asesinos y detectives son indiscretas ventanas a la realidad social de un país". Los argentinos no podemos quejarnos, porque nuestra contribución al género "negro" y a las múltiples y conflictivas realidades contemporáneas es muy grande. No nos faltan ni cantidad, ni calidad, ni tradición ni best-sellers. También tenemos un festival: ayer terminó la Buenos Aires Negra BAN! (www.buenosairesnegra.com.ar), el Festival Internacional de Novela Policial porteño cuyo lema es "donde el crimen real se mezcla con el crimen de ficción".
"Hermana bastarda de la Semana Negra de Gijón", dice su creador y director, el escritor argentino Ernesto Mallo, y prima hermana de la Barcelona Negra y de tantos otros festivales semejantes que han aflorado y siguen aflorando, nuestra BAN! tiene características que la hacen distinta de los otros encuentros. Según Mallo, "nosotros mezclamos autores de novela policial con médicos forenses, jueces, policías, exconvictos o peritos, y esta mezcla demostró ser de gran interés". Vale la pena destacar que, en otras ediciones, también hubo talleres con temáticas preocupantes y de gran actualidad como la pedofilia, la trata de personas, la violencia doméstica y el abuso.
El policial argentino es el género más democrático de todos, tanto en la clásica línea de Agatha Christie como en la de la novela negra a la norteamericana. Fue por años el preferido de Borges, Bioy y Silvina Ocampo (la colección El Séptimo Círculo es prueba suficiente de ello) y a ese género recurrieron también Roberto Arlt y, más acá en el tiempo, el periodista y escritor Rodolfo Walsh o Ricardo Piglia (su cuento "La loca y el relato del crimen" es paradigmático en varios sentidos), por sólo nombrar algunos. Pero también los lectores participan de esta cualidad generosa, porque buscan, además del entretenimiento indudable, la explicación a infinitos porqués sobre la realidad cotidiana: una forma de organización que, curiosamente, la da el crimen de ficción.
Para Jorge Fernández Díaz, cuyo último libro, El puñal, no abandonó la lista de best-sellers locales desde su publicación, en noviembre del año pasado, "la novela negra describe la política argentina" como ningún otro género. Aunque la suya había sido, en un principio, una "de espías", que fue derivando en una negra "gangsteril". Porque "cuando se desnuda la política argentina, lo que queda es una práctica gangsteril: gángsters que se apoderan del Estado y hacen negocios", dijo en su intervención en la BAN! Y va más allá: "La política argentina es una novela negra. Los periodistas sólo podemos publicar el 20 por ciento de lo que conocemos y se puede probar, pero la literatura te permite mentir para contar la realidad. Cada cosa que sucede en El puñal sucedió o sucederá en la realidad. Este género es la excusa perfecta para conocer las sociedades. Quien dice Márkaris dice Grecia y quien dice Leonardo Padura dice Cuba".
El humor no se puede soslayar, ni siquiera hablando de muertos, y Claudia Piñeiro, la "dama negra de la literatura argentina" como la llaman afuera, categorización que le causa gracia, sabe mucho de eso. Tuya, Las viudas de los jueves y Betibú tienen las dosis exactas de intriga y suspenso, pero con una mirada irónica y muchas veces sarcástica que ayuda al análisis posterior del lector. Asistente habitual desde hace unos años a encuentros literarios en Europa, de la BAN! la impresionan la cantidad de público -sobre todo, muchas mujeres y jóvenes-, la amplitud de los invitados y las preguntas. "La gente aquí quería saber más sobre los casos policiales que sobre literatura. Por ejemplo, cómo diferenciar un asesinato de un suicidio. En Barcelona Negra, directamente me preguntaban sobre Alberto Nisman."
Las sociedades dan sus propios crímenes: "Si alguien viene y mata a 43 estudiantes, es rarísimo, lo mismo que encontrar cadáveres enterrados en el jardín del fondo, como pasa en Inglaterra. Pero en esta edición de la Buenos Aires Negra se habló del Estado criminal; es decir, los crímenes son según la sociedad de que se trate". Coincide también Piñeiro en que el policial siempre fue social: "Antes estaba siempre en un segundo plano; por ejemplo, recordemos ¿Acaso no matan a los caballos?(1935), de Horace Mc Coy. Es como si ahora hiciéramos un policial sobre un programa de Tinelli. Hoy lo social es más explícito, al modo de Henning Mankell en Asesinos sin rostro".
Eduardo Agustín González, escritor (Cementerio clandestino y Sangre negra, entre otras), psicólogo de niños y adolescentes, que en 2013 organizó la BAN! Joven [ver recuadro], es un estudioso del policial negro. Para él, se podría decir que "estamos ante un nuevo boom de la novela negra: el surgimiento de festivales, colecciones y eventos lo confirma. La ventaja es que acerca el género a personas que nunca antes lo consideraban. La desventaja es que de la gran cantidad de libros editados serán pocos los que resistan el olvido. Por suerte, en nuestro país Borges y Bioy, le dieron al policial un estatus de literatura, que en otras partes del mundo no tiene".
En su experiencia, quizá lo mejor del policial "se edita en editoriales independientes. La colección Negro Absoluto, dirigida por Juan Sasturain, es una muestra. La trilogía de la investigadora privada Ruth Epelbaum (Sangre kosher, Silicona express y Sangre fashion), de María Inés Krimer, propone una mirada crítica en torno a la imagen del cuerpo femenino y el lado oscuro de la moda. O Santería de Leonardo Oyola o la trilogía de Osvaldo Aguirre (Los indeseables, Todos mienten y El novato)".
Habíamos hablado antes de cantidad y calidad, lo que para la editorial Del Nuevo Extremo, con su colección Extremo Negro, derivó naturalmente en un concurso. El editor Carlos Santos Sáez confiesa que ésa fue una excelente manera de dar cauce y lectura a los cientos de originales que les llegaban. "Empezamos con el Premio Extremo Negro hace cuatro años, para dar un continente a esa cantidad increíble de novelas que llegaban a la editorial, y porque, como editor, uno piensa siempre en colecciones. Y aunque ?el arte no es deporte', como dice el pintor Pedro Gaeta, sirvió también de selección natural."
El éxito de la iniciativa se demostró cuando Ernesto Mallo, autor de la casa además, se interesó en ver cómo convertir el premio en el concurso de la BAN!. Una alianza estratégica, define Sáez, que redunda en una gran difusión para el autor, para el premio y para el encuentro que lo auspicia: "Este año, recibimos 485 originales, casi lo mismo que el concurso del diario Clarín, lo que es una barbaridad para un concurso de género", se asombra.
La tradición sirve de apoyo logístico al premio y a la colección, cuidada desde la portada, para que sea un sello visual como lo eran las tapas de José Bonomi para El Séptimo Círculo. También permite recuperar algunos nombres clásicos del género, que le dieron calidad literaria. Es el caso de Ray Collins, seudónimo de Eugenio Juan Zappietro, el creador en 1962 de la historieta policial Precinto 56, protagonizada por el teniente Zero Galván. "Cuando hicimos el primer concurso, recibimos un original, "Crímenes hormonales", con un seudónimo de mujer. Por la delicadeza y poesía con que estaba escrito, pensamos que era un homenaje a Zero Galván de alguna lectora suya. Cuando abrimos el sobre (la novela se llamó Mi nombre es Zero Galván y ganó el primer concurso, en 2011) descubrimos que su autor era Ray Collins. Le preguntamos: «¿Era necesario que te presentaras al concurso?». Y contestó: «Quería probarme»."
Además de nombres tan conocidos como los de Ray Collins, Ernesto Mallo o Álvaro Abós, hay otros que empiezan a ser consagrados por el boca en boca, la crítica y los lectores: Matías Bragagnolo (Petite Mort), Mónica Plöese (El muerto quiere saber de qué se trata) o Diego Grillo Trubba (Crímenes Coloniales I y II). Para Sáez, el género ha retomado su camino; ése que habían marcado hace años novelas como Luna caliente, de Mempo Giardinelli, o Noches sin lunas ni soles, de Rubén Tizziani. "Hay ganas de narrar, más que una moda del policial. Hoy hay guionistas de televisión muy buenos, que podrían escribir excelentes novelas de género. Y está la visibilidad que dan las redes sociales a los asesinatos «novelados» por el periodismo (los programas de Ricardo Canaletti, Mauro Szeta o Paulo Kablan, por ejemplo). Por eso vamos a editar una antología e historia de la crónica policial en la Argentina, para fines de año o principios del próximo, de Javier Sinay y Osvaldo Aguirre. Va a convivir con El facineroso, las crónicas policiales que Roberto Arlt escribió para Crítica y El Mundo."
Todos los escenarios
Pasaron 26 años hasta que el escritor, periodista y ensayista Sergio Sinay volviera a escribir y publicar un policial: Noruega me mata. Integrante del ya mítico grupo Escritores Policiales Argentinos (EPA) con Jorge Manzur, Juan Sasturain, Osvaldo Soriano, Ricardo Piglia, Juan Martini, Vicente Battista y José Pablo Feinmann, después de Ni un dólar partido por la mitad (1992), se llamó a silencio y entró en un "síndrome de abstinencia doloroso", como él dice. Hasta que decidió que no iba a dejar pasar otros 20 años sin escribir. La ponencia que presentó en la BAN! -"Me invitaron porque salió esta novela"- se llamó "La redención de los perdedores". Para Sinay, el espacio de los perdedores es la novela negra: "Todos los detectives son parientes lejanos de Shakespeare, y por eso también la novela negra surge con el crac económico de 1929; el crimen sale de los ámbitos cerrados, aparece en las calles y aparece el gangsterismo".
El nuevo crac de 2008 fue otro caldo de cultivo, "lo negro de la novela negra tiene que ver con las sombras, como dice Jung". Los problemas surgen cuando uno niega las sombras, que hoy son la corrupción de los dirigentes políticos, los negociados institucionales, las mafias. Y en la Argentina estos temas se extienden a todo el ámbito del país. "Hoy, los escenarios se han diversificado: los pequeños pueblos del interior son focos de lo pasional, de lo político, y la novela negra, que nació como urbana, hoy ya no lo es necesariamente. Es la Argentina de hoy que nos esforzamos por no ver."
Como decía Álvaro Abós en una entrevista en este diario: "El policial ha ganado todas las guerras. Ha salido incluso de los bordes de su género. En una misma colección, conviven novelas disímiles, tan diferentes: algunas son poéticas; otras, costumbristas, están las de los mundos extraños y fantásticos; otras, políticas". El policial, mal que nos pese, ya está en todas partes. Los lectores parecen ser los más beneficiados.