Notición: esta no fue la peor semana
Así como he dicho, más de una vez, "esta fue la peor semana del Gobierno", hoy no me tiembla el pulso para decir que esta ha sido la menos mala. Pero espere, profesor, no salga a festejar, no salga a contarles a sus amigos que por fin aprobó el examen; todavía no terminé. Mi generoso balance se basa en un solo hecho, aunque no menor: se consiguió el acuerdo por la deuda externa.Es una noticia espectacular. Increíble. Increíble que usted haya podido cerrar algo, y cerrarlo bien. Y más mérito aún es que lo haya conseguido con Martín Guzmán, cuya parábola remite a la historia que se conoció anteayer: un campesino colombiano encontró un gatito perdido y lo llevó a su casa, para criarlo, hasta que descubrió que en realidad era un puma. Guzmán, presentado como el león de Columbia, será recordado por los bonistas como un inofensivo gatito.
Lo importante, por supuesto, es que se llegó a un acuerdo. Era el cielo o el infierno y Cristina eligió escapar de las llamas. Pero pongamos las cosas en su lugar. Si algo se sabía desde el principio es que las dos partes querían arreglar, porque a ninguna le venía bien el default; perdían mucho las dos. Imposible errarle al tiro, ni siquiera teniendo la puntería de Alberto y de Guzmán. Desde el verano, cualquiera que hablara con fuentes en Wall Street escuchaba que se iba a arreglar en 55 centavos por dólar. ¡Hasta yo lo sabía! Para llegar a esa cifra hubo un tironeo excesivo, desgastante, en el que cada oferta del Gobierno se presentaba como la última y mostrando fotos de chicos argentinos desnutridos. "O la deuda es sostenible o no es", amenazaba Guzmán sin conmover a nadie. Entre las dos puntas del camino se perdieron mucho tiempo y más de 16.000 millones de dólares. Igual, insisto: tener el acuerdo es una maravilla. Pateamos los pagos para dentro de 10 años, con lo cual le tocará ajustarse el cinturón al gobierno posterior al segundo mandato de Mínimo Kirchner (así lo llaman en la CGT). Siempre y cuando, claro, las reservas del país no hayan sido transferidas a una cadena hotelera del sur.
La picardía es que la gran noticia del cierre de las negociaciones no estuvo bien acompañada; como que fue la única alegría de Alberto esta semana. Primero la Cámara del Crimen y después la Cámara en lo Civil y Comercial rechazaron, en términos muy contundentes, la reforma judicial; dicho de paso, está bueno ese nombre sobrio que le pusieron, reforma judicial, porque "Soltemos a Cristina" hubiese sonado muy explícito. Ayer, otra cámara, la Federal, confirmó los procesamientos de Cristóbal "Moratoria" López, Fabián de Sousa y Osvaldo Sanfelice, socio de Máximo (sí, Máximo: no me voy a hacer eco de la inquina sindical). Ojo con los jueces, que cuando les mojás la oreja saltan como leche hervida. En cualquier momento también la Corte va a mostrar sus dientes. El Instituto Patria debería abocarse ya mismo a la búsqueda de otra fórmula de impunidad, porque esta no creo que vaya a funcionar. Pónganlo a Parrilli a trabajar en eso. Cristina ya tiene la agenda recargada con Kicillof, con Alberto, con la pandemia (es una broma, obvio) y con Google, a la que demandó por haber permitido que apareciera allí, en mayo, como "ladrona de la Nación". ¿Lo más llamativo de este caso? La demora de tres meses en reaccionar. Evidentemente alguien le hizo ver que lo de ladrona puede resultar injuriante.
No le temamos al virus, sino al Gobierno
Otra desgracia fue prohibir las reuniones sociales. Tan tolerante y amigable que prometía ser el profesor, y resulta que no nos deja trabajar, teletrabajar, salir a la calle, despedir a nuestros muertos, comprar dólares y, ahora, juntarnos con un par de amigos o vecinos para comentar las frases del día de Ginés o de Gollán, las peleas de alcoba entre Frederic y Berni o la investigación de campo que hace Macri en París. Un meme lo resumía bien: "Son tantas las prohibiciones que no llego a incumplir todas". Eso es lo que está pasando: la gente se hartó y hoy los challenges ya no son los que aparecían en las redes cuando empezó la cuarentena, sino ir a la oficina, juntarse a comer un asado con la familia o pasar un control sin que te paren. En todo el GBA hay picados de fútbol. El relajamiento ha llegado a la residencia de Olivos: esta semana Alberto recibió a 14 mujeres y ninguna tenía barbijo. ¡Cuídenme al profe! Volvamos a Gollán, el mejor propalador de noticias horribles, el de las montañas de cadáveres en las esquinas. Ayer dio a entender que este verano nos tenemos que olvidar de salir de vacaciones. ¿Hacía falta? ¿Ya sabe lo que va a pasar en cinco o seis meses? Seguramente el profesor o alguno de sus voceros correrá a desmentirlo, para no llevar angustia a los hogares argentinos. Cuando nos encerraron yo le tenía miedo al Covid; ahora, a los que nos gobiernan.
Hablando de miedo. El mejor motivo para quedarnos en casa ya no es tanto el virus como la inseguridad. No es solo el conurbano o Rosario; en Recoleta hay una ola de delitos –a personas, locales, edificios– en niveles alarmantes. Cuidado, mucho cuidado, porque si la cosa no mejora Cristina quizás decida mudarse. A Olivos.
Felicitaciones por el acuerdo, Alberto. Y descanse, así también descansamos nosotros.