Nota mental. Por qué hoy parece viernes y otras ilusiones del Mundial
Las anticipaciones positivas son muy frecuentes: los humanos tendemos a creer que lo mejor sucederá
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Amamos los viernes. Según estudios de psicología que arrancaron en los 50, es nuestro día preferido de la semana laboral. ¿Por qué? La clave está en la expectativa. El viernes es pura anticipación. Saboreamos la idea del fin de semana que llega, y esa previsión es más placentera que la realidad misma.
Hoy justamente es domingo, pero para el Mundial que arranca podríamos decir que es viernes. Todo está por ser jugado. Mientras Qatar y Ecuador se preparan para entrar a la cancha, los hinchas estamos en un pico de felicidad.
El fútbol tiene mucho para enseñarnos sobre qué nos hace felices. Se podría creer que la verdadera cumbre de alegría de un Mundial se da al levantar la copa. Y eso es cierto. Pero si pensamos en las chances reales que tenemos de llegar a esa instancia, tal vez sea mejor negocio disfrutar del día de hoy, cuando todo es promesa.
Una investigación de la universidad de Sussex estudió este tema en detalle, bajo el título “¿El fútbol es una cuestión de vida o muerte, o es más que eso?”. Los autores compararon los resultados de la “mappiness app” –un relevamiento de la felicidad autopercibida por 32 mil personas, en más de 3 millones de momentos–, y los comparó con los resultados futbolísticos de los partidos de la liga inglesa.
Los hallazgos dicen mucho sobre cómo los humanos disfrutamos (o no) de las cosas. Visto en términos agregados, los partidos de fútbol brindan más infelicidad que felicidad a quienes los miran, tanto en la cancha como por televisión. Una derrota puede implicar hasta 4 veces más infelicidad que la alegría de una victoria, y sus efectos son más duraderos.
Los hallazgos dicen mucho sobre cómo los humanos disfrutamos (o no) de las cosas. Visto en términos agregados, los partidos de fútbol brindan más infelicidad que felicidad a quienes los miran, tanto en la cancha como por televisión. Una derrota puede implicar hasta 4 veces más infelicidad que la alegría de una victoria, y sus efectos son más duraderos. El estudio no lo dice, pero es de esperar que las magnitudes se agiganten con un Mundial.
Felicidad adicional
Por supuesto, ganar o perder nunca da lo mismo. Una hora antes de los partidos, los espectadores tienen en promedio un adicional de felicidad de 1,5 puntos por sobre su línea de base. Es la alegría de la anticipación. Luego del partido, si el equipo propio gana, la alegría sube en 3,9 puntos. Pero si pierde, cae 7,8 puntos. Es decir, el efecto negativo de perder es mucho más potente que el efecto positivo de ganar.
Para poner estos datos en contexto, podemos mirar otras actividades. En el estudio, el máximo de felicidad aparece asociado a tener sexo, 12,48 puntos arriba de la línea de base, y la situación de más infelicidad es la de estar enfermos en cama, con 19,23 puntos negativos. Claro que ninguna de estas actividades las hacemos todos a la vez (por suerte), ni unidos por la misma camiseta.
Lo que es común a todos los casos es que disfrutamos la previa. Es un rasgo humano que se verifica en el funcionamiento del cerebro. En el libro El sesgo optimista, la neurocientífica israelí Tali Sharot presenta un estudio donde midió la actividad cerebral de los participantes mientras imaginaban unas vacaciones. Encontró que en los cerebros de estas personas se activaban los mismos sistemas neuronales que también se encienden cuando estamos disfrutando de comida o de sexo. A nivel de la química del cerebro, imaginar una situación placentera es parecido a vivirla.
Buen dato para todos los que especulen con la distracción que produce el Mundial: el mejor momento para aprovechar el buen humor social puede ser hoy o un día de victoria (solo que lo de hoy es más seguro).
Sharot agrega que cuanto más vívida es la imagen que podemos formarnos de un evento futuro, mayor es el placer o padecimiento que derivamos. Está bien imaginarnos campeones, pero aún mejor es cerrar los ojos y ver los dedos de Messi sosteniendo la copa, o las lágrimas de un hijo emocionado con la entrega de medallas.
Esas anticipaciones positivas son muy frecuentes. Los humanos tendemos a creer que lo mejor sucederá. Ese es el sesgo de optimismo. Otro estudio de Sharot muestra que, aún cuando los participantes de un experimento reciben datos estadísticos sobre la incidencia del divorcio o del cáncer, tienden a minimizar las chances de ser ellos mismos los afectados. Aún más: una vez que reciben datos reales, los participantes tienden a registrar los porcentajes favorables (por ejemplo, que sus chances de perder el trabajo son menores de lo que creían) y olvidan o ignoran los datos negativos, que empeoran su predicción original.
Del mismo modo, muchos confiamos en que la Argentina puede salir campeón, incluso si leímos en la app predictiva de la nacion que las chances son del 11%. La estadística está en segundo plano, al menos hoy, cuando lo mejor está por venir. ¡Feliz viernes para todos!
Directora de Sociopúblico