Nota mental. Nuevos mapas: cómo lograr que nos ubique el delivery
Una empresa inglesa –What3Words– inventó una solución ingeniosa para evitar las direcciones largas: tres palabras al azar para cubrir la superficie continental del planeta
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Justo cuando se impuso el trabajo remoto y parece que no importa dónde estamos, resulta que importa más que nunca. Hoy los datos de ubicación de las cosas y de nosotros mismos son más relevantes que nunca. Necesitamos una dirección precisa para que llegue bien el delivery o para que una app nos mande un auto, nos diga qué colectivo tomar o nos marque el mejor camino. Si las viejas heroínas de telenovela, después de un desmayo, preguntaban primero “¿quién soy?” y después “¿dónde estoy?”, ahora quizás deberían empezar por la ubicación.
Esto trae problemas en los países con un sistema de direcciones poco ordenado. Antes podía ser un incordio solo para los turistas, hoy es un problema mayúsculo para los locales. Por ejemplo, en Costa Rica hay muy pocos nombres de calles y los vecinos se guían por datos como: “pasando la panadería, a dos metros de la casa azul” o “entre el portón rojo y la palmera”. Un estudio de hace ya una década estimó el costo económico que esto implica para Costa Rica en 720 millones de dólares anuales.
Las direcciones –de todos modos– no siempre son eficientes. Las bases de datos a menudo desconocen que Arroyo –en Buenos Aires– es Manuel Andrés Arroyo y Pinedo, o que Uriburu es Presidente José Evaristo Uriburu. Los humanos sumamos confusión cuando nos olvidamos las alturas y los códigos postales, o cuando viajamos y no entendemos el sistema que rige en otro país. Japón, por ejemplo, le pone nombre a las manzanas y no a las calles. Y nuestro modelo mental en grilla puede ser inútil en Parque Chas.
Una empresa inglesa –What3Words– inventó una solución ingeniosa y simple para estos temas: dividió el mapa del mundo en áreas de nueve metros cuadrados –tres por tres, como una habitación estándar de un departamento–, y a cada una le asignó tres palabras al azar. Las posibles combinaciones de sólo 25 mil palabras alcanzan para cubrir la superficie continental del planeta.
Una empresa inglesa –What3Words– inventó una solución ingeniosa y simple para estos temas: dividió el mapa del mundo en áreas de nueve metros cuadrados –tres por tres, como una habitación estándar de un departamento–, y a cada una le asignó tres palabras al azar. Las posibles combinaciones de sólo 25 mil palabras alcanzan para cubrir la superficie continental del planeta.
Así, la Casa Rosada queda en beba.arroja.firmes y el teatro Colón en lonas.reunir.ante. Es irresistible buscar conexiones de sentido entre las palabras y los lugares, como pasa también con los alias CBU y sus dueños. Pero más allá de las coincidencias y la poesía involuntaria, el sistema funciona. Es mucho más corto y manejable que una dirección completa –con su calle, altura, código postal, ciudad y país– o un cruce de coordenadas con su latitud y longitud. Resulta fácil de recordar e informar a otros (incluso por audio), funciona en varios idiomas y nos deja precisar lugares que habitualmente no tienen dirección, como un banco de plaza o un monumento (la Estatua de la Libertad, en su islita, queda en ponemos.residuos.asumo).
La idea tiene unos años pero creció vertiginosamente ahora, impulsada por los deliveries de la pandemia y la aceleración tecnológica. El servicio es usado por empresas de logística, sistemas de vehículos autotripulados y, entre otras novedades, el correo británico está haciendo pruebas para usarlo en entregas con drones. Tal vez en el futuro dejemos de recordar direcciones, como dejamos de recordar números de teléfono.
Tener una forma alternativa de identificar lugares precisos sirve también para enfrentar problemas viejos y aún pendientes, como la integración de barrios marginales. Caminos de la Villa, un proyecto de Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y Wingu, logró mapear el Barrio 31 con el apoyo de vecinos que fotografiaron las calles de tierra con celulares. Más tarde el gobierno de la ciudad incorporó los datos reunidos al mapa oficial, y el proyecto siguió creciendo para mapear otras villas y monitorear avances de las urbanizaciones.
Este año, el Senseable City Lab del MIT mapeó la villa Rocinha de Río de Janeiro utilizando un escáner láser. Se generó así una impresionante imagen tridimensional de un barrio hasta ahora esquivo a cualquier tecnología de mapeo. Registrar estos barrios permite que lleguen con mayor facilidad los servicios y las personas. Los pone en el mapa.
Frente al Covid, sin embargo, hubo que darle la espalda a estos avances. La app más usada en el mundo para el rastreo de contactos estrechos –desarrollada en un acuerdo inédito entre Apple y Google– se caracteriza por no registrar dónde están las personas, para resguardar su privacidad. El sistema intercambia códigos entre celulares que se cruzan, sin revelar ubicación ni identidad, y solo avisa si nos cruzamos con un paciente positivo, sin decirnos quién es. En ese caso uno puede dirigirse al hospital. El Argerich, por citar alguno, queda en amaba.acuden.adoptado.
Directora de Sociopúblico