Nota mental. Inteligencia artificial, fake news y un álbum por armar
La circulación de rumores y noticias falsas forma parte de un mecanismo de intercambio de información muy sofisticado con el que contamos los humanos
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Yo me creí la foto del Papa con campera de rapero. Pensé que era brillante que alguien hubiera notado el parentesco entre un abrigo papal para el invierno europeo y el look de la megaestrella Bizarrap. Encontré hilarante el hashtag #misarrap, y quise que otros también lo disfrutaran. Se lo mandé a algunos amigos y familiares. Pero la foto era falsa, me reprendieron. Un montaje hecho con Midjourney, un servicio de generación de imágenes basado en inteligencia artificial.
Para el científico cognitivo Hugo Mercier, mi caso muestra por qué amamos las noticias falsas y, sin embargo, no somos tan tontos como eso mismo parece indicar. Gracias Mercier.
La tesis que Mercier documentó en su libro Not Born Yesterday, dice que la circulación de rumores y noticias falsas forma parte de un mecanismo de intercambio de información muy sofisticado con el que contamos los humanos, que él llama sistema de vigilancia abierta. Desde los inicios de la especie, necesitamos desesperadamente información de nuestros congéneres para sobrevivir. En quién confiar para ir a cazar o cuidar a nuestras crías. Quién nos aporta datos certeros sobre el entorno, en especial sobre posibles amenazas. De quién aprender. Esa es nuestra parte abierta, volcada al mundo, siempre sedienta de información. Su contracara es nuestro sistema de vigilancia. Si creyéramos todo lo que nos dicen seríamos muy vulnerables, y no lo somos. Nuestros filtros nos permitieron llegar hasta acá. Nos anteceden millones de años de vigilancia ejercida sobre la información que recibimos, y en particular un muy aguzado sistema dedicado a decidir en quién confiar: nuestro cerebro lee gestos imperceptibles en otras caras y mantiene un registro minucioso de quién dijo qué, para poder convalidar su coherencia y la veracidad de sus dichos, entre otras cosas.
¿Por qué las noticias falsas esquivan el filtro de nuestra vigilancia, entonces? Mercier responde que cuando le pasamos a otros un dato escandaloso, divertido o que los alerta sobre una amenaza –como mandarlos a comprar papel higiénico en los primeros meses de la pandemia– nos anotamos “puntos sociales”. Una palmada que esperamos recibir de los demás por ser hábiles dadores de información. Confiamos en que nos quieran y valoren por eso. Eso no quiere decir que creamos a rajatabla en lo que compartimos. Muchas veces prima el deseo de reconocimiento al temor de compartir información dudosa. Esto es así porque la mayoría de las veces no pensamos hacer gran cosa a partir de la información que compartimos, ni creemos que los otros harán gran cosa. El principal objetivo del intercambio es cimentar una relación, no provocar nuestra acción o la de otros.
Muchas veces prima el deseo de reconocimiento al temor de compartir información dudosa. Esto es así porque la mayoría de las veces no pensamos hacer gran cosa a partir de la información que compartimos, ni creemos que los otros harán gran cosa. El principal objetivo del intercambio es cimentar una relación, no provocar nuestra acción o la de otros
Mercier explica que, incluso en los casos donde parece haber acciones suscitadas por noticias falsas, como el asalto de seguidores de Trump al Capitolio en Estados Unidos, no se trata de personas que fueron realmente motivadas por las fake news. Es al revés. Se trata de gente que busca y consume fake news para refrendar una visión que ya tenía y justificar una acción que quería acometer. Puede reforzar visiones y comportamientos, pero es muy difícil que los genere.
Nada de esto le quita peligro a la desinformación. Más bien nos ayuda a entenderla mejor. Las noticias falsas, por ejemplo, no suelen surgir de los medios tradicionales como la TV. Como están asociadas a un sistema de puntos sociales, adquieren más peso cuando son personalizadas y pasan de boca en boca, o de celular en celular. Lo que tiene valor es ofrecer una figurita que el receptor sabrá apreciar e, incluso, podrá pagar con otra figurita en el futuro.
Lo que nos lleva de nuevo a #misarrap y la foto falsa del Papa. La inteligencia artificial generativa de la que tanto estamos hablando puede convertirse en una fuente infinita de noticias falsas.
Ya sabemos que, con unos pocos datos sobre usuarios de redes sociales, se pueden crear mensajes específicos dirigidos a cada uno de ellos. Esos mensajes pueden ser falsos y a la vez virales. Los compartimos porque nos dicen lo que queremos escuchar y despiertan nuestras ansias de ganar puntos sociales. No hay evidencia concluyente de que ese tipo de mensajes nos lleven a actuar –o votar– de forma distinta a la que lo hubiéramos hecho sin ellos. Pero si se vuelven más abundantes y sofisticados, la historia puede ser otra. Nuestro sistema de vigilancia se puede ver sobrepasado. Los nuevos chats de inteligencia artificial son particularmente buenos para charlar con humanos. Son expertos en intercambiar figuritas. No sabemos qué pasará si llenan el álbum.
Directora de Sociopúblico