Nota mental. En “el año de la oreja”, es mejor el sonido que el ruido
El auge de la red Clubhouse, la posibilidad de acelerar audios de WhatsApp y los podcast confirman la preponderancia de lo que se escucha sobre lo que se lee o ve
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Si cierro los ojos, todavía puedo escuchar la fritura de la AM, el relato de Víctor Hugo Morales y los camiones que pasan haciendo golpetear el viento contra la ventanilla semiabierta. La vuelta a casa de los domingos de verano de mi infancia me dejó un sonido grabado que vuelve con un poco de náusea por el movimiento y el calor del auto, como si ahora mismo estuviera ahí.
El oído es un sentido intenso, como se dice de la gente pesada. Es persistente: se imprime en el cerebro y vuelve fácilmente si una clave lo despierta, como al escuchar las dos primeras notas de una canción que conocemos.
Es también demandante: cuando se trata de palabras, necesitamos prestar toda nuestra atención para seguir el hilo. Lo comprobamos cada vez que leemos un mail durante una reunión por Zoom y a los pocos segundos ya no sabemos de qué se está hablando.
Y aun así, como si no fuera suficiente, el sonido viene a exigirnos más.
Desde la semana pasada se pueden acelerar los audios de WhatsApp. Hay dos formas de entenderlo: queremos pasarlos rápido porque no los toleramos, o buscamos rendimiento para escuchar muchos más. Deben ser las dos cosas juntas y ambas apuntan a lo mismo: el consumo de sonido está en alza.
Clubhouse es la red social del momento y funciona solo con audio. Cero imágenes. Estalló con una entrevista en vivo a Elon Musk en enero, fue descargada casi 5 millones de veces aunque se accede solo por invitación, y su éxito hizo que Spotify y Twitter anuncien novedades para crear audios, y que Facebook –se rumorea– planee algo parecido.
Tal vez detectaron que el sonido nos resulta liberador: con año y medio de pandemia encima, amamos cualquier cosa que no entre por los ojos. Lo llaman “screen-free media”.
Tal vez detectaron que el sonido nos resulta liberador: con año y medio de pandemia encima, amamos cualquier cosa que no entre por los ojos. Lo llaman “screen-free media”. Amir Hirsh, CEO de Audioburst, un administrador de audios, anunció que este es “el año de la oreja”.
Algunas cosas vienen de antes. YouTube parece una plataforma de videos, pero bien mirada (u oída) es de audio. No solo porque los cinco videos más vistos son siempre de música. ¿Cuántos seguidores de Paulina Cocina la oyen mientras hacen la receta? ¿Cuántos fans de Grefg –el youtuber que habla de Fortnite– lo escuchan mientras juegan?
La empresa no publica datos al respecto pero hay un indicio: uno de los principales anzuelos de la versión paga de YouTube es que puedas escuchar un video en segundo plano, mientras hacés otras cosas en tu celular.
El tema con el audio es que –como toda forma de comunicación– moldea nuestro mundo individual y social. O sea, todo. Lo que escuchamos, sobre todo el discurso hablado en la radio, los podcast, las apps de meditación, está mucho más saturado de información que otras formas de contenido. En la voz están las palabras y las historias, pero también las inflexiones sutiles, los sentimientos.
Lo que escuchamos, sobre todo el discurso hablado en la radio, los podcast, las apps de meditación, está mucho más saturado de información que otras formas de contenido
Gabriel Lucero, el ilustrador de Gente rota, que hace videos basados en audios reales de WhatsApp, dijo en una entrevista que las animaciones aligeran el contenido de los audios. En crudo serían intolerables.
A la vez, el audio es tiempo. No podemos escuchar “en diagonal”. Si nos salteamos una parte es difícil reconstruirla. Por eso nos sirve la reproducción acelerada en WhatsApp.
En suma, el audio nos da más información y nos exige más atención. Es más cargado, más denso. Tal vez por eso genera intimidad.
Se suele pensar que la mayor innovación del walkman fue escuchar música en movimiento. Pero el secreto fueron los auriculares. Cuando Sony lanzó el primer modelo, en 1979, debatieron si incluirle un parlante y finalmente no lo hicieron. Desde entonces consumimos audio en soledad. En la intimidad de que nos hablen al oído.
Hoy Apple gana más plata por los Airpods, –sus auriculares inalámbricos– que Spotify, Twitter y Snapchat combinados. Tal vez los auriculares fueron el primer wearable, y hoy sean el accesorio más usado después del tapabocas.
Van a ofrecernos muchas más formas de consumir sonido. Comparado con los textos, hoy es muy incómodo hacer copy-paste de un audio, resaltar una parte que nos interesa, encontrarlo en un buscador, alterarle dos o tres palabras. Hay tanto por hacer.
También tanto por evitar. El analista de tecnología Alex Danco decidió hace meses dejar de escuchar podcasts y dedicar ese tiempo a pensar. El sonido del metal, una de las nominadas a mejor película en los Oscars de este año, es un elogio tan decidido del silencio que celebra perder la audición.
Esas reacciones y miedos son tal vez la mejor prueba de que el sonido –a veces como ruido– suena cada vez más fuerte.
Directora de Sociopúblico