Nota mental. De Galileo a Trump: ciencia, confianza y política
La historia de la relación entre ciencia y política es una historia compleja, y el aumento de la polarización política no es una buena noticia
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La historia es demasiado brillante para ser cierta. Después de haber publicado un libro en el que validaba las teorías de Copérnico acerca de que la tierra no es el centro del universo sino que se mueve alrededor del sol, Galileo Galilei fue juzgado por la Inquisición romana. Aceptar que los humanos no estábamos en el centro de todo significaba ir en contra de la narrativa cristiana y tenía un costo demasiado alto para la Iglesia y para el Estado. La Era de la Razón estaba cerca, golpeando las puertas del pensamiento para convertirse en el nuevo sentir europeo, y la Iglesia Católica ya estaba en crisis por el surgimiento del Protestantismo. Aceptar las ideas que traía la ciencia, y asumir que podían tener autoridad sobre la palabra de Dios, tenía costo político. En 1633, la corte le ordenó a Galileo abjurar de las teorías copernicanas. Y entonces, mientras se levantaba de sus rodillas luego de abjurar contra la idea de que la Tierra gira alrededor del sol, vino el gran gesto de rebeldía y amor por la verdad, en forma de susurro: “Y sin embargo se mueve”.
El problema con las historias demasiado brillantes para ser ciertas es que muchas veces no lo son. Según la organización Chequeado, no hay evidencia de que Galileo haya pronunciado la frase y es poco probable que lo haya hecho. Sin embargo, la anécdota se convirtió en el mito arquetípico de la tensión entre la ciencia y otras esferas de la vida pública, como la política y la religión. Estas tensiones nunca dejaron de existir, pero hay fenómenos que cada tanto las vuelven más salientes. La pandemia, la crisis del cambio climático y el aumento de la polarización política son ese tipo de fenómenos.
Aunque nos creamos racionales (no lo somos, la manera en la que tomamos decisiones está repleta de sesgos), nuestra confianza en la ciencia está mediada por la identidad política o partidaria. Y esto es especialmente así cuando los propios científicos y científicas tienen posturas políticas explícitas.
Un estudio recién publicado por el investigador de Stanford Floyd Jiuyun Zhang prueba exactamente este punto. En los últimos años, muchas publicaciones científicas prestigiosas –como Nature, Scientific American y The Lancet– fueron muy críticas de las políticas del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump. No es sorprendente: Trump (como Bolsonaro en Brasil, por ejemplo) es de alguna manera un negacionista del cambio climático y sus políticas lo reflejaron. Durante las elecciones de 2020 en Estados Unidos, algunas de estas publicaciones científicas fueron un paso más lejos. Hicieron algo inédito: dieron su apoyo explícito a un candidato, el actual presidente Joe Biden. Lo que muestra el trabajo publicado por Jiuyun Zhang, sin embargo, es que con su apoyo explícito a Biden no sólo no habrían logrado contribuir a ese objetivo, sino que produjeron efectos negativos indeseados, como aumentar la desconfianza en la ciencia.
En su experimento, el investigador utilizó una muestra de 4260 personas, a las que dividió de manera aleatoria en dos grupos. Todos los participantes fueron encuestados sobre sus preferencias políticas. Después a uno de los grupos se les aplicó lo que en ámbitos experimentales se conoce como “tratamiento”: en este caso, se les mostraron mensajes que decían que la revista Nature había apoyado públicamente a Biden (como efectivamente había pasado). Al grupo de control, en cambio, se le mostraron mensajes que no tenían ningún contenido político, sino que hablaban de un nuevo diseño en el sitio web de Nature. Después de haber sido expuestos a estos mensajes, tanto a los individuos del grupo de tratamiento como al de control les hicieron preguntas sobre su confianza en los contenidos científicos publicados por la revista Nature, su afinidad por Trump y Biden y, aún más importante, la confianza en la ciencia en general. El resultado fue que la afinidad por los candidatos no cambió (es decir, tanto en control como en tratamiento aquellos a los que ya les gustaba Trump se mantuvieron así y lo mismo para Biden), pero que para los del grupo de tratamiento sí cambió su confianza en Nature, en particular, y en la ciencia, en general. El efecto fue mayor para los seguidores de Trump: saber que Nature había apoyado públicamente a Biden hizo que su confianza en la ciencia disminuyera.
La historia de la relación entre ciencia y política es una historia compleja, y el aumento de la polarización política no es una buena noticia (un ejemplo evidente de las consecuencias negativas es el crecimiento del movimiento antivacunas). Quizás sea hora de pensar mejores estrategias para aumentar la confianza en la ciencia porque, como decía Galileo, sin embargo se mueve.
Periodista y colaboradora en Sociopúblico