Nota mental. Confianza: de las billeteras perdidas a las virtuales
Las plataformas de e-commerce y los productos fintech terminaron de ganarse nuestra aprobación
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La semana pasada vendí mi teléfono en Mercado Libre. Lo compró un chico cordobés que no conozco. En la caja le mandé una nota para desearle que disfrute tanto del aparato como yo. Fue un gesto de simpatía, pero también un reaseguro. Después de todo, mi reputación y la acreditación del pago están en juego.
Siempre me sorprende cuánta confianza existe en los intercambios comerciales online. Que todo quede registrado y asociado a nosotros conduce a una amabilidad y una tasa de cumplimiento infrecuente entre desconocidos, al menos para el estándar áspero de Buenos Aires. En las plataformas te contestan rápido y te suelen dar lo que pediste porque, si no, podés quejarte, devolverlo o –dios no lo permita– publicar una mala reseña.
Sin embargo, todos esos incentivos no mueven la aguja. En los últimos años, mientras la digitalización se expandió, la confianza entre las personas decreció en todo el mundo. De eso se trata la publicación insignia del BID de este año, que acaba de salir. El estudio, dirigido por Philip Keefer y Carlos Scartascini, muestra que las personas que confían en los demás bajó del 38% en el período 1981-85 al 26% en 2016-20, de acuerdo a la Encuesta Mundial de Valores. En América Latina, del 22% al 11%.
El estudio, dirigido por Philip Keefer y Carlos Scartascini, muestra que las personas que confían en los demás bajó del 38% en el período 1981-85 al 26% en 2016-20, de acuerdo a la Encuesta Mundial de Valores. En América Latina, del 22% al 11%.
Un experimento extravagante de 2019 –dirigido por Alain Cohn– le dio la razón a nuestra desconfianza: dejaron 17 mil billeteras tiradas en lugares públicos de 355 ciudades y observaron si la gente las devolvía o no. Cada billetera tenía los datos para contactar a su dueño. En América Latina se devolvieron la mitad de billeteras que en los países de la OCDE.
Algunas billeteras tenían más plata que otras, y el resultado más inesperado del estudio fue que la gente tendió a devolver más las billeteras abultadas que las flacas. Una cosa es obtener una pequeña ventaja y otra es convertirse en un verdadero ladrón. Ese comportamiento inesperado tuvo pocas excepciones y estuvieron todas en América Latina. En Chile y Perú hubo poca diferencia entre billeteras llenas o vacías, en México se devolvieron más las vacías, en la Argentina ganaron las llenas pero por menos diferencia que en otros países.
Cuando creemos que los otros no van a cumplir su palabra o comportarse de manera honorable, se produce un efecto dominó. La publicación del BID muestra que la falta de confianza entre las personas se correlaciona con menos pago de impuestos, informalidad, poco apego a las leyes, menos confianza en todo tipo de instituciones y, finalmente, bajos niveles de crecimiento y productividad.
Sin embargo, la tecnología puede estar transformando el paisaje. Por un lado, en la pandemia, las plataformas de e-commerce y los productos fintech terminaron de ganarse nuestra aprobación. Son formas módicas de confianza –transferirle plata a alguien, comprarle a un desconocido– pero que empiezan a ser masivas.
Tal vez lo más interesante sea mirar al mundo del blockchain, que ofrece una forma alternativa de construir confianza. La tecnología se basa en una red donde cada nodo es validado por todos los demás, de manera que no se necesita una autoridad de última instancia (gobierno, empresa, Banco Central) que rubrique los intercambios. Borra del mapa a varios protagonistas de nuestra desconfianza. Por eso –y por las crisis, los cepos y la brecha cambiaria– la Argentina es uno de los terrenos más fértiles del mundo para las ideas que se basan en esa red descentralizada: criptomonedas, contratos inteligentes, NFT, ya no son sólo un tema nerd. Hay una especie de locutorio en la avenida Santa Fe que ofrece el servicio de operar con cripto. Hay publicidades con el signo del bitcoin en la Panamericana. Hay avisos en la TV por cable.
Es la popularización de un movimiento que empezó hace varios años y que llevó a que en nuestro país haya un semillero notable de programadores especializados en blockchain y varios emprendimientos exitosos a nivel global.
Nada de eso garantiza que la tecnología nos salve de nuestra desconfianza, o que produzca mejores resultados que los centros de poder ya conocidos. El profesor de NYU Scott Galloway acaba de publicar una nota donde pone en duda la promesa de descentralización, con datos como que solo el 2% de las cuentas dueñas de bitcoins acumulan el 95% del capital disponible. Lo que es seguro es que –en medio de los debates– veremos y protagonizaremos muchos experimentos en este campo. Quién sabe, la próxima vez que tengamos que decidir si devolver una billetera se trate de una billetera virtual, y un algoritmo nos conduzca a hacer lo correcto.
Directora de Sociopúblico