Nosotros y el otro
Por Charles Taylor Para LA NACION
El mayor desafío social del siglo XXI será comprender al "otro". Se acabaron los tiempos en que los "occidentales" podían tomar por norma su experiencia y su cultura, y las demás culturas como meras etapas tempranas en la evolución de Occidente. Hoy, la mayor parte de Occidente percibe la presunción arrogante en que se basaba aquella vieja creencia.
Lamentablemente, esta modestia reciente, tan necesaria para comprender otras culturas y tradiciones, amenaza con virar hacia el relativismo y el cuestionamiento del concepto mismo de la verdad en los asuntos humanos. Tal vez parezca imposible combinar la objetividad con el reconocimiento de diferencias conceptuales fundamentales entre las culturas. De ahí el riesgo de depreciación de nuestros valores, como dirían en la jerga monetaria, que plantea la apertura cultural.
Para abordar y resolver este dilema, debemos comprender qué lugar ocupa la cultura en la vida humana. Ella, la comprensión de uno mismo y el lenguaje intervienen en todo aquello que identificamos como fundamental para una naturaleza humana común. A lo largo de la historia de la humanidad, en todo tiempo y lugar, estas facultades básicas demostraron una capacidad innovadora extraordinaria e inagotable.
Al explicar esa diversidad, hay quienes anclan nuestra comprensión de la naturaleza humana en un nivel inferior al de la cultura. Por ejemplo, la sociobiología busca la motivación humana en las modalidades evolutivas de nuestra especie. Sus partidarios afirman que la variación cultural es sólo el juego superficial de las apariencias.
Pero como nunca podemos actuar fuera de nuestra comprensión específica (histórica y cultural) de qué significa ser humanos, tampoco podremos descubrir jamás leyes aplicables a toda la humanidad. Nuestra explicación de la decadencia del Imperio Romano no es, ni puede ser, igual a la propuesta en la Inglaterra del siglo XVIII y diferirá de las que propongan los brasileños del siglo XXII o los chinos del siglo XXV.
Aquí surge la acusación de relativismo. Pero es un error creer que aceptar las diferencias culturales entraña renunciar a la alianza con la verdad. El gran logro de la revolución científica del siglo XVII fue desarrollar un lenguaje para la naturaleza expurgado de los vocablos de finalidad y valor que Platón y Aristóteles habían legado a las terminologías científicas anteriores, nutridas por civilizaciones más antiguas.
Pero la universalidad del lenguaje de las ciencias naturales no se puede aplicar al estudio del hombre, donde compiten innumerables teorías y enfoques. Esto obedece, entre otras razones, a que el lenguaje de la ciencia humana abreva en nuestra comprensión usual de qué significa ser humano, vivir en sociedad, tener convicciones morales, aspirar a la felicidad, etcétera. Por más que una teoría cuestione nuestras opiniones cotidianas, recurrimos a nuestra comprensión de características básicas de la existencia humana que parecen tan obvias que no necesitan ser formuladas. Estos sobrentendidos son los que dificultan la comprensión de la gente de otras épocas o lugares.
El etnocentrismo es el fruto de los sobrentendidos no cuestionados que llevamos dentro, en forma inconsciente, y que no podemos disipar cambiando de actitud. Si nuestro sentido tácito de la condición humana puede bloquear nuestra comprensión de los otros, y si es tan fundamental para nuestra identidad que no podemos desprendernos de él con sólo desearlo, ¿es porque somos totalmente prisioneros de nuestros puntos de vista e incapaces de conocer otros?
Para comprender de veras las cuestiones humanas, se requiere un trabajo paciente de identificación y anulación de aquellas facetas de nuestras premisas implícitas que distorsionen la realidad del "otro". Esto puede darse cuando empezamos a ver nuestras peculiaridades como hechos que nos conciernen, y no como meros rasgos presuntos de la condición humana en general. Al mismo tiempo, debemos comenzar a percibir los rasgos correspondientes en las vidas ajenas, sin distorsionarlos.
Nuestra comprensión del "otro" mejorará con estas correcciones, pero seguirá siendo imperfecta. Si la historiografía del Imperio Romano en la China del siglo XXV llegase a diferir de la nuestra, no será porque los hechos resulten ser distintos de lo que nosotros supusimos. La diferencia radicará en que se plantearán otros interrogantes y problemas, y sobresaldrán otros rasgos. Por supuesto, igual que hoy, habrá algunas versiones más etnocéntricas y deformantes, y otras más superficiales. En suma, algunas serán más "correctas" y se acercarán más a la verdad que otras.
Imágenes distorsionadas
Para evitar la distorsión, es preciso admitir que nuestro modo de ser no es el único "natural", sino que sólo representa una entre muchas formas posibles. Ya no podemos aludir a nuestro modo de hacer o construir cosas como si fuera demasiado obvio para mencionarlo. Es absolutamente imposible comprender al "otro" sin modificar nuestra comprensión del yo, sin un cambio de identidad que altere nuestra interpretación de nosotros mismos, nuestras metas y nuestros valores. De ahí la frecuencia con que nos resistimos al multiculturalismo. Hemos puesto una profunda carga emocional en nuestras imágenes distorsionadas de los otros.
La mayoría reconocemos que la comprensión de otras posibilidades humanas nos enriquece. Sin embargo, no puede negarse que el camino hacia el reconocimiento de su existencia y valor puede ser penoso. El momento crucial sobreviene cuando podemos percibir las diferencias del "otro" no como un error o defecto, ni como el producto de una versión inferior, subdesarrollada de lo que nosotros somos, sino como el desafío planteado por una alternativa humana viable.
Otras sociedades nos muestran modalidades diferentes y a menudo desconcertantes de la condición humana. Nuestra tarea es reconocer la humanidad de estas "otras" modalidades, sin dejar de vivir la nuestra. Quizá nos resulte arduo. Además, exigirá un cambio en nuestra comprensión de nosotros mismos y, por tanto, de nuestro modo de vida. Tal es el desafío que deben prever nuestras sociedades para los próximos años.