Nos obligan a criar hijos con miedo
El asalto duró segundos y fue de manual. Embotellamiento en Av. Del Libertador en pleno Belgrano. Nochecita. Dos adolescentes que se acercan al auto. Primero piden plata. Después exigen lo que haya: celular, reloj. Saben lo que hacen.
Su irrupción violenta dura lo que un semáforo. Intuyen también que ninguno de los autos que presencia su accionar va a interrumpirlos con un bocinazo de alerta, el miedo neutraliza cualquier reacción solidaria. Y apuestan a lo seguro: un auto con dos chicos chiquitos sentados en los asientos de atrás: van a obtener lo que quieran sin resistencia. Si el robo duró 20 segundos, la noche respondiéndole a mis hijas las preguntas sobre lo que pasó fue mucho más larga.
¿Van a ir presos los "robadores"? No. No creo. ¿Todos los que te piden plata en la calle te la terminan sacando? No. No siempre. ¿Su mama los reta? No tengo idea. ¿Nos iban a lastimar? No, de ninguna manera no hacen daño, solo querían plata (miento con la seguridad con la que sólo lo hacemos las mamás). ¿Por qué gritaban? ¿No tienen casa? ¿Por qué le gritaban a papá? No sé. No sé. No sé. ¿le pasa a otra gente? Si. Muy de vez en cuando… (y contengo la necesidad de agregar que eso y cosas mucho peores, que acaban de ejecutar a un papá delante de su hija en Ciudadela, que frente de donde las asaltaron mataron a Pablo Tonello para robarle la bicicleta…).
Al final ellas se duermen. Yo no puedo. Les contesto a los colegas que me llaman que no pasó nada. Y siento que en esa fórmula fácil de tres palabras para desdramatizar estoy naturalizando algo que no debería. Si pasó. Nos violentan. Nos asustan. Nos toman por sorpresa. Nos obligan a criar hijos con miedo: suban las ventanillas, no hablen con nadie, no ayuden al otro porque podrían herirlas. Nos obligan a reemplazar la empatía por precaución.
No dejo de pensar que los que asaltaron a mi familia son adolescentes, menores en medio de una avenida completamente desamparados. Que llueve y deben tener frío y hambre. Pero no puedo dejar de pensar también que les mentí a mis hijas y que pudieron haberlas lastimado. Y eso solo, ese temor, puede nublar cualquier mirada piadosa. ¿No pasó nada? No lo sé.
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