¿Nos falta o nos sobra nacionalismo?
El artículo "Malvinas, cifra de una pasión nacionalista", de Luis Alberto Romero, a quien respeto pero con quien disentimos con frecuencia, trasunta una desembozada simpatía por Gran Bretaña y su posición en Malvinas, a las que el autor, en la primera línea, denomina "islas Falkland". No vacila tampoco en vincular a Rousseau con el referéndum en el que los isleños decidieron sobre su futuro, con un resultado cantado, pues, como ciudadanos británicos de ocupación, era lógico que decidieran seguir siendo ciudadanos británicos. Romero expresó que le hubiera gustado estar presente en esa estratégica circunstancia en que se tomó una decisión antagónica a los intereses de la Argentina, no como censor sino como aplaudidor. Califica a la consulta como ejemplarmente democrática y que debería servirnos como ejemplo, aunque Rousseau sea sinónimo de democracia "directa" por encima de la "representativa" que es la que hoy rige en todos los países democráticos, incluido el nuestro.
El autor argumenta que la idea de que "las Malvinas son nuestras", con comillas en su texto, "es una semilla plantada, regada y cuidada" por un "nacionalismo intolerante", retroalimentado a su vez por dicha implantación? Como si no fuera lógico que argentinas y argentinos compartamos la indignación por lo que nos fue saqueado y busquemos desde entonces con mayor o menor éxito, con mayor o menor talento, recuperar lo que es nuestro. No es eso nacionalismo intolerante, es patriotismo.
En todo el artículo de marras hay una clara nivelación de los derechos de ambas partes, o en todo caso la convicción de que los nuestros no son manifiestamente superiores a los de los británicos y que la disputa debe resolverse "democráticamente". Pero ¿cómo hacerlo cuando una parte se ha negado, luego de su demostración de prepotencia, a sentarse a dialogar?
En cuanto a nuestros derechos, ¿acaso no basta con echar una ojeada al mapa para sorprenderse de que un país distante 13.000 kilómetros de las islas pretenda disputar su tenencia a otro cuya distancia es poco mayor que la que media entre Buenos Aires y Mar del Plata? En realidad las Malvinas son una porción de nuestra Patagonia sumergida que aflora sobre la superficie del mar.
El beneficio inglés de retener las islas no remite sólo a la explotación petrolera o ictícola sino, fundamentalmente, a su posición de vigía y control de la comunicación entre los dos grandes océanos, estratégica en el caso de que el canal de Panamá quedase desactivado. Además la forzada presencia británica en el Atlántico Sur da supuestos y ya esgrimidos derechos sobre la Antártida que poco y nada respetarán, una vez más, lo que consideramos nuestro territorio austral.
Como en otros artículos, Romero considera al nacionalismo como algo perjudicial, causante de muchos males de nuestra patria. Y para descalificarlo no vacila en identificarlo con la dictadura del Proceso. Nada hubo menos nacionalista que esa pesadilla en que el terrorismo de Estado masacró a compatriotas, se destruyó la industria nacional, se endeudó al país venal e ignominiosamente.
Coincido con el autor en que un mal entendido "nacionalismo", que más correctamente debería llamarse chauvinismo o fascismo, ha sustentado "dictaduras y democracias autoritarias y a mesiánicos salvadores de la patria". Aunque es curioso que en esa lista de villanías incluya, en el mismo nivel, "a líderes nacionales y populares" (¿Rosas, Yrigoyen, Perón?).
Lo que Romero no parece comprender es que los males de nuestra Argentina están más relacionados con la carencia que con el exceso de nacionalismo. ¿Cómo explicar el tendido de ferrocarriles únicamente en base al interés británico, el pacto Roca-Runciman y la renuncia a nuestra soberanía económica y política, o el endeudamiento externo que aún nos sofoca y seguirá haciéndolo durante mucho tiempo más, como es palpable en los días que corren?
"El amor a la patria es un sentimiento natural, el patriotismo es una virtud: aquel procede de la inclinación al suelo donde nacemos y recibimos las primeras impresiones de la luz, y el patriotismo es un hábito producido por la combinación de muchas virtudes, que derivan de la justicia. Para amar a la patria basta ser hombre, para ser patriota es preciso ser ciudadano, quiero decir, tener las virtudes de tal" (Bernardo de Monteagudo).
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