Nora Ephron, la guionista de su vida
Sus padres eran guionistas de Hollywood y tanto ella como sus tres hermanas se dedicaron a trabajar con las palabras. Escribir fue una marca genética para Nora Ephron y una suerte de oxígeno que le permitió, a diferencia de sus padres, no sucumbir al alcohol y al drama, luego de escuchar el consejo de su madre de tomar siempre nota de todo porque lo que hoy duele, mañana puede ser objeto de humor. Fiel a esa idea, Ephron siempre utilizó momentos de su vida como insumo ("Todo escritor es un caníbal"), por eso aún sorprende que haya elegido mantener en reserva la leucemia que la llevó a la muerte en 2012, cuando tenía 71 años.
De la sorpresa por su muerte hablan, entre otras cosas, hombres y mujeres que la admiraron y amaron en Everything is Copy, el documental dirigido por Jacob Bernstein, el hijo mayor de Ephron, que en estos días estrenó HBO y que lleva como título la gran máxima de Phoebe, madre de Nora. Meryl Streep, Gay Talese, Steven Spielberg, Meg Ryan y otros monstruos desfilan para rendirle homenaje en un filme conmovedor, que además exhibe brillantes momentos de humor de la guionista, directora, novelista y ensayista que inyectó su refinada ironía en la comedia romántica (Cuando Harry conoció a Sally, Sintonía de amor, Tienes un email). En ese género desafió el tradicional rol de la mujer, de eterna víctima, para darle un lugar como heroína de su propia vida sin dejar a un lado la autocrítica feroz.
Se casó tres veces. Sin embargo, la memoria colectiva es empecinada y de la vida de Ephron recupera siempre la historia más breve e intensa, que sólo duró cuatro años, dio dos hijos y provocó mucho llanto. Los lectores supieron cada detalle de la traición de Carl Bernstein -el célebre periodista que junto con Bob Woodward destapó el caso Watergate- por la novela Heartburn, en la que Ephron narra la vida de una periodista embarazada que se entera de que su marido, también periodista, la engaña con una amiga de ambos. Fue llevada al cine con Meryl Streep y Jack Nicholson. La película aquí se llamó El difícil arte de amar y entre varias escenas inolvidables hay una que podría definir una estética y una cosmovisión. Durante una reunión social, la mujer humillada toma el lemon pie que llevó para compartir y lo estampa en el rostro del marido traidor. La colectivización de un sufrimiento individual, la satisfacción en medio del dolor: Ephron en estado puro.
Sus amigos siguen sin comprender cómo la más ácida y franca de todos consiguió ocultar su último dolor y preservar esa intimidad final. Quizás alguno sonría al recordar una de sus frases más irónicas, que decía algo así: "Si hay una ventaja en morirse es que podés dejar de ocuparte del pelo".